Haru No Yurei - Volumen 3: 26. Cita Elegante
Pensativo como estaba, me percaté tarde de un mensaje que había en mi celular. Era de Kurimo. Tenía al menos una hora que había llegado.
Decía:
“Minase–chan está emocionada. Creo que esto fue una buena idea después de todo. ¿Quieres que esperemos por ti fuera de tu trabajo? O prefieres venir al centro comercial tú solo. Espero que no tardes mucho en salir y Minase–chan también lo espera.”
Miré el mensaje por un momento. Creo que… sería mejor si soy yo quien va a su encuentro. Respondí el mensaje tratando de sonar alegre para que Kurimo no fuera a enfadarse o a sentirse ofendida con ello. Hay que recordar que esas cosas son importantes aquí. En eso estaba cuando Yagami… bueno, mi secretaria se acercó al escritorio.
–¿Tienes tiempo después del trabajo? –
Preguntó ella con voz temblorosa. ¿Por qué me hablaba así? Me preguntaba. De mala gana tuve que rechazar cualquier cosa que ella quisiera en ese momento. Es que ya había planeado esto.
–Lo siento. Tengo algunas cosas que hacer… –
Respondí, sin pensarlo demasiado. Ella bajó la mirada. Decepcionada.
–Quien lo hubiera dicho… –
Murmuró ella en voz muy baja. En ese momento, recordé que era Yagami–san de quien estábamos hablando. No es por nada, pero todas esas cosas tenían mi cabeza ocupada. Sonreí para tratar de mejorar el ambiente mientras respondía.
–Tal vez en otra ocasión. –
Le dije, pero siendo sinceros, no estaba planeando realmente que hubiera esa ocasión. Ella se dio la vuelta y se fue.
Yo lo pensé por un momento. Me di cuenta de que… no la odiaba. Había odiado a Akane cuando me rechazó… y me dolió bastante cuando Yagami se graduó y se fue sin más. Pero ahora mismo, yo no odiaba a Yagami.
Es que realmente no tenía el tiempo ni la salud mental para eso ahora mismo.
En lo único en lo que estaba concentrado, era en no cometer errores con esto, porque era mi primer día, y si se puede, en no arruinar la tarde con Minase, porque es su cumpleaños.
Admitámoslo. Era estúpido pensar que habría espacio siquiera en mi vida para cualquier cosa que tuviera que ver con ella fuera del trabajo. ¿Pensaría igual si ella aun me gustara? Me preguntaba. No lo sé.
¿Hace cuánto que no “me gusta” una chica?
No tengo idea.
Rayos… la vida es extraña. Rápida y lenta a la vez. Ya ni siquiera me sentía como antes. Dejé de ser fantasma hace mucho y no había tiempo para pensar en ello siquiera.
En todas estas cosas estaba cuando finalmente dieron las cuatro de la tarde. La hora de la salida. Afuera el sol estaba menos intenso y una brisa fresca nos recibió a todos a la salida del edificio. No vi más a Habara ese día. Tampoco vi a Yagami. A quien si vi a la salida fue a Masahiro–san, quien parecía también apurado por hacer algo.
Lo único que hice, fue salir del trabajo, comprar algo para beber, y luego tome el camino que iba al centro comercial.
––––––––––
Una vez en el centro comercial, me encontré con Kurimo y con Minase en lo que podríamos llamar, el pasillo de la ropa. Kurimo se acercó a saludarme mientras (un poco extraño, lo admito) Minase me miraba con algo de timidez y me saludaba con la mano.
–¿Cómo ha ido? –
Preguntó Kurimo, tratando de acercarme a Minase. Ella me sonrió y asintió, en señal de que secundaba la pregunta.
–Bueno, hay mucho que tengo que aprender, pero para ser un primer día, no está tan mal… otra cosa es que no es precisamente un sitio donde haya muchos jóvenes. Soy el más joven de allí, creo. –
Comenté.
–Bueno, Hatami–chan me dijo que es una compañía grande. –
Comentó Minase. En cierto modo, me pude dar cuenta de que ella estaba tratando de llamar la atención, o por decirlo de un mejor modo, estaba tratando de llevar la conversación hacia ella, que… bueno, es la cumpleañera.
–Si bien, no me gusta hacer alarde de esto, pero sinceramente si es un lugar muy grande. Mi escritorio es un sitio pequeño, de todos modos. –
Respondí.
Kurimo me empujó levemente, acercándome a Minase.
–¿Qué pasa? –
Pregunté, Minase me hizo notar que ella llevaba zapatos nuevos. De hecho, toda su vestimenta era diferente, con un vestido largo y zapatos de tacón.
–¿Qué piensas? Yo pienso que se ve linda. –
Comentó Kurimo.
“Linda” no es la forma en que yo la describiría. Llevaba un vestido corto y medias negras, zapatos ligeramente altos y un bolso de mano. El escote estaba abierto únicamente hasta el punto de ser elegante. Además, su cabello, normalmente sostenido con prendedores y ligas, ahora estaba peinado y arreglado, muy evidentemente en un salón de belleza.
–Linda ¿eh? Bueno… no exactamente. Es más bien bonita ¿No es cierto? –
Minase me miró y sonrió ligeramente, luego enrojeció y bajó la cabeza.
–Si bueno… yo… creo que sí. ¿Qué tal si comenzamos? Hay… un sitio en el piso de arriba… si no te molesta… –
Dijo, acalorada. Yo asentí con la cabeza. Lo que menos quería era incomodarla.
Era la primera vez que yo le decía algo así a una chica. Esperaba no estar sonando mal, pero Kurimo sonrió, luego caminó delante de nosotros. Minase iba a mi lado. Nos sentamos en una de las mesas que estaban en la terraza. Una vez allí, Minase cruzó las piernas mientras hablaba con Kurimo.
Un mesero se acercó a preguntar si íbamos a ordenar. Minase ordenó un plato que en realidad parecía complicado.
Yo pedí un plato de pasta, y unas bebidas.
Ellas dos estaban hablando de donde se había arreglado Minase el cabello. A su lado, Kurimo se veía mucho más… infantil. Esa es la palabra.
Minase se veía madura. Supongo que esa era su intención, esperaba el momento de hacérselo notar. Kurimo me dio ese momento también.
–Imagino que el peinado es difícil, debe haberte costado una fortuna. ¿Tú qué piensas? –
Preguntó ella, mirándome a mí.
–Pienso que te queda, aunque me asusta pensar en la cantidad gastada en el salón. Minase. –
Me referí a ella sin honoríficos.
–¿Tú crees? Bueno, no es como que haya gastado tanto, mi madre me lo regaló el día de hoy. He ido de compras con ella antes… por eso es que, parezco… bien. Rara ¿O no? –
Preguntó Minase.
–¿Rara? –
Pregunté, ella asintió.
–Es que, yo no suelo verme así… incluso me siento extraña. ¿No me veo demasiado… pretenciosa? Di que no… –
Preguntó ella.
–Claro que no, te vez bien. –
Respondió Kurimo.
–Es cierto, de alguna forma te queda, verte más madura, quiero decir. –
Minase me miró con los ojos muy abiertos y enrojeció.
–Disculpen… tengo que… ir al tocador…–
Dijo, poniéndose de pie y habría salido corriendo si no llevara tacones. Kurimo me miró después de eso.
–Creo que Minase–chan quiere decir algo importante. –
Comentó Kurimo.
–¿Por eso es que no pediste nada? –
Pregunté, mirándola.
–Un poco… ella puede estar esperando a que algo pase. No digo que sea exactamente algo pervertido pero… ella realmente quería verte hoy, creo que si ella quería verte precisamente en su cumpleaños es por algo… –
Explicó Kurimo, parecía tranquila.
–¿Qué harás? –
Pregunté, Kurimo asintió.
–Cuando llegué a vivir contigo, ella tenía razón cuando dijo que eras mi novio por su causa. Creo que puedo devolverle un poco de eso hoy. Los dejaré solos… –
Dijo Kurimo, estaba empezando a oscurecer. A mí me preocupaba un poco, que ella se fuera sola, quiero decir.
–Si bueno… es que… –
Kurimo negó con la cabeza.
–Quiero ver a Onii–sama hoy. Ha dicho antes que quiere que le acompañe a comprar algo importante, aunque no me dijo qué es eso. Le dije que no sé si pueda. ¿Tú piensas que puedo? –
Preguntó ella.
–¿Comprar algo a estas horas? –
Pregunté. Kurimo asintió.
–Puede que él ya esté en los pisos de abajo. No sé a qué departamento quiera ir. Pero quizá pueda conseguir que me compre un helado. –
Es decir, que él también estaba en el centro comercial. Tenía la impresión de que Kurimo lo convenció de venir precisamente a este sitio.
–De acuerdo. Si es lo que quieres, por mí no hay problema. –
Respondí. Kurimo negó con la cabeza.
–No se trata de lo que yo quiera. Se trata de lo que quiere Minase–chan. –
Explicó ella. Yo suspiré. Ella lo tenía todo cubierto, al parecer.
–De acuerdo. –
Le dije, Kurimo sonrió.
–Dile que me fui… y que le deseo suerte… –
Dijo Kurimo, y eso hizo. Quiero decir que se marchó. Minase volvió al menos cinco minutos después de que Kurimo salió de la terraza. Era de noche ahora.
Me quedé mirándola caminar hasta ir y sentarse en la silla. Miró a todos lados.
–¿Dónde está…? –
Preguntó. Yo encogí de hombros y sonreí.
–Tuvo que irse. –
Respondí. Minase se alarmó.
–¿Qué? No puede dejarme sola… es decir… esto no es… –
Se quejó Minase.
–Puedo llamarla para que vuelva, si es lo que quieres, pero antes que eso, quiero decirte algo… –
Respondí. Ella me miró por unos momentos.
–¿Y eso es? –
Preguntó ella, tratando de calmarse. Estaba oscuro ahora y por la barandilla podían verse las luces encendidas de los edificios citadinos.
Eso le daba una atmosfera completamente diferente a la que normalmente tendría cuando hablaba con ella. Nuestra comida y bebidas llegaron. En copas de vidrio. A pesar de que no estaba mal, yo nunca había tenido una cita de este estilo, es decir, era diferente.
Minase era diferente también. Me sentí un poco nervioso.
Y cuando estoy nervioso, hago preguntas tontas.
–¿Y porque este sitio? –
Pregunté, eso tomó a Minase por sorpresa, tuvo problemas leves con su bebida, la puso en la mesa y se limpió los labios con un pañuelo mirándome.
–¿Por qué? Bueno yo… es decir… No lo pensé demasiado, sólo… sabía que este sitio estaba aquí y, verás… –
Era muy obvio que mentía, y que estaba muy nerviosa. Es decir, por supuesto que ella pasó mucho tiempo pensando en esto.
La atmosfera, el lugar, la comida, su vestimenta… todo era perfecto, del tipo que uno sabe que fue planeado con mucho detenimiento para presentar una imagen, y era muy obvio lo que Minase estaba tratando de presentar aquí.
–Perdón, tengo que ir al tocador,… –
Dijo, poniéndose de pie de nuevo. Me puse de pie inmediatamente, es que, era muy obvio que estaba huyendo. La sostuve de la mano. Ella se soltó.
–Espera… –
Dije, ella no me prestó atención.
–Minase, acabas de ir al tocador hace justo un momento. ¿Qué estas tramando? –
Pregunté. Me paré delante de ella. Un par de personas nos miraron.
–Déjame pasar. –
Minase puso mala cara.
–No, dime que ocurre. –
Respondí, con mi idiotez habitual. Eso no funcionaba con Minase.
–No ocurre nada, es solo que quiero ir allá. Espera aquí por favor. –
Respondió Minase, quiso pasar de mí, no estaba muy seguro de lo que estaba pasando y actúe sin pensar, quiero decir que no lo permití. Sin embargo, Minase se molestó por ello.
–No hagas eso… –
Dijo ella. No era precisamente una pataleta. Era más una advertencia.
Estaba enojada, eso que ni qué.
–A mí no me gusta ese juego. –
Agregó. Con un tono algo despectivo, a decir verdad. Me sentí un poco mal por ello y me quité de su camino, pero Minase ya no se fue.
–Es muy obvio que no estas contento, no tienes que forzarte. Puedes irte a casa si quieres. –
Dijo Minase y se sentó, su ánimo se fue a los suelos con una rapidez impresionante, puso las manos en la mesa, y apartó la mirada, sus uñas también habían sido tratadas para esta noche. No tengo idea de cuánto se gastó, pero lo que si fue muy obvio, es que se llevó horas.
Parece que la voluntad de estas chicas de impresionarlo a uno es titánica, cada una a su manera, yo creo.
–No es que no esté contento, estoy nervioso… Minase. –
–¿Nervioso porque? No soy más que una chiquilla como tantas que conoces… –
Dijo con despecho.
Aquí encontré dos problemas. Bueno, uno ya lo sabía. Ella no quiere ser una chiquilla, quiere ser una mujer. Tanto como Sanae desea volver a ser joven, ella quiere dejarlo. Es decir, de eso se trataba todo este acto, de mostrarse como una mujer hecha y derecha.
El otro es que ella no se siente especial para nada.
–No, no lo eres. Y… estar contigo aquí me hizo darme cuenta. –
Respondí. Ella comenzó a llorar.
–No es cierto… es la ropa… –
Dijo ella llorando.
–No es la ropa. Eso no tiene nada que ver. Es que, ahora mismo, me pareces alguien especialmente diferente, es eso, por eso es que me puse nervioso. No sé cómo debo portarme, es eso. No estoy a la altura de las circunstancias. No eres tú, soy yo. –
Repliqué, sentándome yo. Todo esto me trajo a la mente la conversación que había tenido antes, en el trabajo. Batió la cabeza para librarme de esas cosas ahora.
–Entonces ¿Por qué me tratas como a una niña? Es porque lo soy… –
Replicó Minase.
Ella hablaba de que traté de detenerla casi por la fuerza, como si ella fuera una niña pequeña.
–En eso estas todavía muy mal. No sabes distinguir cuando alguien quiere imponer su voluntad y cuando alguien te está suplicando que te quedes. –
Lo cierto es que no fui muy insistente, pero detenerla fue un pequeño error de mi parte. Por eso es que le dije eso.
–Así que eso era una súplica… Si lo era, tengo que decir eres pésimo haciéndolo… –
Respondió Minase, girando la cara.
–Es cierto, no estoy acostumbrado. Como tu dijiste, todo lo que he tratado siempre son chicas jóvenes. Y tú ahora mismo pareces diferente a todo lo que yo conozco. Pareces más a una profesora o a esa señorita del programa de las diez de la noche que presenta películas. –
(Una mujer que era la estrella de un programa de televisión, y supongo que el ejemplo de cómo debería ser una dama de sociedad)
–Eres un manipulador… –
Respondió Minase, pero al menos había dejado de llorar. Se limpió los ojos cuidadosamente con un pañuelo. Las otras personas me miraban feo.
–Tal vez, eso no me hace menos sincero. –
Respondí, mirándola a los ojos.
–Dime que piensas. Ahora mismo… ¿Qué opinas de mí? –
Preguntó Minase, al menos estaba más tranquila, me miró como si no pudiera esperar para escucharlo, aun así, cruzó las piernas elegantemente. Incluso eso lo práctico, no la pregunta, quiero decir, pero si las maneras.
–Estoy impresionado. –
Respondí inmediatamente, mirándola a los ojos. Minase me miró interesada.
–¿Impresionado? –
–Si bueno, no estaba al tanto de que eras una mujer tan hermosa, y… estoy agradecido de que me hayas permitido estar aquí esta noche… –
Le dije, y tomé su mano, ella iba a quitarla, pero me incliné y besé el dorso de la mano de ella, que se quedó absolutamente atónita. La solté antes de que alguien se diera cuenta.
–Tengo que ir al tocador. –
Dijo ella. Y se puso de píe.
–Promete que volverás. –
Respondí, ella me miró nerviosamente.
–¿De qué hablas? Claro que… –
Y se quedó sin palabras, porque al mirarme, se puso roja de nuevo.
–Ahora vuelvo… –
Dijo, y se fue.
Cuando regresó, ella se quedó parada a mi lado, hasta que me di cuenta de que estaba allí, yo estaba mirando a las demás parejas. Como actuaban, lo que decían, las cosas que hacían, en espera de poder elevar un poco más sus expectativas.
Luego me di cuenta de que ella estaba volviendo.
–¿Estas bien? –
Pregunté, ella asintió con la cabeza y luego de presentarme la versión de su vestido con la espalda abierta, Minase fue hasta su sitio y se sentó.
Yo sonreí. Ahora estaba seduciéndome.
Comenzamos a comer lentamente, brindamos con las copas que teníamos e incluso pedimos más, había una personas tocando música cerca de ella.
Es que era una velada de locos.
–Y bien yo… –
Comenzó a decir, yo voltee a verla, ella bajó la mirada.
La idea de esta clase de cenas, según sé, es para poder mirarse el uno al otro a los ojos. De nada sirve si vas a estar bajando la cara a cada momento. Otra cosa es que, lo malo de Minase, es que todavía no conoce muchos temas de adultos.
No, no voy a jugar al chico tonto que le muestra a la señorita que el modo de vivir normal es más divertido. Eso serviría si ella estuviera harta de esto, que no es el caso. Todo lo contrario en realidad.
–Yo verás… decidí que… hay cosas que quiero decir… –
Dijo Minase, haciendo un esfuerzo por mantener la compostura.
–¿De qué se trata? –
Pregunté. Estar totalmente pendiente de ella debería servir ahora, porque lo que sea que diga, solo lo dirá una vez y… más les vale a esos de la música callarse un poco.
–Bien, yo quiero decir que… –
Y comenzó a sonar el violín y el cello de nuevo. Muy bonito sí, pero es que yo quería escuchar a Minase.
Suspiró cuando la interrumpieron. Yo sonreí y asentí con la cabeza.
–Porque no… bueno, terminamos esto, y vamos a otro sitio. Allá arriba hay un mirador. Puede resultar un poco demasiado romántico, pero al menos podría escucharte… sin tanto ruido. –
–¿No te gusta la música? –
Preguntó Minase, confundida.
–Prefiero tu voz. –
Respondí.
–Te… terminemos… de comer. –
Respondió ella, concentrándose en su plato. Ya no quiso hablar, aunque no fue demasiado tiempo porque los platos que sirven aquí son más para impresionar que para comer en realidad.
No hay arroz blanco, de todos modos.
––––––––––
Lo primero que dijo, una vez que terminamos de comer y entramos al elevador, fue una disculpa. Había otras seis personas en el elevador, así que no podía decir realmente nada. Creo que por eso escogió disculparse primero.
–Yo lamento haberme comportado así hace un momento. En realidad lamento muchas cosas que te he dicho o que he hecho. –
Explicó Minase, batiendo la cabeza. Bajamos del elevador. Aquí estaba más solitario, había parejas en las orillas del mirador, pero es todo.
–No sé si deba decir esto, Minase, pero no entiendo exactamente qué es lo que quieres decirme con lamentar. –
Expliqué. Minase me miró como si se diera cuenta de que estaba siendo condescendiente con ella. Suspiró.
–Hablo de que nunca me he comportado como una dama. –
Respondió Minase, caminando por el centro del mirador, yo iba a su lado, mirándola.
–No puedo escapar de quien soy. ¿No es cierto? –
Preguntó, no estaba muy seguro de que responder a eso. Minase se detuvo y se paró frente a mí. Me miró a los ojos.
–Solo quería que supieras, que en realidad, estoy muy agradecida de todo lo que he pasado contigo… y bien. Yo… podría no querer que esta noche termine. –
Eso quería decir que ella esperaba que hubiera sexo después de esto. Eso lo entendí bien. Quizá no soy tan malo con esto después de todo.
–Sí, verás. Me leíste la mente, Minase. –
Ella se rio, como con vergüenza.
–Seguro que no. Es decir… a eso me refiero con “no comportarme como una dama” te mostré antes mi cuerpo como si no fuera nada. Incluso fui vulgar… Ahora ¿Con que se supone que voy a impresionarte? –
Dijo ella, batiendo la cabeza. Si quería abandonar, ella me estaba dando la salida aquí y ahora. No la tomé, por supuesto que no la tomé.
–Con tu corazón basta ¿O no? –
Pregunté, encogiendo de hombros. Ella me miró recelosa.
–Manipulador. –
Dijo ella y se dio la vuelta, dio dos pasos y se volvió hacia mí.
–Yo no soy como Sanae. ¿Entiendes? No vas a dominarme de ese modo. –
Advirtió de nuevo. No estoy seguro de para quién era la advertencia.
–Yo no dije que lo fueras. –
Respondí.
–Entonces no lo intentes. –
Respondió ella, girando la cara.
Seguimos caminando. Fue un desplante algo agresivo para la situación, pero supuse que se trataba de que ella se sentía… mal de ver a su hermana mayor tan dependiente de mí.
Por otro lado, sabía también que su hermana mayor era feliz así. Sólo se trataba aquí de que yo no confundiera peras con manzanas. Supuse que estaba bien si se lo decía. Nos acercamos al mirador.
También daba un poco la impresión de que ella quería mostrarme su cuerpo al caminar. Había estado pavoneándose un largo rato ya.
–¿Te gusta este sitio? –
Pregunté casualmente, ella volteó a verme y asintió.
–Vine aquí hace mucho, con mis padres. Cuando era muy niña. Mis padres aun salían juntos entonces. Puede que vuelvan a hacerlo. –
Explicó Minase.
–Espero que si… –
Respondí, ella me miró y sonrió, se acomodó el cabello detrás de la oreja.
–¿Sabes que mis padres se conocieron aquí? –
Preguntó ella. Yo arquee una ceja. Era un buen lugar, pienso yo.
–Mi madre tenía un novio y vino con él a este sitio. Mi padre tropezó con ella y se peleó con el novio de mi madre por ello. –
Explicó Minase, riéndose levemente. Por eso pude entender algo que quizá era bueno tener en cuenta. Este sitio era importante para ella. No lo escogió al azar ni solo porque le pareciera agradable.
–¿Cómo sabes eso? –
Pregunté.
–Mi madre se burla a menudo porque mi padre perdió esa pelea. Mi padre insiste en que no perdió. Mi madre rompió con su novio allí mismo, y se quedó con mi papá. La policía los regañó a ambos, sin embargo. –
Explicó Minase. Yo asentí, con una sonrisa en la cara. Se hizo el silencio. Minase hizo de pronto una pregunta que nunca nadie me había hecho.
–¿Qué ocurrió con tus padres? –
Preguntó ella, supongo que puse una cara melancólica, así que ella se retractó inmediatamente.
–Lo siento, no tienes que decir nada si no quieres, es solo que… quería saber, pero eso es infantil ¿no? Intentar satisfacer mi curiosidad a costa del dolor ajeno… –
Dijo, y enmudeció después.
–Bueno, Mis padres murieron ambos en un accidente cuando yo tenía ocho años. Una colisión de automóviles. Un conductor ebrio chocó con el auto en que viajaban. –
Expliqué. Ella me miró y puso su mano sobre la mía.
–Lo siento… –
–Ya no duele como al principio, no te preocupes. –
Respondí, en realidad más que nada fue algo… sorpresivo que ella me preguntara algo como eso. No sabía por qué lo hizo. No me mortificó en absoluto.
–Yo… sabía que no tenías padres, pero no sabía por qué… tengo que admitir que en algún momento pensé que te habían abandonado o algo así. Es bastante peor de lo que creí. –
Respondió Minase, haciendo aire con su mano, como para tratar de liberar un poco el mal ambiente.
–Creo que por eso es que tengo “algo” en contra del alcohol. –
Comenté. Ella asintió, y acarició mi mano con la suya.
–Lo que quería decir, es que, bueno, siempre te hemos estado mirando. Mi padre, mi madre, mi hermana, yo… siempre me pareciste alguien admirable. Onee–chan y yo solíamos pasar horas mirándote trabajar. –
Explicó.
Eso fue un poco inesperado para mí, no la interrumpí porque no pude pero… ¿De verdad? ¿Hacía cuanto que eso pasaba? Yo empecé a trabajar allí desde que tenía once años, y todavía estaba en el orfanato.
Haciendo las cuentas, Minase tiene que haber tenido nueve o diez años en ese momento, y Sanae dieciséis, por cierto.
–A mi hermana le gustabas. A mí también. Esperé, y esperé, y esperé, y ella era muy idiota y jamás tuvo valor para hacer nada. Así que me acerqué yo… fui con mi padre con aquella estúpida idea de que quería que me enseñaras. –
Confesó Minase. Así que todo el tiempo estuve bailando en la mano de esta niña. O más bien es que ella realmente quería que pasara, no lo sé. Quizá realmente quiso experimentar y decidió que el chico que ella conocía era la mejor opción para ello.
–¿Me engañaste? –
Pregunté. Ella negó con la cabeza.
–Claro que no, pero mi padre iba a pagarle a alguien más. Convencerlo de que fueras tú fue fácil en realidad. Como dije, habíamos estado observándote. –
Explicó Minase. Mirando hacia arriba, luego me miró sospechosamente.
–Resultaste ser un pervertido. –
Dijo ella. Yo bajé la cabeza.
–Pues… perdón… –
Le respondí, Minase sonrió y batió ligeramente la cabeza.
–No es tan malo. Quiero saber algo… ¿Te gusté? En ese momento. ¿Pensabas así de mí? –
Preguntó Minase. Esto se trataba de subir su ego un poco, así que supuse que estaba bien. La verdad es que en aquella ocasión me deje llevar, pero de nada servía decirle eso.
–Si, a decir verdad si… me pasé el camino mirándote caminar. –
Respondí, ella se rio, halagada.
–¿Por qué no seguiste entonces? –
Preguntó ella, yo suspiré.
–Estaba asustado. Podía haberse puesto muy problemático si nos encontraban. Especialmente en ese momento, en que tu padre realmente sospechaba de nosotros. Si piensas que lo de Sanae fue difícil, pudo haberse puesto mucho, mucho peor. –´
Minase asintió. Supongo que en el transcurso de este tiempo y por cómo sucedieron las cosas, Minase terminó por comprender los problemas de los que yo le hablaba en un principio. Creo que por eso no me guardaba rencor por ello.
Ella cambió el tema entonces.
–¿Sabes? Se me declararon antes de que empezaran las vacaciones de verano… –
Comentó. No parecía feliz por ello, de todos modos.
–¿De verdad? Bueno, puedo ver por qué pero… –
–Le dije que sí. –
No parecía contenta al respecto de eso tampoco. Pensé que estaba tratando de usar los celos, tal y como hizo Sanae. Es decir, era obvio que ella quería sentirse atractiva para mí, pero la cosa iba por un rumbo diferente esta vez.
–¿Tienes novio? –
Pregunté, porque ella seguía tomando mi mano, allí, en el mirador.
–Precisamente… no. –
Respondió Minase, y suspiró.
–¿Qué ocurrió? –
Pregunté, ella encogió de hombros.
–Rompí con él. –
Dijo ella.
–Resulto ser un idiota más. Como todos antes. –
Se quejó Minase. Quizá por eso es que estaba buscando esta noche conmigo. Aunque por supuesto, fui idiota al pensar que solo se trataba de eso, lo digo por lo que dijo después.
–Y lo voy a decir. –
Dijo ella, volviéndose hacia mí, y girándome a mí para mirarla. Estábamos de frente ahora.
–Yo… bien… es que… –
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
–Te amo. –
Confesó. Pude ver que incluso el aliento le faltaba.
–Minase… –
Comencé a decir, pero ella negó con la cabeza. No me dejó decir nada.
–Sé que es una tontería. Sé que no debería decirlo… pero estoy harta de fingir que no es así. Estoy harta de fingir que encontraré a alguien… cuando es obvio que ya lo encontré. –
Explicó ella, a punto del llanto, pero se contuvo y suspiró.
–No puedo ver a nadie más con los mismos ojos, y yo ni siquiera quiero amarte, quiero que Onee–chan sea feliz, quiero que Hatami–chan sea feliz. Pero… cada vez que le digo que “si” a alguien, cada vez que alguien intenta besarme, o… o lo que sea… yo solo puedo pensar en ti. Tal vez sea por eso que no funciona. –
Me preguntaba ahora si ella hizo todo esto para que yo escuchara su declaración.
Bajó la cabeza después.
–Si quieres, puedes no volver a cargar con esto. Es decir, estoy segura de que ya cargas con demasiadas cosas. Solo… recibe mi amor esta noche. Después de eso te olvidaré, lo prometo. –
Su voz de desánimo desacreditaba todas esas palabras.
–Puede que… yo tampoco quiera que sea sólo una noche, Minase. –
Respondí, ella se rio levemente.
–¿Y porque ibas a querer eso? –
Preguntó ella.
–Porque eres especial para mí. Y porque eres bonita. –
Respondí. Ella me miró atentamente. Su aliento se detuvo.
–¿Estas manipulándome? –
Preguntó Minase, sin una expresión en su cara, sólo desconcierto. No creí seriamente que aquello la tomaría por sorpresa.
–No, es la verdad, solo la verdad. –
Repliqué. Ella negó con la cabeza.
–No… me suena a manipulación… –
Replicó ella.
–Escucha lo que me estas proponiendo, ya tengo mi tiempo contigo casi asegurado ¿Qué gano con manipularte? –
Pregunté. Minase negó con la cabeza, incrédula.
–Es que, eso no tiene sentido. He sido infantil, grosera, molesta, vulgar y… –
Sonaba exactamente igual que Sanae. Le di un beso para interrumpirla. Poco importó que hubiera más personas cerca.
–Eso fue hace mucho tiempo… ¿No es cierto? –
Pregunté.
Era importante. Le estaba dando una oportunidad de recomenzar, de rehacer su imagen. Si su comportamiento pasado le molestaba, esto le daría el pretexto perfecto para deshacerse de ello y concentrarse en ser quien ella era.
–Entonces… ¿de qué se trata? Tu… ¿Qué piensas? –
Preguntó ella, juntando sus dedos y mirándome algo nerviosa.
–Que estoy encantado contigo ahora. Y que no quiero que se termine en una noche. –
Respondí, acercándome, Minase se sonrojó, pero no retrocedió.
–¿Encantado? –
Preguntó ella, tragó saliva.
–Nunca había visto a una mujer tan sexy… –
Respondí. Escogiendo un poco mis palabras, lo admito, pero es que yo sabía que esas palabras eran mejores, en este caso al menos. Ella miró a todos lados.
–¿Se… sexy? ¿Yo? –
Me ocupé en todo momento de no decir “linda” porque eso habría arruinado el momento. Minase me miró a los ojos con lágrimas en los suyos.
–Sí. –
Le dije… ella bajó la cara.
–Bueno yo… no sé qué decir… disculpa, tengo que… ir al tocador. –
Dijo, y se dio la vuelta.
Me acerqué a ella desde atrás y puse un dedo en su espalda, porque su vestido estaba abierto. Le hablé al oído.
–¿Quiere que le acompañe hasta allí? –
Pregunté, ella me miró, respirando pesadamente. Podía sentirla respirar con el dedo que puse en su espalda, ella volteó a verme, haciendo todo lo posible por mantener la compostura.
–¿Acompañarme hasta allí? Bien… yo… no sé qué se dice en estos momentos… –
Dijo Minase. Era obvio que trataba de escapar, pero yo no iba a dejarla escapar.
–Puedes decir que si… –
Le dije, susurrándole al oído. Ella negó con la cabeza. Se golpeó la cara con las manos.
–No. Iré al tocador sola. Lo demás puede esperar… –
Dijo ella, y comenzó a caminar muy rápido. Yo la seguí. Minase ya no dijo nada, solo continuó caminado más rápido, pero en lugar de ir al baño, que es lo que había dicho, desapareció tras la puerta de las escaleras de servicio del lugar.
La seguí. Aquí no había nadie, podíamos ver toda la ciudad, ella se giró por unos momentos y cuando me vio allí, retrocedió hasta el barandal.
–¿Por qué me sigues? –
Se quejó ella.
–Bueno, es que dijiste que irías al tocador sola. Y este no es el tocador. –
Respondí, acercándome a ella, Minase puso sus manos detrás de ella y se aferró con ambas al barandal.
–Si pero… quiero estar sola. Esto es contra las reglas. –
Respondió ella. ¿Alguna vez mencionó algo sobre eso? Yo creo que no.
–No dijiste nada sobre reglas. .
Respondí, acercándome a ella.
–No te acerques más, puedo patearte muy fuerte… –
Amenazó Minase.
–¿Y porque harías eso? –
–Porque estás siendo impaciente… –
Replicó ella. Era difícil decir si estaba enojada o sólo estaba avergonzada.
–Pues viniste hasta aquí por tus pies. ¿Eso no te hace impaciente también? –
Pregunté, acercándome, ella ni siquiera se movió, solo giró la mirada.
–Pues entonces hazlo… atrévete… –
Respondió Minase, retándome.
–¿En verdad puedo? –
Pregunté, un pequeño error, porque ella sonrió.
–No sé… ¿puedes? –
Preguntó, sonriendo yo me acerqué aún más a ella, estaba frente a Minase y ella estaba tomando el barandal con ambas manos, usó una de sus piernas para atraer las mías. Puse una mano sobre sus pechos. Minase giró la cara.
–Son más grandes ¿Lo notas? –
Preguntó ella a media voz.
–Sí, más suaves también. –
Respondí.
–Te los mostré y te los ofrecí antes… tu… no piensas que soy vulgar ¿O sí? –
Preguntó ella. Ya estaba empezando a hablar como su hermana. De allí me di cuenta de que ella iba en serio con esto.
Estos detalles no importaban para ella hace un mes. O más bien fingió que no importaban.
–Eso fue hace mucho tiempo… –
Respondí, eso le gustaba. Le gustaba escuchar esas palabras. Me abrazó y acercó su voz a mi oído.
–Me asusta pensar que te de asco… no sé porque… –
Iba a decirle por qué, pero sentí que sería hacerme yo mismo engreído, y eso no era del todo una idea genial aquí. Yo respondí besando su cuello.
–Nunca podría sentir asco de ti, Minase. Eres una mujer preciosa. Y me gusta mucho que tus pechos sean más grandes. –
Expliqué mientras lamía su cuello. Ella hizo su cabeza a un lado mientras acariciaba mi cabello.
–Entonces demuéstralo… tócalos… disfrútalos… crecieron para ti… –
Explicó, comencé a masajearla delicadamente. Según yo recuerdo, alguien me dijo que los pechos de las mujeres, cuando están en crecimiento, pueden llegar a doler si no tienes cuidado. Por supuesto que ella se dio cuenta de ello.
–¿Lo ves? Es eso… es eso solamente… –
Aseguró Minase, abrazándome por el cuello y la espalda.
–¿Qué? –
Pregunté. Ella buscó mis labios.
–Que te importo… –
Respondió ella, y comenzó a besarme. Yo seguí besándola y acariciándola, de un momento a otro, como si hubiera recordado algo, ella comenzó a empujarme lejos de ella. Ni siquiera usó fuerza, solo me separó.
–¿Estas bien? –
Pregunté, quizá creyendo que había ido demasiado rápido. Eso puso lágrimas en sus ojos. No lo entendí hasta que ella me explicó.
–Si… estoy bien… solo… quiero parar. –
Dijo ella, con la respiración acelerada.
–De acuerdo. –
Respondí. Ella se quedó perpleja, luego se acercó a mí y puso su mano en mi cara.
–Tu… te detuviste… te detuviste… –
Dijo ella, aun respiraba pesadamente. Yo acaricié su cara, mirándola. Si alguien ha visto una escena más romántica en un drama, que me lo diga.
–Si… –
Respondí, encogiendo de hombros, como si fuera natural, ella sonrió.
–Eso te hace genial… –
Replicó Minase.
Y entonces lo entendí. Por eso es que ella hizo una mínima insinuación, solo para saber si estaba atento a lo que ella quería. (En otras palabras me puso a prueba. Me hacía enojar, pero lo entendí.)
Minase está acostumbrada a lidiar con chicos jóvenes, que están despertando y a quienes les importa un carajo como se siente la persona con la que están. La clase de sujeto que pregunta ¿Qué ocurre? En vez de ¿Estas bien?… a eso me refiero. Y por supuesto, No son capaces de reaccionar a algo tan sutil como eso.
Podría haber ignorado su señal, dejarme llevar, hacerlo con ella ahora mismo, y le habría roto el corazón. Allí hubiera terminado y yo habría quedado como un idiota. Y es que uno entiende, a la larga, que si cometes esa clase de errores ahora lo pagaras después.
No va a pasar desapercibido. A las chicas nunca les pasa desapercibido.
–No quiero que sea aquí… no soy una mujerzuela… –
Dijo ella, mirándome a los ojos con lágrimas en los suyos. En realidad yo nunca la había visto tan impresionada.
–Lo siento… me dejé llevar… –
Respondí, ella me puso ambas manos en la cara.
–No… no te dejaste llevar, eso es lo grandioso… –
Dijo ella. Yo suspiré. Ella se dio la vuelta, pude ver como su semblante se tornó un poco, sombrío por un momento.
–¿Pasa algo? –
Pregunté.
–No es nada, es solo que… no es bueno hacer comparaciones ¿No es cierto? –
Preguntó ella. Supongo que trataba de no sonar como una cualquiera porque ¿Qué clase de mujer compara a dos hombres?
–Si no quieres decirme está bien… solo pienso que ya has hecho esa comparación. Por eso estas aquí… –
Respondí, ella me miró.
–No me pregunto por qué. Ya no al menos. –
Explicó, luego comenzamos a bajar escalones, sin pensar realmente que estas eran escaleras de servicio.
–Estoy consciente de que lo intentaste antes, con otro chico. –
–Fueron más… –
Respondió ella al parecer con algo de tedio. Es que cinco o diez chicos escolares no van a hacer la diferencia. Se comportarían básicamente igual.
–Siempre fue lo mismo. Pero ya me decidí. Ya no quiero ir de aquí para allá buscando lo que yo sé que ya tengo. –
Dijo ella, caminando, el viento estaba jugando con su cabello.
–Estás muy segura ahora. –
Respondí, Minase sonrió levemente, luego asintió.
–Es que… eres el hombre de mi vida. –
Respondió Minase. Era increíble como ella podía decir esas cosas sólo así.
–Eso no te detuvo de presentarme a alguien más. –
Respondí, refiriéndome a Kurimo.
–No, es cierto… pero eso no cambia el hecho de que te he mirado desde hace mucho tiempo. Eres perfecto en todo sentido para mí, y no voy a quedarme fuera ahora. –
–Estas mirándome mejor de lo que soy… –
Repliqué. Minase me miró y encogió de hombros.
–Tal vez… a mí me basta. ¿Te basta conmigo? –
Preguntó ella. Estaba roja de la cara, aun con la poca iluminación de las lámparas de luz blanca que había podía ver eso.
–Sí, claro que si… –
Respondí, seguimos, después de unos momentos, estábamos en el piso tres y ella se acercó a la puerta. Para poder entrar al complejo del que habíamos salido por la pierna de servicio allá arriba.
Antes de abrir la puerta, volteó a verme y puso sus manos atrás.
–¿Y a dónde vamos? ¿A dónde voy a pasar la mejor noche de toda mi vida? –
Preguntó Minase, muy obviamente soportando vergüenza, pero lo dijo. Con todo y eso, ella siempre fue muy sincera con estas cosas.
–Pues… estoy un poco cansado. ¿No lo estás tú? Quizá algún sitio donde podamos tomar un descanso. –
Respondí, sonriendo. Minase también sonrió.
–Oh… esperé mucho para escuchar palabras como esas de ti. Por supuesto que estoy cansada. –
No hace falta explicar de qué estábamos hablando ¿cierto? Salimos del centro comercial, y tomamos un taxi que nos llevara a la zona de hoteles.