Haru No Yurei - Volumen 3: 27. La Dama de la Envidia
Durante el trayecto, Minase tomó mi mano mientras íbamos en el auto. Yo miraba el cristal para poder ver su reflejo y cuando ella se dio cuenta, sonrió.
El pánico la atacó después de unos momentos, estábamos a punto de bajar, ella puso su mano en mi hombro.
–Te advierto que no he practicado mucho. En realidad siempre termina antes de empezar. –
Explicó ella. Supongo que quería decir que no debería esperar mucho de ella. Pero es que ella ya había dado mucho.
–Bueno, en tal caso, tenemos que reponer el tiempo perdido. Podemos tener una práctica intensiva ahora. –
Le dije, y bajamos del auto. Pagué y el taxi se fue. Aquí había un montón de parejas pasando mientras se tomaban de las manos y se reían silenciosamente. Busqué el que pareciera más lujoso, cosa con lo que Minase parecía bastante complacida.
Aquí ni siquiera había una recepción. Solo pagabas y una especie de casillero te soltaba la llave.
Supongo yo que es para evitar que la chica pase un momento embarazoso. Caminamos a través de uno de los pasillos de alfombra roja. En el piso donde estaban los cuartos más lujosos que tenían. No voy a decir cuánto pagué pero si fue mucho. Otra cosa es que, pienso que este momento lo vale todo.
Minase se había limitado ahora a seguirme. Antes de entrar a la habitación, la 008, ella volvió a hacer una advertencia.
–Oye… verás… mi ropa interior podría no ser de lo más recatada… –
Explicó. Aquello también me pareció un poco extraño. Pero no dije nada, solo sonreí. Podían echarte por besar a una chica en el pasillo si alguien te veía. Son las reglas, pero me daban ganas de besarla.
¿Llevaba ropa interior sexy? Me preguntaba.
–No espero a una niña inocente esta noche, Minase. –
Le dije, y abrí la puerta.
Vaya, sí que era lujoso. Una cama enorme, espejos, un baño con una tina. Un sillón de esos que se usan para posiciones sexuales, y varios muebles con diferentes accesorios (todavía dentro de los empaques) por si necesitabas algún juguete o algo así.
Lo primero que pasó es que Minase cerró la puerta detrás de ella, y se pegó a mi espalda. Sus manos pasaron hacia enfrente y comenzó a acariciarme (No sé por qué eso sería extraño, pero lo era) el pecho con ambas manos.
–He pensado en ti… –
Dijo ella desde atrás, besó mi cuello.
–Mucho… mucho en verdad… Toshikane… –
Fue lo que dijo, casi susurrando en mi oído. Estaba tomando el liderazgo, no pienso que sea malo, pero fue tan sorpresivo que realmente no supe cómo actuar en ese momento. Minase comenzó a desabotonar mi camisa.
Eso no lo esperaba. Bueno, ella siempre fue más atrevida de lo normal. Quizá le quedaba esta actitud.
Quitó mi camisa con delicadeza, la dejé hacer porque cualquier cosa que hiciera ahora podría resultar contraproducente, me refiero a que en realidad estaba disfrutando esto.
Ella me soltó luego y pasó por enfrente de mí con una sonrisa en el rostro. Mientras la miraba caminar ella soltó el listón de su vestido que cayó al suelo.
Casi me voy de espaldas.
Para empezar, todo era demasiado erótico. Su sostén tenía aberturas, sus pantis también, había ligeros y encajes y esas cosas. Todo en color negro.
Es decir… Wow.
–¿Y bien? ¿Qué opinas? –
Preguntó, mucho más segura ahora que había visto mi reacción.
–Es decir… eres hermosa… –
Respondí. No era su cuerpo, lo admito, aunque sus caderas y su busto si crecieron un poco, pero es que su vestimenta y su actitud eran especialmente interesantes. Admito que me tenía en sus manos, aunque ella no supiera muy bien que hacer ahora.
Se acercó a mí y puso sus manos en mis hombros.
–¿Te gusta? –
Preguntó, quitando su cabello de enfrente. Pienso que su peinado fue pensado para encajar con su ropa interior más que con su vestido, aunque también se veía linda, lo admito.
–Me encanta. –
Respondí, justo antes de que ella comenzara a lamer mi pecho descubierto, sin dejar de mirarme. Esta mujer era mortal.
Se separó de mí en cuanto escuchó eso. No podía ir mas lejos por ahora, yo creo. Porque contorneándose caminó lejos, luciendo sus caderas y su ropa todo lo que se pudiera, y se subió a la cama.
–¿De verdad? Demuéstralo entonces… –
Dijo ella. Me relamí sin poder evitarlo. Ella soltó una risita, complacida.
–Ven a la cama… –
Llamó, y yo respondí. Una vez que estuve lo suficientemente cerca de ella, Minase se irguió, frente a mí, exponiendo lo plano de su vientre y el contraste de sus encajes negros y su piel blanca.
Me besó luego. Yo respondí el beso y puse una mano solo sobre su hombro. Comenzamos a besarnos así, pronto, ella comenzó a acariciar mi cabello.
–Te dejaré hacer lo que tú quieras conmigo esta noche… si olvidas lo que pasó aquella vez… –
Me ofreció ella. Minase siempre hizo esa clase de proposiciones. Todavía recuerdo aquello de “haré lo que tú quieras si tienes sexo conmigo”
–¿De qué hablas? –
Pregunté, ella siguió besándome, interrumpiéndose solamente para explicar.
–Hice el ridículo… te decepcioné… –
Explicó ella, comenzando a moverse hacia adelante y hacia atrás. Sus manos estaban en mi cuello así que no estaba tocándose, pero creo que si estaba sintiendo bastante placer en esto.
–Eso fue hace mucho tiempo… –
Respondí, cuando ella dejó de besarme. Me recomenzó empujando mi cara hacia su pecho. Sus pezones salían por las pequeñas aberturas que había en su sostén, que sin mentir, aparte de erótico, era elegante.
–Son para ti… crecieron para ti… –
Dijo Minase, acariciando mi cabello mientras lo decía.
Comencé a lamer sus pezones, muy lentamente, dejando que ella los saboreara al igual que yo, porque, bueno, no es lo mismo, tocarlos tú, a sentir la lengua. No puedes lamer tus propios pezones.
Y sinceramente, con lo mal que le fue, dudo que alguien más se halla dado tiempo.
–He esperado toda mi vida por este momento… –
Dijo, cuando lentamente, subí mi mano por sobre su vientre hasta alcanzar su pecho, sosteniéndolo con mi mano y apretándolo suavemente.
–Voy a hacerte muy feliz… –
Le dije, mi otra mano comenzó a subir desde detrás de sus piernas, jugando un poco con el listón de sus calcetas, la llevé lentamente hacia arriba, hasta que toqué su trasero, firme y redondo, adornado y presentado como si fuera un plato elegante.
Minase rio levemente.
–Eres un travieso… –
Dijo ella entre risas.
–No puedo evitarlo, esto es demasiado erótico para mi… –
Respondí. Ella me empujó levemente para separarse, bajó los pies y puso sus manos en mi cinturón. Quitó el cinturón y dejó que mi pantalón cayera al suelo. Luego quitó mi ropa interior del camino.
La mayoría de las chicas, te miran mientras hacen estas cosas. Minase no. Supongo que no era lo que ella estaba considerando como sexy. Lo que sí puedo decir, es que su forma de hacerlo era diferente. En ningún momento usó nada más que su boca, pero todo su cuerpo se movió para hacer el trabajo.
Puse las manos sobre sus hombros, pero en ningún momento intervine más que eso. No diré que no lo disfruté, no es que fuera muy buena, pero su estilo era diferente. Más maduro, si se le puede llamar así.
Me refiero pues, a que te miran porque esperan aprobación. Minase parecía mucho más segura de lo que hacía y de que te sentirías bien, no necesitaba tu aprobación.
En ningún momento se humilló. Eso también lo diré.
–Así que esto es una mujer… –
Comenté. Ella se detuvo, con trabajos pudiendo contenerse.
–¿Te gusta? –
Preguntó ella, sin levantarse.
–Si… –
Respondí, finalmente ella me miró, apartándose un poco para poder lucir su cuerpo.
–¿Soy rara? Mi forma de hacerlo… ¿es rara? –
Pregunté. Tengo la impresión de que ella había pedido consejos a alguien, pero no podría decir a quien.
–Es especial. –
Respondí, ella sonrió y se acostó elegantemente sobre la cama, exponiendo su trasero, yo me subí a la cara también, acercándome, ella puso su mano frente a ella.
–No niego que te amo, pero… no vas a dominarme… no me gusta ese modo. A ti… ¿te gusta el mío? –
Todavía estaba un poco asustada por todo lo que había visto de Sanae. Supuse que estaba bien si calmaba su conciencia un poco.
–Claro que me gusta, a cada quien lo suyo, Minase. –
Respondí, tocando su trasero que estaba girado para exponerlo hacia mí, ella metió su mano entre sus piernas y separó sus labios desde donde estaba para que yo pudiera mirar su interior. Aquel fruto rosado y cálido estaba llamándome. Minase sonreía satisfecha de que no pudiera apartar la mirada de sus partes privadas.
–¿Lo quieres? –
Preguntó ella.
Asentí con la cabeza y me acerqué a Minase. La besé y ella se dejó besar mientras usaba mi mano para explorar en busca de aquello que me estaban ofreciendo. Su trasero tembló cuando mis dedos pasaron por allí. Ella soltó una risita.
–¿Qué haces? Idiota… –
–Solo compruebo que estas lista. –
Respondí, introduciendo uno de mis dedos en su vagina, que se adaptó inmediatamente. Al parecer ella recordaba esto, porque se estremeció. Minase, sin embargo, giró la mirada.
–Si estoy lista o no estoy lista ¿Qué diferencia hay? Solo tómame… no pierdas el tiempo con tonterías. –
Respondió ella.
Moví uno de mis dedos dentro de ella y Minas soltó un gemido. Puso sus manos sobre la cama.
–¿Estas torturándome? ¿Es eso? No voy a caer… yo no soy ella… –
Apenas podía hablar y seguía pensando en esas cosas.
–Ah cállate… –
Respondí, tomando uno de sus pies y separándolo para hacerla voltearse. Minase quedó expuesta, con las piernas separadas, frente a mí. Empujó sus caderas hacia arriba y me miró.
–Así… así es como quiero esto… –
Dijo, empujando su vagina hasta hacer contacto conmigo. Puse mi pene en su entrada, y ella usó sus manos para sostener sus rodillas sin dejar de mirarme y sin dejar de sonreír.
Comencé a empujar lentamente, sus paredes se separaron para dejarme pasar. Hay que decir que, en todo caso, la posición ayudaba mucho a ensanchar sus paredes, en caso de que pasara lo que la vez anterior. Ella también estaba asustada de ello, lo sé por lo que dijo cuando estaba dentro de ella.
–¿Lo ves? No es más el cuerpo de una niña… ahora no estas decepcionado de mi… –
–¿De que estas hablando? Es perfecto. –
Respondí, inclinándome sobre ella para poner más presión en sus caderas, Minase separó sus rodillas todo lo que pudo para permitirlo, y como estaba básicamente sobre ella, comenzamos a besarnos mientras empujaba. es lo que se conoce como prensa de apareamiento.
–Pues demuéstralo, haz un desastre de mi… –
Respondió ella, mientras empujaba. yo puse una mano sobre sus pechos, mientras que la otra me sostenía de no caer directamente sobre Minase. Ella aumento el sonido de su voz. Sus pechos eran suaves, y ahora casi llenaban la palma de mi mano.
Si, había crecido bastante en realidad.
–¿Cómo está? –
Preguntó ella, tratando de controlarse. Lo cierto es que la cercanía, el ruido y el sudor de su cuerpo aumentaban su atractivo en un cien por ciento. Lo digo en serio.
–Excelente. –
Respondí, separando su sostén de encajes con cuidado para tomar su pezón entre mis dedos. Ella comenzó a gemir.
–No es justo… eres mejor que antes… yo estudié mucho… y aun así… –
Sus caderas comenzaron a moverse hacia un lado y hacia el otro.
–Estudiar no lo hace menos agradable. Minase. –
Respondí.
–Ya sé que no… pero… así no reacciona una mujer… –
Se quejó.
–Justamente, así es cómo reacciona una mujer. –
Le respondí, y comencé a besar su cuello, ella me abrazó inconscientemente, mientras sus paredes se contraían. Pude notar algo especial en ella al estar así de cerca.
–Hueles diferente… –
Le dije. Ella negó con la cabeza.
–No es verdad. –
Dijo ella, pero quitó su cabello con cuidado para dejar mi cara pasar por su cuello.
–Claro que si… me agrada mucho… –
Ella había usado perfume. No es que se notara demasiado, pero es que la gente no suele usar esa cosa. Minase debe haberse sentido acorralada, porque tomó el liderazgo de nuevo. Me empujó lejos de ella, caí en la cama y ella se puso sobre mí, acomodando su entrada en la punta de mi pene, mostrándome su cuerpo.
Al menos estaba más confiada que la última vez. Yo la contemple por un momento, parecía muy feliz de ser admirada tan de cerca.
–Se acabó el juego… solo quédate así… ¿entiendes? –
Preguntó ella. Puso una mano sobre mi pecho. La otra separó la abertura que sus pantis tenían con este propósito. Comenzó a dejarse caer lentamente, moviendo sus caderas hacia adelante y hacia atrás, supongo que para que no pasara lo que pasó la última vez. Yo sonreí.
–¿Lo has hecho así? ¿Antes? –
Preguntó ella, sonriendo. La respuesta era obvia. Cualquiera lo sabría.
–Nunca con una mujer… –
–¿Cómo está? ¿Cómo está mi interior? –
Preguntó ella. Apenas había entrado. Ella hizo un esfuerzo por contener el dolor, que debería ser mucho menor que en la primera vez, especialmente porque esta vez estaba muy mojada.
–Estoy en las puertas del cielo. –
Respondí, Minase sonrió, se pasó una mano por el cabello, y luego me dio una bofetada.
–Oye… –
Me quejé. Sostuve su muñeca.
–No me manipules… Yo no soy ella… –
Se quejó. Usé su brazo para jalar su rostro hacia mí.
–¿Piensas que te manipulo? –
Pregunté. Ella me dio un beso, usando su lengua, y comenzó a entrar lentamente más y más.
–Yo escogí esto… lo hago porque te deseo. No pienses cosas que no son reales. No te necesito. No me tienes dominada, y si escogí amarte, es por voluntad. Y puedo dejar de hacerlo si quiero. –
Esta niña estaba teniendo ideas que no tenían sentido. Es cierto que soy aprehensivo, pero yo no puse a Sanae en la posición en la que estaba ahora. Ella se puso sola allí. Y es su culpa…
No.
Es culpa de esta mujer precisamente.
Ella me la entregó.
Le di la vuelta, ella estuvo a punto de enfadarse cuando quedó debajo de mí. Pero es que yo me estaba muriendo por estar dentro de ella y esta chica es muy lenta.
No soy muy paciente que digamos ¿verdad?
–Te dije que… –
Comenzó a decir, pero se dejó besar porque estaba besando sus pechos.
–No puedo resistirme por siempre, eso ya deberías saberlo. –
Le dije. Ella me perdonó por mi insolencia.
–¿No puedes resistirte? –
Preguntó ella, acariciando mi cabello.
–Y ¿manipularte? ¿De qué me hablas? –
Pregunté, besando su cuello, ella siguió contorneando su cuerpo, mientras mi pene se abría paso y yo hacía todo lo que podía por no hacerlo de un solo golpe.
–Ya sabes de que hablo… dices cosas tontas, para endulzarme los oídos… y que haga lo que quieras… –
Dijo ella, con la respiración entrecortada. Una vez que estuve completamente dentro de ella, me erguí para mirarla a la caras.
–Eres tu quien me ha manipulado todo este tiempo… –
Respondí. Pude ver que eso la hizo enojar.
–Pues si no querías venir conmigo a la cita… –
–Déjate de tonterías Minase. No hablo de la cita. Hablo de todo. Todo lo que hice… lo hice porque tu así querías que fuera. ¿Quién manipula a quién? –
Eso la dejó en silencio.
Hablaba de que bueno, me acosté con ella la primera vez porque ella quiso que así fuera, me arriesgue a ir a la cárcel por ella, pelee con Sanae, me hice el novio de Kurimo, y de Sanae… todo siempre por cumplir con la voluntad de Minase.
–Siempre he sido tu juguete. Y ahora me hablas de que no quieres que te manipule… eso no tiene sentido. –
Le dije. Ella acarició mi cara, como si finalmente se diera cuenta de que ella nunca estuvo en esa posición tan desfavorable que ella pensaba.
–Eso no… –
–¿No? –
Pregunté, ella negó con la cabeza.
–No lo hice por tu mal… te juro que… –
La acallé con un beso en los labios, luego sonreí.
–No me molesta, Minase… –
Ella se quedó perpleja por unos momentos, solo por si acaso, ella preguntó después:
–¿Lo dices en serio? No estas enfadado… –
–¿Es tan raro que me gustes? –
Pregunté. Ella me acercó a ella y me besó de nuevo, comenzamos a besarnos, sus piernas me acercaron más ella. A pesar de que yo estaba encima de ella, era ella quien se movía, besándome.
–Demuéstramelo entonces… haz un desastre de mi ahora… –
Eso era un permiso para comenzar a moverme, lo único que pensaba en ese momento es en seguir el ritmo de sus caderas. Ella comenzó a gemir.
–Eres tan bueno… se siente tan bien… –
Me levanté un poco, y tomé sus piernas para colocarlas en mis hombros. En todo momento me ocupe de seguir su ritmo, así que estaba empujando lentamente, y muy profundo.
–No te detengas… por nada del mundo… –
Ordenó, mientras sus manos apretaban las sabanas de la cama. Ella estaba cerrando los ojos y mirando hacia otro lado.
–¿Duele? –
Pregunté. Porque como dije, estaba empujando tal vez demasiado profundo.
–No te preocupes por eso. Se siente bien… a mí me gusta… –
Dijo, usó una mano para tocar su clítoris. Yo solo me concentré en mirarla y sostener sus piernas. Poco a poco comenzó a faltarle el aire.
–Estoy en mi limite… –
Fue lo que dijo. Arqueó su espalda, y como levantó sus caderas, mi pene salió de ella mientras empujaba. Estando afuera, ella se vino con un gemido.
Salpicó un poco. Ni siquiera me importó. Y solté sus piernas, que ella dejó caer a los lados de donde yo estaba, se recostó en la cama y se rio levemente.
–Adelante… atácame… estoy indefensa ahora… –
Dijo mientras se reía. En lugar de simplemente entrar en ella y moverme, hice algo mejor. La tome de la mano y la jalé hasta donde yo estaba. Ahora estábamos de frente, muy juntos el uno al otro.
–Wow… –
Fue lo que dijo. Puse una mano en su espalda para no dejarla caer.
A Minase no le gusta sentirse acorralada o forzada, y esta posición deja mucha libertad a la chica para que pueda hacer lo que quiera. Es una de las mejores en esta situación. Minase poco a poco se dejó caer sobre mi pene, por su voluntad. Me abrazó también.
–¿Te agrada así? –
Pregunté.
–Sabes cómo agradar a una mujer… puede ser que así me guste más… –
Dijo, y comenzó a mover sus caderas. Yo puse una mano en su espalda para que no cayera, y usé la otra para tomar su trasero.
–¿Cómo se siente? Mi interior… ¿Te gusta? –
–Es excelente. –
En cierto modo, si era un sexo mucho más maduro que el que tenía normalmente. Aun así, Minase estaba siendo delicada, en ningún momento trató de imponer nada o usar fuerza. Era una mujer, que esperaba que la trataras acorde.
Esta posición me permitió empujar un poco más rápido que antes, pero quería llevar su ritmo, el que a ella le gustaba. Era su día después de todo, y tengo la impresión de que esta es la clase de sexo que le gustaba ella.
–¿Solo así? –
Preguntó ella, abrazándome con fuerza.
–Esta tan húmedo, tan apretado aquí dentro… es lo mejor… –
Minase comenzó a besarme el cuello apasionadamente, hablándome en pequeños susurros.
–Estás tan duro… y caliente ahí dentro… –
Sus manos recorrieron mi espalda, como buscando lentamente por algo a ciegas. Digo a ciegas porque su rostro estaba en otra parte. Sus gemidos se hicieron más altos al tiempo que ella aceleraba el ritmo un poco. Al menos ya no parecía determinada a ser silenciosa.
Yo apreté un poco su trasero. Minase lamió mi oreja.
–Pervertido… –
Me susurró.
–Lo dice la que trae la ropa interior más sexy que yo haya visto en mi vida… –
Respondí, moviendo la mano que usaba para sostener su espalda hasta donde estaba
–¿Te gusta mi ropa interior? La compre justo para este día… ¿Qué piensas? –
Preguntó ella.
–Es muy erótica… te queda, Minase. –
Respondí.
–Se siente mejor que antes… esto es asombroso… –
Dijo ella, aumentó el ritmo de nuevo. Ahora podía escucharse el sonido de mi pene entrando y saliendo. Eso la excitó, todavía más cuando tomé uno de sus pechos y ella comenzó a mover sus caderas de forma diferente.
–Está tocando todos mis puntos… voy a venirme de nuevo… –
Se quejó.
Pero como ahora el estímulo era más rápido y además se estaba moviendo diferente yo también estaba a punto de venirme. Minase se abrazó a mí con fuerza, sin dejar de mover sus caderas.
–Mi mente se volverá jalea. –
–Minase… voy a venirme. –
Le avisé, si quería que lo sacara, el momento era ahora.
–¡No me sueltes! –
Gritó Minase. Ni falta que hacía, porque mientras se venía, se aferró a mi espalda y clavo sus uñas. Soporté el dolor mientras llenaba su interior.
Permanecimos así unos momentos luego eso. Tratando de recuperar el aliento.
Minase se bajó después y fue al tocador.
–Espera aquí… –
Dijo mientras bajaba de la cama. Esperaba no haber hecho algo mal. Suspiré.
Minase no se demoró gran cosa en el baño, cuando salió, sus prendedores estaban en sus manos. y su listón también. Ella había deshecho su peinado.
–Me di cuenta de que estás cuidando mi cabello… –
Dijo.
–Ahora ya no debería haber problema. –
Agregó, arrojando los prendedores a un lado de su bolsa, que estaba en uno de los muebles.
–No había problema en primer lugar. –.
Respondí. Minase sonrió sádicamente.
–Claro que lo había. Estoy tratando de que enloquezcas por mi aquí. Yo ya tuve lo que quería. Ya estoy loca por ti. Ahora te toca a ti… y estás conteniéndote. –
Dijo ella.
Se subió a la cama luego, a gatas, y se dio la vuelta, exponiendo su trasero.
–Vamos, eres un hombre. Sé que quieres hacerlo con fuerza. Esto es como un sueño pero… no es justo si solo yo lo disfruto. –
–¿Estas segura? –
Pregunté. Ella separó sus nalgas con una mano, exponiéndose.
–Más que segura, mi cuerpo me lo está pidiendo… –
–De acuerdo entonces. –
Respondí con un suspiro. Yo todavía tenía la erección, así que no hubo problema, pude ver cómo un poco de semen escurría de su vagina antes de volver a entrar.
Minase se recostó por completo sobre la cama, solo levantando su trasero, yo me ocupe de sostenerla
–Lo siento entrar… es justo… como lo recuerdo… –
Dijo Minase.
–Me alegra que te acuerdes de mi… –
Respondí.
–Yo nunca lo tuve… al tú que es una bestia… –
Aseguró ella mientras comenzaba a entrar.
–Espero que no te arrepientas… –
Respondí, sonriendo y acariciando su espalda.
–¿De qué hablas? Yo… soy una mujer… no me importa si no te casas conmigo, ni ninguna de esas cursilerías… hazlo apropiadamente… –
Respondió Minase, comencé a usar un poco de fuerza al momento de empujar, ella arqueó su espalda levantando su trasero y puso sus manos sobre la cama, volteó a verme.
–Así… así… esta tan profundo… –
–¿Te gusta? –
Pregunté. Ella asintió. Luego miró al frente. Había un espejo frente a nosotros.
–Si me gusta… se siente rico… usa mi cuerpo… dime que te parece… ¿es lo suficientemente bueno? –
Preguntó ella.
–Claro que si… es maravilloso… –
Respondí, eso hizo que ella abriera sus piernas un poco más.
–Soy feliz… soy feliz… –
Aseguró ella, pasé mi brazo por encima de sus hombros, y tomé una de sus manos, para halarla a mí.
–Toshikane… dime… ¿Cómo es? Tenerme… para ti… –
Preguntó ella, su respiración se hizo más acelerada a medida que golpeaba su trasero.
–Es lo mejor… –
–Mentiroso… –
Respondió ella, y puso una mano para alejarme. Me detuve. De algún modo, sus músculos se tensaron. Creo que ella tenía otras cosas en la cabeza ahora.
–No me digas cosas que no son verdad. No hagas eso… –
Dijo. Apenas podía respirar y seguía reclamando, traté de volver a empujar y ella me detuvo.
–Prefieres a Onee–chan… dilo… –
Dijo ella, algo muy raro porque estaba balanceando sus caderas y estimulándome. Pero no me dejó empujar.
–Pero… –
Iba a decir que se equivocaba, pero ella golpeó la cama con el puño cerrado.
–Soy la segunda opción… la que queda al final… sé honesto… dilo y lo aceptaré como la estúpida que en realidad soy… –
–Minase yo… –
–¡Vamos! –
Dijo, sus paredes comenzaron a secarse, esto era malo. Estaba llorando aparte.
–Usa mi cuerpo de una vez… úsame… úsame para que pueda irme a casa creyendo que gané. –
Y así, sin más, comenzó a llorar amargamente. Por supuesto que se secó, creo que ir al tocador le estaba haciendo más mal que bien. El tener tiempo de pensarlo era lo que la hacía reaccionar así. Aun con todo… ¿Por qué es que era tan difícil hacer que ella perdiera el control? ¿Era tanto su miedo de no ser manipulada que no se dejaba llevar? O es que algo estaba incompleto.
–¿Crees que no lo sé? ¿Crees que no me di cuenta de cuándo ocurrió o por qué? Sé bien que perdí. Hazlo ahora. Usa mi cuerpo. Déjame creer que gané y será todo. –
Creo que el modo en que ocurrieron las cosas le pusieron la idea en la cabeza a Minase de que yo busqué a Sanae por lo que le pasó el día que perdió su virginidad.
Ahora mi pene estaba atorado dentro de ella y si lo sacaba seguro que le duele.
Me moví solo un poco y ella lanzó un chillido. Es decir, estaba seca.
–¿Qué haces? –
Preguntó ella, volteando a ver enfadada.
–Pues… –
–Sácalo… –
Ordenó ella, y cerró los ojos. Creo que en ese momento se dio cuenta de que estaba seca.
–Lo arruiné… no sé porque tengo que ser tan estúpida… es justo como aquella vez… ¡sácalo! –
Hice como me pidió. Minase comenzó a ponerse el vestido en ese mismo instante.
–¿Te vas? –
Pregunté, un poco contrariado a decir verdad. Minase asintió con la cabeza.
–No puedo ni siquiera mirarte a la cara ahora. Es decir… ya vez… ni siquiera puedo complacer al hombre que amo. Todo el tiempo que te hice perder… –
Y batió la cabeza.
–Me voy… ve con Onee–chan… hazla feliz. –
Dijo. Me puse frente a ella.
–No quiero que te vayas. Por favor. –
Pedí. Ella puso cara de enojada, pero más bien ahora recordaba a un gatito molesto.
–Déjame… Yo no puedo ser como a ti te gusta… Yo no soy como ella. Quisiera ser como Onee–chan, tan sumisa y boba, y que bastara una palabra y… –
Se limpió sus lágrimas con las mangas del vestido.
–Pero ya lo viste… no estoy mintiéndote. Yo no soy así. Todos estos preparativos y… lo arruiné de todos modos. ¡De todos modos mi estúpido cuerpo no funciona! –
Se quejó ella con una pataleta y trató de pasar de mí.
–Solo tenemos que buscar… –
Iba a decir, pero ella se volvió a mi enfadada.
–¡No quiero! en verdad… ya no quiero… te amo con locura, en serio. Pero no puedo ser lo que tú quieres que sea. –
Me dijo ella. Fue entonces que me di cuenta, ella estaba comprando cosas que no tenía n nada que ver. No puedo decir que no lo viera venir. Desde el principio ella se quejaba de que sus pechos eran más bien pequeños, creo que tenía demasiados complejos.
Dijo ella, y quiso irse de nuevo. La tomé de la mano.
–¿No vas a preguntarme a mí que es lo que quiero? –
Pregunté. Ella se detuvo, se limpió nuevamente las lágrimas, y soltó su bolsa.
–¿Qué quieres? –
Dijo ella.
–Quiero a una mujer. Una de verdad. Eso es lo que quiero. Posiblemente no sea siempre, posiblemente ni siquiera la merezco, pero eso es lo que quiero. Ahora mismo. No me importa Sanae ahora, ni ninguna otra que no seas tú. –
Aseguré.
Minase me dio una bofetada muy leve, pero al menos ya no estaba triste o llorando. Creo que halagarla tenía su mérito aquí, aunque no fuera a comprarme su confianza.
–Manipulador. –
Dijo, di un paso hacia Minase y ella me puso una mano en los hombros.
–Entonces… ¿no se puede? –
Pregunté, ella se dio la vuelta, y balanceó sus caderas de vuelta a la cama.
–Si me dices… ¿Cómo vas a hacer para que mi cuerpo funcione? Entonces te creeré. –
Dijo ella, y se sentó en la cama. Cruzó las piernas elegantemente mientras me miraba. Algo estaba incompleto, y yo tenía que descubrir qué era.
Yo me acerqué lentamente e iba a besarla cuando ella puso su mano en mi cara, y soltó una risita.
–No será mi culpa si después no vale la pena ¿comprendes? –
Dijo ella. Yo negué con la cabeza.
–No veo por qué… –
Respondí, y la besé en los labios, Minase lentamente me devolvió el beso, mientras subía mi mano sobre sus rodillas, debajo del vestido. En medio de su pequeña crisis (O debería llamarlo pataleta) ella no se había puesto ropa interior, así que cuando separó las piernas puse tocarla directamente, estaba cálido, y ella estaba mojándose de nuevo.
–Deberías quitarte ese lindo vestido… –
Le dije, mientras la besaba, ella puso su mano en mi mejilla y dejó de besarme.
–¿Por qué? –
Preguntó ella, de manera juguetona, mis dedos comenzaban a acariciar su vagina y ella tuvo un pequeño espasmo cuando lo sintió, separó sus piernas un poco más.
–No me importa el vestido… tengo más… –
Respondió Minase, jugueteando con sus manos sobre mi pecho, lentamente fui empujándola hasta que ella estuvo acostada en la cama, levanté su vestido lentamente hasta dejarlo en su cintura, ella separó sus piernas y yo metí un dedo dentro de ella. Minase sonrió.
–Admiro a un hombre amablemente insistente… pero ¿Estás seguro de que prefieres pasar tiempo conmigo y no con Onee–chan? Seguro que es más fácil para ti. –
Aseguró Minase, haciéndolo parecer una broma. Eso me hizo comprenderlo, Minase bromea con las cosas que son serias. Ella es así.
El complejo más grande que tenía era este…
–Me gustas más que Sanae. –
Respondí, besando su cuello. Y entonces, algo hizo clic dentro de ella. Sus paredes se contrajeron y ella se mojó, me quedé estático por un momento, ella también, y me miró.
–Eso no es verdad… di que no es verdad… –
Apuró Minase, contrariada y asustada, porque ambos nos dimos cuenta, de que escuchar eso le gustó, más de lo que ella misma pensaba.
–Pero es verdad. –
No había forma de que dijera lo contrario ¿O sí? No. No la había. Minase enloqueció después de eso. Me golpeó el pecho con ambas manos.
–No me digas esas cosas… tonto… –
Se quejó, yo coloqué mi pene en su entrada, sus paredes comenzaron a tratar de succionar, incluso Minase se dio cuenta de que aquello no era como normalmente era.
–Pero a tu cuerpo le gusta… –
Respondí.
–Manipulador… mentiroso… idiota… –
Me reclamó, pero no estaba llorando, todo lo contrario, estaba muy excitada.
–Es la verdad… eres más mujer que ella, eso no es un secreto… –
Le dije mientras continuaba estimulándola, ella ya no se resistió, comenzó a gemir y cada vez que le decía una palabra su vagina lubricaba más y más.
Aquí había algo más que solamente crecer. Era una razón un tanto… oscura por decirlo de alguna forma, pero fue muy obvio que el hecho de que le dijeran que era mejor que su hermana mayor la hacía enloquecer. No era muy amable de su parte, pero eso no tiene importancia ahora.
–Le diré lo que has dicho… se enojará… contigo ¿Lo ves? No lo hará nunca otra vez… –
Aseguró Minase.
–No me importa… mientras pueda tenerte a ti… –
Minase se abrazó a mi cuello. Cambió por completo su perspectiva cuando comenzó a acercar sus caderas hacia mí.
–A mi puedes tenerme siempre, seré tu amante, una amante de verdad… –
Aseguró Minase.
Le dije. Minase se hinchó el orgullo cuando abrí su vestido, sus pezones estaban erectos, me fui sobre de ellos cuando me los mostró
–Quizá debería casarme contigo en vez de ella… –
Minase negó con la cabeza, comencé a abrirme paso en medio de sus piernas, estaba muy extrema y muy caliente, más de lo que nunca había estado conmigo.
–No me importan sus cursilerías… puede quedarse con ello… a mí no me interesa… si puedo tener esto para mi otra vez… –
Ella se contorneó para acomodarse, luego me tomó de la cara y me hizo mirarla.
–Ya sé que son mentiras… –
Dijo ella, iba a decirle algo, y ella me puso un dedo en la boca.
–Shhh… No me importa ahora… Solo… hazme creerlo… hazme creerlo… –
Comenzamos a besarnos mientras mis manos se ocupaban de tocar sus pechos.
–Te prefiero a ti… –
Le dije, Minase perdió el aliento cuando empujé con fuerza dentro de ella, clavó sus uñas en mi espalda.
–Si… eso es… eso es lo que quiero… –
Respondió Minase, comencé a empujar con fuerza. Minase comenzó a hacer lo posible para seguir el ritmo mientras continuaba aferrándose a mí.
–Soy una pésima hermana… ¿No es cierto? Estoy aquí… haciendo cosas sucias… con el marido de Onee–chan… y me gusta mucho… –
Gimoteó Minase, arrastrando sus uñas por mi espalda. Creo que esta chica tenía un algo con eso, pero traté de no prestar atención y de concentrarme.
–Eres mejor que ella… –
Respondí, apretando sus pechos un poco. Las paredes de Minase se contrajeron.
–Mas… más… dímelo más… hazme más cosas… –
Aumente la fuerza y el ritmo a medida que Minase iba alzando más y más el volumen de sus gemidos.
–Algo está pasando… mi cabeza se hará nudos… –
Se quejó ella.
–Pienso en Minase cuando estoy en casa… –
Le dije al oído. Ella me abrazó del cuello. Agradecí que soltara mi espalda. Pero ahora no pudo soportarlo.
–Me vengo… –
Me dijo al oído y luego me soltó en medio de su orgasmo. Me detuve un momento. Minase sonreía mientras trataba de recuperar la respiración.
–Más… –
Fue lo único que dijo, luego se acomodó como pudo y se dio la vuelta.
–Está bien si quieres ser malo… –
Me dijo, exponiendo su trasero hacia mí, yo la tomé de las caderas y entré de un solo golpe, sorprendentemente fácil.
–¿Estas bien? –
Pregunté, porque ella ahogó un grito, Minase me miró con lágrimas en los ojos, pero no había perdido su sonrisa.
–Me siento bien… mi cuerpo se siente bien… estoy flotando… –
Dijo Minase, apretó sus caderas un poco, y las balanceó coqueta.
–Quiero más… vamos… hazlo… –
Insistió después.
–A la orden… –
Respondí, y comencé a empujar, Minase se fue al cielo después de eso, hablo de que ni siquiera quiso controlar el volumen de sus ruidos.
–Quiero llevarme un buen recuerdo de esto… –
Le dije a Minase, mientras me ocupaba de llegar a sus partes más profundas.
–No lo necesitas… puedes tenerme más… puedes hacer más esto conmigo… lo mantendremos en secreto de Onee–chan… no le diremos que… –
Minase dijo todo eso a media voz, mientras luchaba por tomar aire.
–¿No quieres que se lo diga? ¿No quieres decirle que pienso que tú eres más bella? –
Pregunté, golpeando el mismo clavo. Eso hizo que Minase enloqueciera por completo. Su vagina a este punto escurría tanto que difícilmente era capaz de mantener mi pene dentro de ella.
–Díselo… dile que soy mejor… dile que disfrutas más conmigo… –
Respondió ella, estaba llorando.
–Le diré que tu cuerpo es más suave que el de ella… más delicioso también… –
Le dije, Minase levantó sus caderas un poco.
–Va a llorar… harás que esa niñita se ponga a llorar… –
Respondió Minase, quien sonaba extrañamente contenta con la idea. Lo encontramos Minase.
Encontramos aquello que te hace enloquecer.
–Es que… estoy cansado de callármelo… –
Respondí. No era por mí. Era por ella.
–También yo… también yo estoy cansada de quedarme callada… No es justo… yo soy mejor… te complazco más… –
–Por supuesto… –
Respondí, y la sostuve con fuerza mientras llenaba su interior. Minase arqueó su espalda, viniéndose también. Era un orgasmo bastante intenso y pronto, ella estaba acostada en la cama, sin aliento.
–Vaya… así que… si puedo… –
Fue lo que dijo, a media voz y con la respiración todavía entrecortada. Yo suspiré y acaricié su espalda. Minase se retorció.
–Eres grandiosa… –
Le dije. Minase me miró por un momento.
–No tenías que decir eso… –
Dijo ella. Creo que hablaba de lo que dijimos sobre Sanae.
–Eran mentiras ¿cierto? –
Preguntó Minase. Estaba temblando.
–No. –
No puedo admitir que era mentira, al menos no así. Es que… no puedes decirle a una chica a la cara que su hermana es mejor.
–Claro que si… admítelo… –
–No voy a admitir algo que no es cierto. –
Respondí.
–¿Por qué no? –
Preguntó Minase.
–Pues… porque no lo es… –
Respondí. Minase bajó la cabeza.
–Soy una horrible persona. –
Declaró. Yo suspiré.
–Es decir. Yo estaba siendo honesta… es decir… yo… soy un monstruo. –
Se quejó Minase, y comenzó a llorar.
–¿Te arrepientes? –
Pregunté. Minase asintió.
–Nunca debiste decirme eso… –
Se quejó ella, llorando.
–Al contrario, pienso que fue una buena idea. Una vez me preguntaste, que era lo que alguien podía decirte para que enloquecieras… bueno… resulta que bastaba con decir la verdad… –
Respondí, encogiendo de hombros.
Sí. Al menos frente a Minase, a solas, lo sostendría. Nada ganaba con desmentirme a mí mismo en estas circunstancias, y sé que en su corazón quería creerlo. Aunque…
–Pero yo no soy una mala persona… –
Se quejó Minase.
–Nadie ha dicho algo como eso… –
Repliqué, Minase se acomodó, sentándose sobre la cama.
–Pero yo si lo digo… es decir, no es normal. Me siento horrible. –
Se quejó ella. Yo suspiré. No sé hasta qué punto era una buena idea decirle que… estas cosas pasan. Creo que ella siempre tuvo envidia de Sanae. Lo mejor que podías decirle, es que ella era mejor, aunque eso la hiciera sentir mal en teoría, eso es lo que ella quería escuchar en realidad.
–¿Qué hacemos ahora? –
Preguntó ella, mirándome con detenimiento y colocando sus manos bajo su barbilla.
–Pues, tu eres la que siempre decide que es lo que hay que hacer… –
Respondí, sonriendo. Minase negó con la cabeza.
–Si intento ir más lejos, seguro que Onee–chan me odia. Yo no quiero que me odie, también quiero que ella sea feliz, pero… bueno… creo que quiero tener esto más veces. No quiero volver allí…–
Explicó Minase, casi se pone a llorar.
–No tienes que volver… –
Intente decirle, pero ella negó con la cabeza.
–Si tengo que… sobre todo después de hoy. –
Explicó ella, sentándose en la cama con expresión desanimada. Me acerqué a ella y me senté a su lado.
–¿Qué quieres decir? –
Pregunté, ella me miró y sonrió como avergonzada de que yo no comprendiera.
–Creo que a estas alturas ya te has dado cuenta de la clase de persona que soy, no tiene caso seguir escondiéndome, eres de Onee–chan, y de Hatami–chan, y de tu esposa… y de la chica que llegó el otro día. No hay sitio para una más. –
Explicó Minase. Luego batió la cabeza.
–Y aunque lo hubiera, tú mismo lo dijiste, no sería yo… –
Dijo ella. No parecía devastada (al menos no como Kurimo lo estaría por algo así, quiero decir.) pero es que ella nunca mostraba esas cosas. Casi siempre se escondía bajo esa fachada de “Nada me importa” y aunque se lo agradecía a veces (Porque no hacía dramas innecesarios) también era muy obvio que una gran parte de lo que estaba diciendo era mentira.
–Dices que no importa lo que haga, no puedo tenerte más… –
Respondí. Esa respuesta la descolocó, porque no era para nada lo que ella esperaba escuchar.
–No… no es eso… pero… –
–¿Pero? –
Pregunté, sonriendo y mirándola lascivamente, ella se dio cuenta y retrocedió.
–¿Qué puedo darte yo? yo ni siquiera soy como ellas, y… mi cuerpo no es tan bueno… y seguro que piensas que la única razón por la que estoy contigo es por robarte de Onee–chan y… –
Me puse de pie. Minase se rio nerviosamente.
–Que sea un secreto… –
Dijo ella. Yo negué con la cabeza.
–No quiero mantenerlo en secreto… –
Respondí.
–Pero… se va a enojar… y… –
–No me importa… –
Respondí. Y después de eso, Minase se enojó conmigo.
–Eres un manipulador… –
–Bueno… algo tenía que aprender de ti ¿No es cierto? –
Pregunté, tomándola de la mano, ella no se resistió. Llevé mi otra mano a su entrepierna de nuevo.
-Hazlo de nuevo… –
Pidió cuando comencé a acariciarla, incluso se acercó todo lo que pudo hacia mí. Puso una mano en mi hombro para obligarme a besarla luego.
Ni siquiera puedo recordar con exactitud cuántas veces fueron. Estaba a punto de amanecer cuando salimos de allí. Minase se dio un baño antes de que saliéramos del hotel, luego hizo su papel de señorita digna:
-Tengo que irme pronto. Mi madre no sabe que no he llegado a dormir con Onee-chan. –
Dijo, tomando sus cosas, yo estaba peinándome, porque en realidad, faltaba poco tiempo para ir a trabajar. Ni que hacerle, tendría que trabajar como estaba.
-Sobre lo que pasó antes… –
Comenzó a decir. Yo voltee a verla y ella bajó la mirada.
-No digas nada a Onee-chan… por favor… –
Dijo finalmente, yo sonreí.
-Es que… ella está muy encandilada contigo… le partirás el corazón si se lo dices… –
Explicó Minase.
-¿Y a ti no? –
Pregunté, ella negó con la cabeza.
-Yo te amo diferente… –
Dijo, girándose para que pudiera verla. Yo me acerqué a ella y puse mi mano en su hombro.
-Te dije que tomaría responsabilidad por lo que dije. Seguro que Sanae sabe que pasamos la noche juntos, pero no tengo intención de contarle los detalles, mucho menos si sé que le dolerán. –
Respondí, Minase asintió y se volvió hacia mí.
-¿Entonces? ¿Es nuestro secreto? –
Preguntó ella, sonriendo, yo asentí, y entonces fue que salimos de allí.
**(Ultimo Capitulo pre-examen)**