Haru No Yurei - Volumen 4: 1. Me pega porque me quiere
-¿Y bien? –
Fue mi pregunta. La respiración entrecortada de Mizore era lo único que se escuchaba.
Frente a mí, estaba una de las imágenes más eróticas que he visto en toda mi vida.
Mizore estaba frente a mí, hincada con las manos atadas hacia arriba. Sus ropas estaban en el suelo. Su piel, normalmente blanca, estaba enrojecida y cubierta de sudor. A pesar de que estaba vendada de los ojos, podía ver que estaba llorando, pero no le había golpeado, nada.
-Por favor… por… favor… –
En medio de sus piernas, había un pequeño tubo de metal. Lo que Mizore quería, es que yo levantara el tubo un poco, para que así ella pudiera rozar su entrepierna contra el tubo, y poder llegar al orgasmo.
Lo que yo quería, era que ella me dijera todo lo que había visto (En realidad sólo se trataba de prolongar esto)
Por supuesto que ella no quería hablar más del tema, sobre todo porque no había forma de que ella se quitara la calentura que todo eso le había dejado. Y asi como no le había golpeado para nada, ella no había terminado, ni una vez.
Llevábamos así, al menos media hora.
El juego era simple, yo levantaba el tubo, ella comenzaba a masturbarse con él, y yo soltaba el tubo antes de que ella terminara. Al principio, ella negó incluso haber espiado o intentado espiar, pero un rato de este… tormento (?) la suavizó lo suficiente para aceptarlo.
-¿Entonces? Estábamos en lo de Akane… –
Insistí.
-Lo… lo hiciste con ella… fue todo lo que vi, lo juro… –
Yo tenía un plumero en las manos, que usaba para pasarlo cerca de su cuerpo. Ella se estremecía al contacto de las plumas con su piel, pero nunca lo suficientemente directo como para poder venirse con ello.
-¿Todo lo que viste? No te creo… –
-Bueno… fuiste lindo… y… apasionado… –
-¿Qué más? –
Insistí. Ella se movió, estaba básicamente colgada de los brazos, pero había dos almohadas grandes en sus rodillas, eso evitaba el dolor, pero mantuvo su entrepierna completamente fuera del alcance del pequeño tubo de metal.
Era como la versión linda del caballo de madera.
Al principio ella intentó separar las piernas todo lo que pudo, con la esperanza de alcanzar el tubo, pero luego de un rato de intentarlo sin éxito, se puso a llorar y a suplicar.
Levanté el tubo un poco, en cuanto ella lo sintió tocar su vagina comenzó a empujar sus caderas hacia adelante y hacia atrás, gimiendo ligeramente y sonriendo. Se veía bastante bien, y yo podía sentir el peso de su cuerpo en el tubo. Lo bajé antes de que pudiera terminar.
-Muy bien, sigamos… –
-No… No… –
Reclamó. Pasé el plumero por su espalda. Todo su cuerpo se retorció.
-¿Qué hiciste mientras mirabas? –
Pregunté, pasando el plumero por el trasero de Mizore, ella dio un respingo.
-Me tocaba… –
Respondió Mizore en voz baja. Ahora sabía que era observada.
-Más alto. –
Ordené, quitando el plumero.
-Me tocaba. –
Confesó Mizore. Yo me aparte de ella un poco.
-¿Cómo? –
Pregunté. Mizore tragó saliva.
-Puse mis manos… en medio de mis piernas… dándome cariño sola… –
Confesó Mizore. A este punto, creo que a ella no le quedaban razones (ni voluntad para esconder nada)
-¿Y qué más? –
Pregunté.
-Yo… miré como la complacías… como usabas su cuerpo… parecías tan contento… tú no me miras asi… –
Se quejó Mizore. Levanté de nuevo el tubo, y en cuanto lo sintió, comenzó a mover su cuerpo al igual que las veces anteriores, y al igual que las veces anteriores, lo solté después de apenas unos momentos.
-¡Ahhhhhhhhhhhhhh! ¡No! Por favor… por favor… lo que sea… lo que sea menos eso… me estoy volviendo loca… –
Se quejó ella, llorando y balanceándose con sus ataduras. Me miró luego.
-Por favor… por favor… solo un poco… solo un poco de cariño… es todo… –
-Te daré cariño cuando me hayas dicho todo… –
Respondí.
-Lo hiciste después… con esa… Akiyama… fuiste lindo con ella… se nota que te encanta… –
Respondió Mizore.
-¿Y? –
Insistí.
-Usé… mis dedos… mientras miraba… –
Mizore siguió suplicando.
-Lo siento… ¿Estás enojado conmigo? ¿Estás enojado por eso? –
Preguntó Mizore, desesperada.
-Puede ser… –
Respondí, pasando el plumero por sus pechos de nuevo.
-¡No lo soporto! Por favor… por lo que más quieras… pégame, maltrátame… lo que sea… menos… esto… –
-¿Qué pasó después? –
Pregunté. Mizore negó con la cabeza.
-No sé… no lo recuerdo… –
-¿De verdad? –
Levanté de nuevo el tubo. Mizore comenzó a tallar su entrepierna con más fuerza esta vez. Lo solté. Mizore estaba muy excitada, pero también estaba comenzando a perder la concentración debido a la frustración constante.
-Pégame… pégame por favor… castiga a tu perra mala… –
-¿Eso es lo que quieres? –
Pregunté, Mizore negó con la cabeza.
-No… pero… –
-¿Qué más paso? –
Pregunté de nuevo. Mizore asintió.
-Lo hiciste con tu prometida… la chica que quiere un bebé… –
-¿Cómo se llama? –
-No sé… –
Se quejó Mizore llorando.
-¿No lo sabes? Tienes que recordarlo… –
Respondí, tocando su cara con el plumero, ella pegó su cara a él y lo quité. Mizore hizo una pataleta.
-Por favor… ya no me tengas asi… lo que sea es mejor que esto… –
-Es cierto, pero esto es castigo… te has portado muy mal… –
Respondí.
-Al menos dime qué fue lo que hice… –
Se quejó Mizore. Le quité la venda, su vista se fue inmediatamente a mi pantalón.
-Si todavía tengo que decírtelo, entonces no has entendido nada. Tendré que castigarte todavía mucho tiempo. –
Le amenacé. Mizore cerró los ojos.
-No lo sé… de verdad no lo sé… perdón… –
Se quejó ella. De todos modos, le faltaba claridad mental para responder correctamente.
-Entonces vamos a seguir… –
Respondí. Levanté el tubo, pero Mizore ya no intentó estimularse con eso. Supongo que entendió que si lo intentaba lo soltaría, en lugar de eso, me miró a los ojos.
-Quiero golpes… –
-¿Solo asi? –
Pregunté.
-Si vas a castigarme, que sean golpes… no esto… –
Respondió suplicando.
-Lo pensaré. –
Ella guardó silencio por un momento. Había que recuperar sus ánimos, pero me dije a mi mismo que aún era muy pronto para hacerlo con ella o soltarla. Le di una ligera bofetada, que ella recibió con una sonrisa. Luego pasé el plumero por su cuerpo. Sus pezones volvieron a endurecerse.
-¿De qué sirve que seas tan bonita si de todos modos eres una perra mala? –
Pregunté, sabiendo perfectamente cuál era la parte que importaba de esa pregunta, Mizore no pudo evitar sonreír, en parte por el cumplido, en parte porque todavía estaba intoxicada por el estímulo de antes. Abrió los ojos todo lo que pudo y me miró.
-¿Soy una perra bonita? ¿Onii-chan piensa que Mizore es bonita? –
-Claro que lo pienso. –
Respondí, acercándome y comenzando a acariciar sus pechos, Mizore se retorció por el estímulo y sonrió ampliamente. Me pasé al otro lado de la cama, ella expuso su trasero, inclinándose hacia atrás.
-Ahora voy a revisar si estás lista ¿entiendes? –
Pregunté. Mizore hizo lo que pudo para mirarme a los ojos, mi mano bajó lentamente a su entrepierna, estaba inundada.
-Estoy lista… estoy lista… estoy deseando que llegue… –
Respondió Mizore, empujando su cadera para que mis dedos alcanzaran su vagina. La toqué por unos momentos, y la dejé. Mizore reprimió un grito de frustración, su recompensa estaba tan cerca…
-No lo sé. Todavía no está muy mojada. –
Respondí, fingiendo un poco de decepción.
-No es verdad… seguro que está lista, si Onii-Chan quiere, puede servirse de mi cuerpo, ahora mismo… –
Mizore se puso frenética con eso, las cuerdas incluso sonaban con el movimiento. Por unos momentos, pensé que se romperían.
-Tengo mis dudas, no sé si me gustará… –
Respondí. Aquello era un insulto. Ella permaneció mirándome por unos momentos, sin decir palabra.
-Entonces… pégame… –
Respondió Mizore. Lo que sea con tal de no seguir asi ¿eh?
-¿Es asi como te he enseñado a pedir? –
Pregunté.
-No… por favor… Onii-chan, pégale a tu perra mala… –
Pidió Mizore. Le di una ligera nalgada a Mizore, muy ligera… demasiado. Tanta fuerza como la que usaría con Sanae, o incluso con Kurimo. Eso no era ni de cerca, suficiente para Mizore, que me miró visiblemente insatisfecha.
-¿Qué pasa? –
Pregunté, alejándome.
-Nada… –
-Entonces está bien. –
Respondí.
-No… espera… –
Se quejó Mizore.
-¿Qué? ¿No estás demandando demasiada atención? –
Pregunté, haciéndome el enojado. Mizore negó con la cabeza.
-Más fuerte… –
Pidió Mizore.
-¿Solo asi? –
Mizore se recompuso como pudo, batió la cabeza, llena de lágrimas y mocos, y me miró.
-Por favor, castiga a tu perra sucia y desagradable… por favor… marca mi cuerpo… –
Tomé la espátula y sus ojos brillaron. Me acerqué a ella con la espátula en la mano, extendí la espátula a su cara.
-Quiero que me digas ahora ¿En dónde estabas? Todo este tiempo… –
Mizore volteó a verme.
-Con… con mi prima… –
Respondió ella.
-¿Y no se te ocurrió pensar que tenías que estar aquí? –
Pregunté, molesto.
-Sí pero… –
-¿Pero? –
Pregunté, interrumpiéndola con un golpe en su espalda con la espátula. Las cuerdas que ataban sus muñecas se movieron mientras ella ahogaba un grito, arqueando su cuerpo. No diré que le di con fuerza, pero… es una espátula de madera, de todos modos.
-No podía… cosas de… chicas… –
Ah, ya entendí. No indagaré más en el tema. Mejor tomo otro enfoque. Mizore no pudo ocultar que estaba contenta con el golpe, asi que volví a pegarle, esta vez en uno de sus muslos.
-¿Cosas de chicas? Pero tú no eres una chica ¿Qué eres? –
Pregunté.
-Una perra… –
Respondió Mizore.
-¿Qué más? –
Pregunté, acariciando su cara con la espátula. Mizore sonrió.
-Una perra sucia y desagradable… –
Respondió Mizore, sonriendo.
-No. Eres MI perra sucia y desagradable. –
Respondí, corrigiéndola y golpeando con la espátula sobre su otra pierna. Eso hizo que Mizore me mirara encantada y con una sonrisa en el rostro.
-Es cierto… lo siento… soy la perra sucia y desagradable de Onii-chan… –
Respondió ella.
-¿Te burlas? –
Pregunté, haciéndome el enojado, aunque en realidad sabía perfectamente que ella estaba feliz.
-No… te juro que no es eso… es que… antes dijiste, que tu perra es una perra bonita y… –
-Lo dije. –
Respondí, ella se movió como tratando de acercarse. Estaba llorando.
-Por favor… Mizore quiere a su dueño… quiere a su dueño dentro de ella… como antes… –
Se quejó ella. Yo suspiré y me paré detrás de ella, Mizore se acomodó como pudo levantando su trasero. Sus muslos estaban escurriendo su néctar de amor a chorros a este punto. Coloqué mi pene en su entrada, ella tembló con el contacto, puedo asegurar que ella hacía lo posible por no venirse.
-Una vez más. –
Le dije, acariciando su espalda. Ella volteó como pudo.
-Onii-chan… por favor… perfora a tu perra sucia en su desagradable vagina… llena la vagina de Mizore con tu leche… –
Comencé a meter mi pene dentro de ella muy lentamente, su vagina comenzó a separarse y a succionar con un deseo impresionante, casi podía sentir que era ella quien estaba metiéndolo, pero no movió sus caderas para nada, permaneció inmóvil, lanzando un pequeño aullido.
Lentamente, muy lentamente, saboreando su interior y dejando también que ella saboreara su momento, su recompensa por haber soportado tanto.
Una vez que estuve dentro de ella, la sostuve de la cadera, acariciando su trasero con la otra mano.
-¿Y bien? ¿Cómo se siente? –
Pregunté, sin moverme.
-Estoy feliz de estar viva… –
Respondió ella.
-Claro que estas viva, esta tan caliente aquí dentro que es difícil creer lo mucho que me gusta. –
Respondí. Llevaba todo el rato halagándola en medio de todo el castigo. Mizore volteó a verme.
-Es porque… mi dueño es dulce, a pesar de que soy solo una perra… mi dueño me hace sentir especial… gracias… –
Poco a poco, Mizore comenzaba a sonar como su madre, también comenzaba a sentirse como ella. Pasé mi pene por todos los puntos que pude dentro de ella, moviendo mis caderas un poco, antes de comenzar a sacarlo lentamente.
La vagina de Mizore pulsaba como loca con cada pequeño movimiento.
-Onii-chan… yo… esto es demasiado… es mucho para una perra sucia… ¿me puedo venir? Por favor… por favor…
-No, no puedes… lo sacaré si terminas ahora… –
Respondí. Mizore asintió, comencé a moverme ligeramente más rápido. Mizore gimió con fuerza.
-¿Cómo se dice? –
Pregunté. Esperaba que ella dijera gracias, pero no fue eso lo que dijo. Comenzó a hablar cada vez que empujaba.
-Soy tu sucia… perra… inútil… indecente… llorona… y mentirosa… que no puede… mantener… las piernas… cerradas… –
Dijo. Eso fue lo primero que le obligué a decir, sonreí.
-Ah, lo recordaste… –
Respondí. Ella volteó a verme.
-Por supuesto… que lo recordé… es especial… –
No sentía que fuera especial para nada, pero por otro lado, pienso que para ella lo era, no por lo que estuviera diciendo, sino porque esa fue la primera vez que ella se sintió aceptada tal cual era.
-Dilo de nuevo y te dejaré venirte… –
Le dije, Mizore asintió, y seguí empujando. Ella realmente estaba teniendo problemas para contenerlo, lo sé porque tuvo dos escapes mientras hablaba.
-Soy tu sucia… perra… inútil… indecente… llorona… y mentirosa… que no puede… mantener… las piernas… cerradas… –
Comenzó a venirse luego de eso. Todo su cuerpo temblaba, pasé mi mano por debajo de sus piernas para acariciarla, pasé mis dedos por su clítoris, eso la hizo retorcerse, incluso fui un poco rudo y presioné con fuerza hacia arriba. Mizore gritó.
-¡No! –
Gritó. Retiré mi mano mientras sus muslos escurrían su néctar de amor. Mizore tuvo problemas para recuperar el aliento.
-Si haces eso… estoy sensible y… –
Comenzó a decir.
-Entonces, tal vez esto… –
Sosteniéndola de sus caderas, empujé su cuerpo hacia abajo. Eso la hizo separar las piernas por la fuerza. Soportó el dolor, ahogando un grito. Y la dejé.
-Duele… –
Dijo ella cuando la solté.
-¿Y que con eso? ¿Vas a quejarte? –
Pregunté.
– No… por supuesto que no… –
Respondió ella. La sostuve de las caderas y la empujé de nuevo hacia abajo. Las cuerdas volvieron a sonar. Esta vez no dijo nada, solo lo soportó. La calma había vuelto a ella ahora que había terminado, asi que pudo soportar el dolor un poco mejor. Su vagina no dejó de escurrir, eso también es cierto.
Volví a empujar sus caderas, esta vez con más fuerza.
-¿Es todo lo que pueden abrirse? –
Pregunté. Ella negó con la cabeza, luego respondí, jadeando.
-Si es necesario… Onii-chan puede romperme… no me importa… Mizore entiende que la vara de Onii-chan es grande, y no puede entrar bien si Mizore no abre bien las piernas… –
Dijo ella. Le di una nalgada.
-Halagarme no te va a salvar. –
Respondí.
-No quiero salvarme… Mizore es una perra feliz… Mi dueño dijo que soy bonita… incluso si me pega… me pega porque me quiere… –
Esas palabras fueron la explicación que su madre le dio a ella. Supongo que son responsables de que Mizore fuera como es. Las repitió en su mente tantas veces que ahora ambos conceptos estaban unidos.
La golpee con la espátula en el trasero. Eso la hizo dar un salto. Es que no avisé para nada.
-Pervertida. –
Le dije.
-Lo siento… –
Se disculpó ella.
-No me mientas, no lo sientes para nada. –
Me burlé. Mizore fue sincera.
-No pero… es lo que tengo que decir… para que me premien… –
Respondió ella, meneando su trasero de un lado a otro.
– … ¿Y qué clase de premio quieres? –
Pregunté, golpeando sus muslos. Mizore empujó su trasero hacia mí.
-El pene de Onii-chan está bien… –
Respondió ella.
-¿Y asi es como se debe pedir? –
-No… por favor… mete tu pene dentro de mí… –
Respondió ella. Aumenté la fuerza de la espátula en su trasero, solo un poco.
-¡Ah! Por favor… dale a esta perra desagradable tu pene… por favor… –
-Ladra. –
Respondí. Mizore no lo dudó ni un momento.
-Woof. –
Empujé mi pene con fuerza dentro de ella, su cuerpo dio un respingo.
-¡Premio!… Onii-chan… Gra…gracias. –
Dijo ella, tratando de tomar aire. Le di una nalgada con fuerza.
-Gracias ¿Por qué? –
Pregunté.
-Por usar la vagina de tu perra… Mizore es una perra feliz… –
Respondió ella. Me acomodé y eso hizo que su cuerpo temblara.
Comencé a empujar con fuerza dentro de ella, al principio ella respondió bien, pero poco a poco comenzó a sentirse… diferente. Fue entonces que reparé en las cuerdas que la sostenían. Su respiración no era como normalmente era y sus brazos estaban enrojecidos. Puede que no haya dicho nada porque le gusta esto, pero en realidad solo puedes permanecer colgado un tiempo antes de que empiece a ser peligroso.
Salí de ella, y solté las cuerdas.
La cara de Mizore cayó a la cama con un golpe sordo. Sus brazos, que evidentemente se negaban a responder, cayeron inmóviles al lado de ella.
-¿Se terminó? –
Preguntó Mizore, algo desanimada, porque había salido de ella para soltar las cuerdas.
-Ni creas… –
Respondí, tomando su trasero con ambas manos. Mizore estaba tan exhausta que no pudo hacer ni un movimiento.
-Ya me hartó el sonido de las cuerdas. –
Respondí.
-Ah, es eso… fue grandioso… nunca antes me sentí tan bien… –
Respondió ella, a media voz. Estaba muy cansada.
-Si quieres… puedes usarme más… no puedo moverme… –
Anunció Mizore, tratando de levantar la cara para poder hablar. Su vagina estaba completamente expuesta, y palpitaba. Es que estaba haciéndoselo hasta hacía un momento. Mi erección estaba en su punto máximo, asi que solo puse mi pene en la entrada de su vagina, que se separó automáticamente para dejarme pasar. Empujé con fuerza de nuevo.
Mizore comenzó a gemir mientras empujaba, me acerqué por la espalda para tomar uno de sus pechos y presionarlo. Mizore ahogó un grito contra las almohadas.
-Aww ¿Estoy siendo muy rudo? –
Pregunté. Mizore me miró.
-No… para nada… –
Respondió mientras trataba de jalar aire, iba a seguir molestándola, pero a pesar de todo lo que había hecho, estaba a punto de venirme. No tenía mucho tiempo. Levanté una de sus piernas sobre mi hombro mientras empujaba. A Mizore tiene que haberle gustado el cambio, aunque ahora mismo se concentraba en mantenerse consciente de lo que estaba pasando. Lo digo porque cuando lo hice ella empujó sus caderas lo poco que podía para acercarse.
Solté su pecho para concentrarme en lo que estaba haciendo. Pasé mi mano sobre su clítoris y ella tembló.
-Eso no… –
Se quejó. Comencé a empujar con todas las fuerzas que tenía, de forma que el sonido de los golpes y el sonido de sus gemidos estaban a la par. Mizore comenzó a venirse, sonreí y le di una pequeña palmadita sobre su clítoris. Eso hizo que todo su cuerpo se tensara, ella gritó.
-Awa… –
Una serie de pequeñas palmaditas sobre su vagina, apenas lo suficiente para que sonaran, hizo que Mizore perdiera el control por completo.
-Oh cielos. Oh cielos… Oh cielos. Oh cielos Oh cielos Oh cielos Oh cielos Oh cielos Oh cielos. Oh cielos!!!! –
Fue todo lo que pudo decir mientras se venía. Ese fue hasta la fecha, el orgasmo más intenso que yo le hubiera visto, y creo que ella también lo pensaba, me vine dentro de ella mientras lo hacía, pero eso ni siquiera le importó. Se dejó caer luego, temblando.
-Eso ha sido… sorprendente… Oh cielos. Oh cielos… me voy a morir… To-todavía… todavía me estoy viniendo… Oh cielos… –
Comenzó a decir, su trasero y sus piernas no dejaban de temblar con pequeños espasmos.
-Abrázame… por favor… te lo suplico… no puedo parar… grandioso… eso fue… grandioso… –
Hice lo que me pidió, pero Mizore tampoco pareció prestar atención a eso. Su respiración seguía entrecortada como si aún estuviéramos haciéndolo.
-Déjalo que salga… –
Respondí. Mizore asintió muchas veces con la cabeza, y trató de tranquilizarse. Poco a poco su respiración se normalizó.
-Mizore es la perra más feliz del mundo. –
Dijo, e inmediatamente después, se quedó dormida. Yo me recosté un momento. Había sido un dia largo. Pero creo que valió la pena. No es fácil, quiero decir, hacer felices a las cuatro el mismo dia.
———-
Luego de que Kurimo terminó, estaba felizmente acostada sobre mí, respirando con dificultad. En ese momento Akane entró en el cuarto.
-Espero que estés mejor. –
Comentó, pensé que se refería a mí, pero fue Kurimo quien asintió con la cabeza. Creo que esas dos habían comenzado a ser sinceras entre ellas. Eso estaba bien.
-Queda Mizore-chan. –
Comentó Akane.
¿Eh? ¿Todavía tengo que ir a donde Mizore? Cielos. Estaba exhausto, y siendo honestos, no quería hacer el ridículo. Akane encogió de hombros.
-Si quieres puedes dejarla como está. Ella estuvo mirando todo el tiempo, asi que eso debería bastar por ahora. –
Comentó, mientras se miraba las uñas. A mí no me engaña, ella también miraba, muy complacida, diría yo. Pero… esa no fue la parte que importaba.
-¿Qué quieres decir con “como está”? –
Akane encogió de hombros.
-Pues… en vista de que se va por allí si la dejas sola un momento… pues tiene que estar atada. –
Explicó Akane. Kurimo soltó una risita. Yo me puse de pie como pude.
-Es decir… la tienen atada… –
Comenté.
-Y vendada de los ojos. –
Respondió Akane.
-¿Por qué? –
Pregunté.
-Pues porque tienes que castigarla… pero si no tienes ganas de hacerlo ahora está bien. Ella puede esperar… atada… –
Se quejó Akane.
Creo que ella disfrutaba esta situación.
-¿No puedes soltarla por ahora? –
Pregunté, suspirando. Akane encogió de hombros.
-Quien sabe… puede que escape de nuevo. Necesita disciplina. –
Es decir, no la va a desatar hasta que no se hagan las cosas como ella quiere que se hagan. Y yo no puedo solo ir allí y desatarla, se me lanzará encima y seguro que eso hace que Akane se enoje.
Suspiré.
-Solo deja que me lave la cara. –
Respondí. Kurimo soltó de nuevo una risita.
Fui al baño después, y entre al cuarto de Mizore luego de eso, fue cuando sucedió lo que acabo de relatar.
Y una vez que Mizore estuvo dormida en su cuarto, la arropé, y salí del cuarto para ir a dormir. Es decir, tenía que trabajar al dia siguiente.
No. Esto no es ningún paraíso.