Haru No Yurei - Volumen 3: 13. Con Honestidad
Fue después de que terminé de vestirme cuando Ayasara Sensei salió de su habitación con los ojos rojos. Yo ya no quería causarle más problemas así que no presté demasiada atención, ella bajó casi sin notar que seguía en ropa interior, y fue hasta la cocina.
Una parte de mi quería ir a ver de qué se trataba, pero la otra solo pensaba que lo mejor era irse de allí. Me acerqué a la cocina solo para escucharla regañarse.
“Solo deja que se vaya, no lo hagas más difícil, Ayasara… solo deja que se vaya.”
Las primeras veces fue gracioso escucharla hablar consigo misma, ahora solo resultaba triste. Y un poco patético.
–Sensei… –
Llamé. Escuché como suspiró antes de apartarme de la puerta, ella salió como si nada en el mundo importara, me refiero a que estaba solo con ropa interior.
–¿Por qué sigues aquí? ¿Qué no está claro que no quiero seguir? –
Preguntó ella, cruzando los brazos.
–Bueno, es difícil saber si realmente no quiere seguir. Ha estado exhibiéndose desde que salió de su habitación… –
Respondí, ella enrojeció con coraje.
–¿Y que si lo hago? Es mi casa. ¡Puedo hacer lo que yo quiera! –
Gritó, luego giró la cara.
–¿Puedo saber por qué se enojó? –
Pregunté. Ella negó con la cabeza.
–No importa ya. Solo vete, déjame sola… todos lo hacen… –
Dijo, y dándose la vuelta, fue hasta su sala y se sentó en el sofá, cruzada de brazos. Yo sabía que algo estaba pasando aquí, pero como no estaba seguro de que, pensé que no era una buena idea irme solo así. Otra cosa es que ella esperaba, de alguna manera, que esto me ahuyentara.
¿Por qué quería ahuyentarme? Bueno, eso es lo que necesitaba saber.
–No quiero dejarla… –
Repliqué, acercándome a ella.
–Ya no hagas eso… me haces creerte… –
–Sensei… –
–Ya no soy tu Sensei… –
Replicó ella. Yo suspiré. Ni siquiera entendía por qué de un momento a otro pareció molestarse.
–Ayasara–chan. –
Ella solo no me miró, me acerqué mas solo para escuchar que sollozaba.
–No quisiste besarme… –
Comentó ella finalmente. Yo me senté, no estaba cerca de ella, pero tampoco estaba yéndome. No creo que un beso haya sido la causa de esto.
–¿Eso te hizo enojar? –
Pregunté. Ella negó con la cabeza.
–¿Porque ibas a querer hacer algo así de todos modos? –
Dijo.
–Ya no va a pasar nada, ya puedes irte. De todos modos lo único que te importa es eso… –
–¿Qué? –
Pregunté. Pensé que habíamos arreglado este problema.
–¡No quiero seguir enamorándome de ti! ¿Comprendes? Y por más que lo explico, tu no quieres entenderlo. No puedo seguir haciendo esas cosas contigo. –
Se quejó ella. Todavía a medias entre llanto y coraje.
–No es todo lo que me importa… –
Respondí. Acercándome a ella, Ayasara Sensei se cubrió con ambas manos.
–Aléjate de mí. –
No le hice caso, en lugar de eso, me senté a un lado de ella.
–Ya no tiene caso que finjas. Seguro que lo que estabas pensando antes era algo como “hagamos esto pronto para que pueda irme de aquí” –
Se quejó ella.
–¿De dónde saca esos diálogos? Claro que no. –
–Ni siquiera me escuchabas… ¡Me sentí horrible! –
Se quejó ella.
Quizá debí detenerme cuando ella dijo que parara. Eso había desencadenado pensamientos cruzados en su mente que de algún modo terminaron haciéndola creer que yo estaba en esto para abusar de ella.
–Lo siento… –
–¿Lo ves? Yo tenía razón… –
Me interrumpió, sollozando.
–Lamento no haberla escuchado. –
La interrumpí de vuelta.
–Estaba demasiado concentrado en Ayasara. –
–No digas eso. No estabas pensando en mi para nada. Estabas pensando en ti… solo en ti… –
Se quejó ella.
Mientras que algunas mujeres encuentran agradable el hecho de que no parezcas poder resistirte, como Kurimo o Akane, otras, por lo visto, lo encuentran ofensivo. Balancear esas cosas es algo que no estoy muy acostumbrado a hacer.
Creo que esta vez sí cometí un error de verdad.
–Es cierto… solo pensaba en mí. –
Respondí.
–¿Lo ves? No sientes nada por mí. Y yo no quiero estar atada a un sentimiento que no es correspondido. Ya no soy tu profesora. Solo déjame… –
–Tengamos una cita… –
Respondí.
¿De dónde voy a sacar tiempo para tener una cita? No me pregunten. Ni yo lo sé.
–¿Qué? No… ¿Cómo te atreves? Acabo de decirte que… –
Se quejó ella inmediatamente, pero no pudo ocultar que la idea le hacía ilusión, así que decidí presionar un poco.
–Por favor… me hincaré si es preciso… –
Respondí. Ella bajó los brazos finalmente.
–¿Por qué? –
Preguntó ella. Yo asentí con la cabeza.
–Bueno, la verdad es que he pensado mucho en ti, y acabo de darme cuenta de que no es gran cosa lo que sé, fuera de lo que pasaba en el salón de clases… lo siento. –
Ella se puso de pie.
–¿Y ahora te das cuenta? –
Respondió ella, limpiándose las lágrimas.
–Bueno, lamento lo que pasó antes. En realidad, lamento todo el modo en que he estado llevando las cosas. Me diste varias señales y yo no lo entendí. Tendrás que perdonarme por ello. No es gran cosa lo que sé de relaciones y esas cosas, pero creo que debí comenzar con el pie derecho. –
Eso era. Eso era lo que en realidad tenía que decir, en vez de estar sobre ella como un loco.
Ayasara aceptó mis avances mientras le parecieron divertidos, pero esto ya no tenía nada de divertido.
Le dije que no la estaba mirando como un objeto y aun así, la traté como a un objeto. Eso fue deplorable de mi parte.
–Pero estas casado… –
Se quejó ella.
–¿Eso es un no? –
Pregunté. Ella me miró y comenzó a sollozar.
–Pero hice un desastre hace un momento, te grité, fui grosera. ¿Por qué no te vas? –
Lo pensé por un momento, luego la tome del brazo y la jalé un poco hacia mí, colocando su cabeza sobre mis piernas. Ella se quedó atónita y en silencio, mirándome sorprendida mientras yo acariciaba su cabello.
–Porque me gustas… –
Respondí, ella se ruborizó, pero no pudo esconder la cara.
–Sabes que te daría todo lo que tengo ¿verdad? Si tu quisieras… –
Me dijo ella a media voz.
–Con tu cariño me basta. –
Respondí. Era una dulzura tenerla allí, no había nada de deseo a pesar de que sus pechos estaban completamente expuestos, sentí que no era una buena idea proseguir con aquello del sexo hasta que ella no tuviera bien claro el detalle de los sentimientos.
–Eres un manipulador. ¿Cierto?… –
Preguntó ella, respirando lentamente, como tratando de soportar la vergüenza.
–Si… –
Respondí, acariciando su mejilla, ella no pudo evitar sonreír.
–Estoy bien siendo manipulada. Tenías razón. Ya estoy perdidamente enamorada de ti… pero… quiéreme… no me uses. Siento feo. –
–Es un trato. –
Respondí. Sin mover mi mano de su rostro. Ella se dio cuenta de que estaba en ropa interior en ese momento, me miró.
–Puedes hacerlo conmigo si quieres… –
Dijo.
–No estaría bien… primero tengamos una cita. Iremos a un sitio bonito y colorido. Nos divertiremos, tomaremos fotos. ¿Estaría bien? –
Ella asintió con la cabeza. Sonriendo desde el fondo de su corazón.
––––––––––
Tuve que irme después de eso. La ceremonia debería haber terminado ya. Le prometí a Ayasara que la llamaría pronto. Ella se despidió de mi con una sonrisa (luego de ponerse algo de ropa) y al menos ya no parecía nerviosa.
Quisiera retomar lo que dejamos a la mitad por todo ese desastre, pero como de costumbre con ella (Y esto se está volviendo cliché) tendría que esperar.
Salí de casa de Ayasara luego de aquello y caminé directamente a mi casa. Mientras iba de camino recibí un mensaje de Akane.
“¿Terminaste tus clases? Necesito preguntarte algo.”
Preguntó Akane.
Yo no tenía problema, así que le marqué. Lo que sea que fuera, yo no estaba ocupado en este momento. Admito que pensé que podrían ser problemas, pero no, afortunadamente era todo lo contrario en realidad.
…Moshi–Moshi… Toshikane… ¿Estas libre?…
Preguntó la voz del otro lado del teléfono.
…Si, lo estoy. ¿Paso algo? ¿Estás bien?
Pregunté. Ella suspiró, escuché ruido detrás.
…Sí, estoy bien. Verás. Mi padre ha traído a Miyashi y a Daito a verme al salir de la escuela. Porque Daito va a irse de campamento escolar mañana y quería verme antes de eso. Verás… yo… quería pedirte permiso para llegar tarde…
Dijo. Me parecía bastante lindo que ella hiciera esta clase de cosas. No es como que fuera a decirle que no, de todos modos, pero, es que ella es una esposa modelo.
Por otro lado, puede que ella estuviera tratando de sentar un precedente para Miyashi, si, aun desde esta edad.
…Entonces estás con tus hermanos…
Respondí
…Si, es eso. Y bueno. Quieren ir al cine. Y quieren que los lleve. ¿Me das permiso?…
Preguntó.
…Si bueno. No puede hacerse nada ¿cierto? Además, también pienso que es bueno que pases tiempo con ellos…
…¿De verdad? Es decir… no estas enfadado ¿verdad? No es que quiera dejarte solo. En serio no se trata de eso, es que…
Comenzó a excusarse.
…Te preocupas demasiado…
Respondí.
…¿En verdad? Eres el mejor…
Respondió Akane. Yo suspiré. Iba a despedirme cuando escuché una voz desde el otro lado, era de Miyashi.
–Tu marido es un hombre muy amable. –
Fue lo que le dijo. No puedo decir que no se sintió bien por dentro. Algo dijeron del otro lado, luego Akane volvió a hablarme.
…Entiendo. De todos modos, llegaré a casa antes de que te duermas. ¿Está bien?…
…No te apresures, por mi está bien…
Agregué.
Suspiré, por el momento, todavía no sabía a qué problemas se refería Akane en su mensaje de en la mañana, pero no necesitaba saberlo ahora. Seguro que ahora mismo no era importante.
Seguí rumbo a mi casa después de eso.
Caminando de vuelta a casa, me encontré con Kamine en la entrada de la suya. Por un momento pensé en pasar de ella, pero al parecer, Kamine había estado esperando por mí, porque me llamó con la mano cuando pasé cerca de ella, haciendo señas para que me acercara.
Cuando finalmente llegué a donde estaba, ella me tomó del brazo y haló de mi sin siquiera saludar.
–¿Qué ocurre? –
Pregunté, algo contrariado por la actitud que estaba tomando, ella me susurró.
–Hay problemas… –
Dijo, y me arrastró hasta donde ella consideró que estábamos seguros de no ser escuchados. Creo que me relajé demasiado pronto.
–Creo que pasó algo que no estaba en planes. –
Explicó Kamine, parecía algo nerviosa, aunque yo no entendía por qué. Puede ser que esto del fantasma estuviera en problemas, pero lo cierto es que había perdido interés desde que me casé.
Es la verdad.
Por otro lado, esto era mucho más problemático de lo que pensé que sería.
–Pues dime entonces ¿Qué es lo que ocurre? –
Pregunté. Kamine asintió con la cabeza.
–Pues que hay algunos cambios en los planes de todo el mundo aquí. ¿Recuerdas que te mencioné que mi madre estaba en una especie de negocio? –
Comentó Kamine, haciendo señas.
–Si… –
Respondí.
–Bien, pues el caso es que vinieron las amigas de mi madre, y estaban hablando de esas cosas cuando ese automóvil rojo de allí vino y se paró frente a tu casa. –
Explicó Kamine. Por supuesto que lo hizo, es el automóvil de Sanae. Yo asentí con la cabeza.
–Veo que no te sorprende. Pero a quien si sorprendió fue a la señora Akiyama. –
Eso sí me dejó… consternado.
–Espera, espera… ¿Cómo que la señora Akiyama? –
Pregunté, moviendo las manos. Esto iba demasiado rápido para mí.
–¿La conoces? Es amiga de mi madre desde hace mucho tiempo, de hecho, es a ella a quien le robé el folleto que te mostré la última vez. –
Explicó Kamine, naturalmente.
¿El folleto?… Oh dios. Es cierto, Kamine me lo dijo, sus palabras exactas fueron: “posiblemente la señora Akiyama consiga otro ahora mismo”
Es decir…
Me llevé la palma a la frente.
–¡Es la madre de Sanae! –
Respondí.
–¿De quién? –
Preguntó Kamine.
–Bueno no importa, el caso es que una chica salió del auto y entró a tu casa. Entonces la señora Akiyama hizo un escándalo frente a mi madre y sus amigas y luego fue a tocar la puerta y… –
Se quedó pensando un momento.
–Espera… ¿TÚ eres el maleante? –
Pregunto después de unos momentos, retrocediendo.
–¿Cuál maleante? –
Pregunté, algo ofendido. La cara de Kamine se iluminó.
–Ella dijo que su hermosa y tierna hija se había encandilado con un maleante sucio y desagradable… y que se fue de casa… Tu eres ese maleante. –
Ni siquiera sabía por dónde comenzar a enojarme.
–No soy un maleante… –
Repliqué.
Kamine se echó a reír.
–Y pensar que mi madre estaba consolándola. Mi madre le decía que tal vez su hija necesitaba entrar en razón, ya sabes, aquel discurso de que los hijos son malos y eso… –
Dijo.
–¿Qué paso luego? –
Pregunté.
–Pues… allí sigue… –
Respondió Kamine.
–Oh cielos, esto se va a poner feo. –
Respondí, no exactamente a Kamine, pero ella igual respondió.
–¿Estas en problemas? –
Preguntó ella, como burlándose. Le di un golpe en la cabeza.
–Esto es tu culpa. –
Le dije. No es como que realmente lo pensara. Pero ella infló las mejillas.
–No es mi culpa para nada. –
–Bueno, bien… no importa, tengo que pensar en algo… –
Dije, más para mí mismo que para Kamine, ella se miraba las uñas.
–¿Por qué? Solo déjalo ser… –
Respondió Kamine. Pero… las cosas con Sanae no habían estado muy bien últimamente. Puede ser que su madre finalmente la convenciera de que me dejara. Era una posibilidad.
Que mal estaba.
–Lo único que puedo hacer es ir a averiguar que está pasando. –
Dije.
–Mi madre también está allí… –
Respondió Kamine.
–¿Qué demonios hace tu madre allí dentro? –
Pregunté.
–Pues… no lo sé… apoyando a su amiga, yo pienso… –
Comentó Kamine.
–¡Sácala de allí! –
Respondí.
–No puedo hacer eso… –
Respondió Kamine. Quería ir allá. De hecho, hasta qué no supiera qué estaba pasando, no podía saber de qué modo debería actuar. Por si eso fuera poco, la presencia de la señora Kaoru complicaba mucho las cosas.
De todos modos, no podía averiguar nada si no estaba allí, y con el riesgo de echarlo todo a perder, caminé a mi casa.
Y a todo esto. ¿Dónde diablos estaba Kurimo? Me preguntaba, pero no tuve tiempo de saberlo. Decidí que entraría a mi casa como si no supiera lo que estaba pasando.
–Ya volví… –
Fue lo que dije mientras dejaba mis zapatos.
Contra todo lo que pensé que pasaría, Sanae vino hasta donde estaba y me dio la bienvenida.
Fue muy obvio que estaba haciendo un esfuerzo por no avergonzarse.
–Bienvenido a casa… –
Dijo. Había estado llorando.
–¿Paso algo? –
Pregunté.
–No… bueno… es que… mi madre… –
Y quiso empezar a llorar. La detuve con un beso en la mejilla. La señora Kaoru y la madre de Sanae voltearon a verme con ojos asesinos. Había también otra señora allí a la que yo no había visto.
–¿Quiénes son estas personas? –
Pregunté a Sanae. La señora Kaoru entrecerró los ojos.
–Mi madre y sus amigas… –
Respondió Sanae, enjugando las lágrimas.
–Ah, bien… iré a lavarme arriba. Diles que se vayan… –
Respondí. Las mujeres entraron en pánico.
–Oye tu… no puedes decirme qué hacer… –
Se quejó la madre de Sanae. Las otras señoras también se pusieron de pie.
–¿Cómo puedes simplemente decir eso? –
Se quejó la señora Kaoru.
Una pena que estuviéramos en equipos rivales esta vez.
–Es mi casa. –
Respondí, y subí las escaleras.
Comenzaron a discutir. La madre de Sanae usó eso para argumentar que era yo una mala persona. La otra señora dijo algo como que así somos todos los hombres.
–No puedes quedarte aquí, solo mira este lugar, es tan… así no es como estas acostumbrada a vivir, Sanae. –
Se quejó su madre. Yo estaba escuchándolas desde arriba. ¿Qué quiso decir la señora? Era muy obvio. La señora estaba acostumbrada a vivir mucho, pero mucho menos modestamente. Admito que mi casa no parecía la gran cosa desde su punto de vista.
–No me entiendes. ¡Dije que no quiero! Y es todo. –
Se quejó Sanae.
Se escuchó un golpe, y acto seguido, Sanae subió las escaleras corriendo y llorando. Yo estaba en el baño, escuché como entró a su cuarto y allí fue donde me enfadé.
–¿Estas bien? –
Pregunté, entrando al cuarto de ella. Sanae negó con la cabeza, llorando. No podía simplemente golpear a la madre de Sanae como hice con el padre de Akane, pero algo podía hacerse.
–Quieren que te deje… –
Se quejó ella. Bueno, eso ya lo sabía.
Supongo que en algún momento yo sabía que esto iba a terminar ocurriendo, es decir, cuando te llevas a una chica del modo en que yo lo hice (constantemente) siempre hay quien no está de acuerdo.
Lo único que me preguntaba ahora es ¿Por qué es que a nadie parecía importarle lo que ella pensaba?
–¿Y tú qué quieres? –
Pregunté, Sanae me miró de mala manera, pero luego se limpió las lágrimas. Le habían golpeado otra vez, pero al parecer no había marcas en su cara.
–¿Por qué me preguntas eso? –
Se quejó Sanae, yo me senté al lado de ella, y le sonreí. Se quedó perpleja mirándome por un momento.
–¿De qué te ríes? –
Preguntó ella.
–No me rio, estoy feliz de que estés aquí… –
Sanae batió la cabeza, acongojada todavía y perpleja.
–¿De qué hablas? No digas cosas raras… claro qué quiero quedarme… no tienes que decir cosas raras para convencerme. Ya lo sabes… –
Se quejó Sanae, pero era muy obvio que estaba avergonzada. Es que yo no solía ser directo con ella. Toqué su cara.
–¿Qué pasa? –
–Eres linda… –
Respondí, le di un beso en los labios que la tomó desprevenida. Ella me apartó ligeramente después.
–No hagas eso… me haces sentir pequeña. Me haces sentir consentida… –
Se quejó. Volví a besarla, ella quiso detenerme y quité su mano antes de que lo lograra. No es que hiciera mucho esfuerzo en realidad. Sanae bajó la cabeza avergonzada después de eso.
–Ya eres consentida. Eso está bien para mi… –
Respondí.
–Pues si lo soy es por tu culpa. No es mi culpa para nada… –
–No importa… está bien ¿O no lo está? –
–No lo está… Okaa–san dice que te vas a hartar de mi comportamiento infantil… quiero ser madura… –
Se quejó Sanae. Yo le puse una mano en la cara y acaricié su mejilla por un momento.
–Eres quien eres. –
Le dije. Sanae me miraba atentamente.
–Y aun en caso de que no, si un día no puedo soportarlo, te daré nalgadas. Luego te premiaré por ser buena y aceptarlo. –
Sanae enrojeció y me empujó ligeramente.
–Tu siempre quieres consentirme. Incluso tu modo de castigar es infantil… Me tratas siempre como a una niña… Eres tu quien me tiene así… toda tonta y torpe… infantil y berrinchuda. ¿Por qué te gusta eso? ¿Por qué no dices cosas como “madura” o “vuélvete mujer”? –
Ya estaba haciendo un berrinche.
Pero es que simplemente pienso que cada quien crece a su propio ritmo. Ahora que puede que a mí no me gustaría que Sanae dejara todas esas cosas de lado.
Lo he dicho antes también. No me gustan los cambios.
–No sé qué es lo que te dijo tu madre. En realidad creo que no me importa mucho. Yo no puedo evitar que me gustes. Y me gusta Sanae justo como es. No tienes que cambiar nada. Dicho esto… no quiero que te vayas. –
Tres mujeres adultas vinieron a molestar a Sanae. No lo sé. Eso me parece un poco bajo por parte de ellas de todos modos. No sé qué fue lo que le dijeron, pero por supuesto que iba a creerles en el estado en que estaban las cosas.
–Estás actuando raro… –
Respondió Sanae.
Es que yo nunca decía las cosas así de directas a ella.
Hay una razón. Ella se avergonzaba con mucha facilidad y normalmente prefería evitar ponerle en predicamentos.
–Tal vez… puede que sea porque pensaba en ti de camino a casa… no importa ahora… –
Le dije, y me di la vuelta.
–Oye… a mí me importa… –
–Hay que arreglar esto de una buena vez… mientras tanto, ve a la cocina y calienta la cena. ¿Entiendes? –
Pregunté. Sanae se quedó perpleja, es que ella nunca entraba a la cocina. No era normal… pero quería que bajara.
–Pero qué hay de… –
–Te lo explicaré después… ahora mismo. No importa lo que te digan. No llores. Por nada del mundo… –
Le dije. Sanae finalmente asintió.
–Vamos, limpia tus lágrimas. Te espero abajo… –
Le dije, y salí de la habitación. Básicamente, había qué repetir el proceso de la última vez. Ya saben de qué hablo.
Las señoras hablaban entre ellas.
–¿Qué demonios sucede aquí? ¿No fui lo bastante claro? –
Pregunté. Las mujeres me miraron con rabia.
–Dile a mi hija que baje de una vez. –
Respondió la madre de Sanae.
–Con todo lo que he hecho por ti… –
Se quejó la señora Kaoru. Yo suspiré y voltee a verla. Mejor me deshago de ellas primero.
–Señora Kaoru… usted siempre ha sido amable conmigo. Por favor, no quisiera que se viera en vuelta en este, que, como puede ver, es un asunto complicado. Lo mejor sería que volviera a su casa, en donde yo espero seguir siendo bien recibido a cenar de cuando en cuando. –
Le dije.
Las otras mujeres miraron a la señora, quien dio un paso atrás.
–No quieras fingir amabilidad niño listo. Seguro que estas esperando a que nos vayamos para hacer cosas desagradables a la hija de Akiyama–san… hemos escuchado antes… todos los hombres son iguales, eso es todo lo que les importa. –
No sé quién rayos la metió, pero que bueno que estaba aquí, porque al decir que habían escuchado antes, la cara de la señora Akiyama palideció, pensando ahora que los gritos de la última vez eran los de Sanae.
–Esa es una buena idea… pero todavía no he comido… –
Respondí.
–Lo sabía… –
Gimoteo la señora nueva. La madre de Sanae la miró alarmada.
–No, no… seguro que hay alguna otra explicación… –
Los gritos de aquella vez fueron muy indecentes. La señora Akiyama no iba a querer que pensaran que eran los de su hija.
–Akiyama–san… –
Llamó la señora Kaoru, y suspiró.
–Creo que… en realidad yo no debería estar aquí. Y mi hija me está llamando ahora. –
Dijo. Las otras se le quedaron viendo.
–Con permiso… –
Se despidió la señora Kaoru. Hizo una reverencia y salió.
En ese momento Sanae venía bajando las escaleras. Los tres la miramos mientras ella trataba de no mirar a nadie. Antes de que entrara a la cocina, me paré frente a ella. Quiso pasar por un lado, y me puse frente a ella de nuevo.
Ella se desesperó.
–¡Déjame pasar! –
Se quejó. Sin pensarlo mucho, tomé la mano de Sanae.
–No te enfades… –
Le pedí. Sanae miró a su madre y volvió a mirarme a mí. Toda ruborizada, respondió.
–No… yo… No me enfadaré pero… mira… hay gente ¿sí?… solo déjame pasar… –
Bastante extraño para la mujer que sin pensarlo mucho me besó frente a sus padres la última vez que yo vi a la señora.
–Lo sabía… algo muy indecente está pasando aquí… –
Se quejó la otra señora, de la que no sabía su nombre.
–No… espera… –
Se quejó la madre de Sanae al ver que la mujer salió de la casa. Una persona algo extraña, si cualquiera me lo pregunta. Sanae entró a la cocina. Me quedé “solo” con la madre de Sanae, quien por cierto no sabía porque sus amigas de pronto se fueron y tampoco le agradaba yo mucho que digamos.
Cruzó los brazos.
–No se preocupe por su amiga… solo es que esta celosa de que yo quiero a Sanae. –
Eso hizo que ella se escandalizara.
–¿Cómo puedes decirlo así? ¿Es que no tienes decencia? Hay lugares y momentos para eso. –
Sanae salió de la cocina.
–¡Deja de decir esas cosas! –
Se quejó. Y ese era mi punto. Porque aquí la madre de Sanae se descosió.
–Sanae. ¿Piensas en verdad que está bien que permanezcas en éste sitio? ¿Con un hombre tan indecente? –
–Yo no sé qué tiene hoy. Está actuando extraño desde que llegó… –
Se quejó Sanae, toda roja de la cara.
Me hice el ofendido.
–No estoy actuando raro. Solo he dicho la verdad. No te estoy haciendo nada. –
–¡Me avergüenza! No digas esa clase de verdades. –
–Pues a mí no me avergüenza. –
Repliqué.
–Eso es solo vulgar. –
Se quejó la señora.
–Estoy loco por Sanae. –
Eso las dejó calladas a ambas. Sanae miró a su madre, quien también enrojeció, y luego me miró a mí. Se enfadó. Eso sí.
–Voy a la cocina. –
Dijo. Y entró. Yo suspiré. Y me senté en el sofá. La señora me miraba atentamente.
–Tu… le dices cosas como esa a mi hija… –
Comentó. Todavía incrédula.
–Es la verdad. –
Respondí, sin voltear. Sanae salió un momento después de la cocina. Estaba roja de la cara, caminaba en pasos pequeños y el plato sonaba porque ella estaba temblando.
–Tu comida… –
Dijo, poniendo un plato sobre la mesa, luego se retiró de mí.
–¡No me veas! –
Gritó, y volvió a entrar a la cocina.
Comencé a comer mientras Sanae ponía un plato para su madre. Quien se sentó frente a mí, yo creo que todavía sin creer que no me molestaba decir esas cosas.
Sanae puso los platos e iba a darse a vuelta cuando la tomé de la mano.
–Mi mano… –
Dijo.
–¿Qué ocurre? –
–No… nada… –
Se quedó parada antes de irse. La señora miraba la escena perpleja. Yo sabía. Ella ya no pasaba por esta clase de situaciones con su esposo a menudo. En el fondo, estaba celosa de Sanae. No porque me quisiera a mí, sino porque su hija tenía ahora toda la atención.
Y ni siquiera estábamos haciendo nada.
–Suéltame… ya… –
Se quejó Sanae, ahora haciendo todo lo que podía por no usar su voz infantil frente a su madre.
–Perdón… –
Respondí. Sanae corrió a refugiarse en la cocina.
–¿Cómo puedes avergonzar así a Sanae? ¿Cómo es que ella puede permitirlo? –
Se quejó ella.
–Iré allí a disculparme en un momento. Es solo que no puedo evitarlo. Sanae es maravillosa. –
Respondí.
–Pero es una niña inútil, tonta, berrinchuda y… –
–Yo la quiero como es… –
Respondí. Sé que Sanae estaba escuchando.
–A los hombres no les gustan las mujeres así… –
Replicó a señora.
–¿Qué sabe usted de los hombres? ¿Qué sabe ninguna mujer sobre hombres? No saben nada. Yo soy un hombre. Y digo que así me gusta. –
–Me refiero a hombres de verdad. –
Replicó la señora.
–No… usted se refiere a la imagen de los hombres que ustedes creen que es real. Esa no existe. Los hombres somos como somos. Todos. –
Me molestan las personas así… es mejor si admites que no sabes de lo que estás hablando, o que te imaginabas algo diferente.
–Pues mi marido no… –
–¿No será que usted es demasiado madura para su marido? –
Pregunté. Ella se enfadó.
–¿Quién te da derecho a ti a decidir esas cosas? –
Preguntó. Yo tomé el ultimo sorbo de mi sopa de miso.
–No lo sé… ser hombre. Tal vez. –
Y me puse de pie.
–Eso no me consta… –
Se quejó.
–No se preocupe. Eso tiene arreglo. De hecho, es hora de ir a la cocina. –
Respondí, y me puse de pie.
–Espera… no puedes… –
–Oh, si… si puedo… –
Respondí. Y tomando mi plato, fui hasta la cocina. Allí, Sanae lavaba algunos platos. Me acerqué a ella.
–Sanae… –
Ella gritó.
–No me asustes así. –
Se quejó.
–Lo siento, no sabía que estarías tan concentrada… –
Repliqué.
–No estoy concentrada. Estoy pensando. ¿Por qué dijiste eso? Y no te importó que no estuviéramos solos. Siempre eres tan indecente… y… –
Se quejó. La interrumpí con un beso.
Ella se separó de mí en cuanto pudo.
–Espera… Okaa–san está afuera… –
Dijo, separándose de mí y del lavabo. Iba a irse, la tomé de las manos, estaban resbalosas y llenas de jabón.
–Pero aquí no hay nadie ahora… –
Respondí. De algún modo anunciando que si… había venido con intenciones de hacerle cosas. Por más avergonzada que estuviera, no pudo evitar una fugaz sonrisa. Luego negó con la cabeza.
–No, no, espera… estas actuando raro… me hace sentir extraña… –
Se quejó ella, apartándose y deteniéndose justo antes de abrir la puerta. Y digo que se detuvo porque yo estaba detrás de ella, abrazándola.
–Si abres la puerta, tu madre nos verá… –
Le advertí. Ella se contorneó, pero no forcejeó, al menos no mucho. Pasé mis manos por su cabello, todavía no estaba tocándola.
–No… espera… no hagas eso… –
–¿No hacer qué? –
Pregunté.
–No me respires en el oído… –
Replicó ella.
–¿No te gusta? –
–Si… es decir… siento bonito pero… –
Lamí su oreja. Pude sentir como eso bastó para que ella se estremeciera. Se sostuvo con una mano de la pared.
–Por favor… hare lo que tú quieras. Lo prometo… pero no sigas… –
Se quejó Sanae.
–Ya vas a hacer lo que yo diga. No gano nada con soltarte… –
Respondí. Sanae no se resistió ni un poco. Su boca si dijo más cosas, de todos modos
–No…espera… espera… –
–Voy a abusar de ti… –
Le dije al oído. Sus piernas temblaron.
Eso es. Aproveché la presencia de su madre para revivir un poco del peligro y la emoción que esto tenía en un principio. Sanae no lo entendió de momento, quizá aún no lo entendía, pero estaba asombrosamente excitada.
–Eres un abusador… eres un abusador… indecente… Okaa–san está allí afuera… ¿Qué va a decir de mí? –
–De ti no puede decir nada… a mí ya me ha insultado hasta el cansancio… –
Respondí.
–Pues tu dijiste esas cosas… es tu culpa, por ser indecente… –
Se quejó ella. Comencé a tocar su trasero, mientras mi brazo pasaba por su cintura.
–Eres una niña hermosa, Sanae… –
Responder a sus insultos con halagos siempre funciona con ella.
–¿Eh? Eso no… eso no es cierto… no tiene sentido… –
Respondió Sanae, comencé a mover mi mano en su trasero, levantando lentamente su vestido.
–Claro que lo tiene… estoy loco por ti… –
Respondí.
–Mi… estas tocando…. Mi… –
No pudo decirlo, en parte por la vergüenza, en parte por la excitación, y supongo que un poco de miedo todavía a ser escuchada.
–Tu trasero… si… es muy lindo… –
Por primera vez en su vida, Sanae se dio la vuelta, y mirándome con lágrimas en los ojos, me pidió una opinión sincera.
–¿Si te gusta?… –
Preguntó ella, infantilizando su voz.
Esa es la primera vez que ella hizo una pregunta como aquella en esa situación.
–Si… es muy lindo… –
Respondí, sin dejar de mover mi mano. Sanae bajó la cabeza y puso ambas manos sobre la pared.
–¿No piensas que es desagradable? ¿De verdad? –
Insistió Sanae.
–Es bonito… –
Respondí.
–Si tú lo dices… –
Replicó. Por toda respuesta, continúe hablándole en voz baja, y acariciando su cabello con delicadeza. Eso hizo que ella comenzara a aceptar lo que estaba pasando.
–Siempre lo estás tocando… –
Se quejó, aunque ya no era una queja de todos modos. Continúe acariciando su trasero bajo el vestido, ella ya no se resistió. Quizá intuyó que su madre no abriría la puerta, o tal vez dejó de importar, no lo sé. Pegué mi cuerpo al suyo y ella lentamente comenzó a separar las piernas.
–Me gusta que lo toques… pero no se lo digas a nadie. –
Dijo Sanae a media voz.
Así que así es como era Sanae excitada. No había dejado su voz infantil, pero fuera por lo que fuera, ya no estaba resistiéndose.
–Ahora te vas a quedar callada y vas a hacer todo lo que yo quiera. –
Le advertí, ella asintió con la cabeza.
Desabroché el vestido que estaba atado con un listón por detrás, y continué tocándola mientras sacaba las mangas. Lamí su espalda desnuda. Sanae gimió.
–Oye… eso… eso… –
Sanae volvió a quejarse, sin asimilar por qué eso se sintió bien para ella.
–¿Te gusta? –
Pregunté, ella asintió.
–Si… me gusta mucho… tu estas actuando diferente… –
–No es diferente… solo recordé lo mucho que me gustas… Sanae… –
Respondí, desabroché sus sostén luego.
–Mis pechos… –
Dijo, cuando puse una mano sobre ellos y los apreté muy ligeramente. Ella reprimió un grito. Y bajó uno de sus brazos.
–Déjame tocarlos. –
Le susurré. Ella volvió a colocar su mano en la pared, mientras hacía lo posible por reprimir sus gemidos.
En todo este rato, no escuché ruido afuera, quizá su madre se había marchado, quizá no. No importaba ahora.
–Que niña tan buena eres… –
Le dije, besándola y jugando con su cuello.
–No soy buena… no soy buena… soy una niña tonta… soy tonta… –
Comenzó a decir.
–No lo eres… eres una niña buena… –
–No… no entiendes… soy una niña tonta… que no puede vivir sin tus cariños… sin tus mimos… –
Se quejó.
–Solo tengo que seguirte dando cariños entonces. No veo cual es el problema en eso…–
Respondí, acariciando su trasero y sus muslos, ella hizo sus caderas lentamente hacia atrás.
–No es verdad… eso no es cierto… tu no quieres a una niña tonta y mimada… –
Respondió Sanae. Imagino que alguna de las cosas que su madre le había dicho.
–Si quiero… –
Respondí, apretando un poco más sus pechos.
–¿En verdad? ¿Estás seguro de que no te molesta? –
Preguntó ella, volteando a verme. Le di un beso en los labios. Comencé a besarla obscenamente mientras acariciaba sus pezones, en cuanto nos separamos un poco, le respondí.
–Me gusta abusar de una niña tonta y mimada como tú, Sanae… –
Sanae comenzó a derramar lágrimas, mientras pegaba su trasero a mí para sentirse atacada.
–Me gustan tus mimos. Me gusta que abuses de mi… –
Respondió ella, con algo intermedio entre gemidos y susurros.
–Pervertida… –
Respondí, eso tuvo el efecto contrario del que normalmente tendría. Sanae estaba a reventar, pero supongo que todavía no estaba en el punto en que pudiera hacer algo como pedirme que la penetrara.
Estas cosas toman tiempo.
Me culpó de todos modos.
–Tú me hiciste así… es toda tu culpa. Yo solo hago lo que me dices que haga, no es mi culpa si se siente bien. No es mi culpa si me gusta… –
Se quejó ella, presioné sobre sus pechos, y pegué mi pene a su trasero, en parte para poder hablarle al oído sin que nos escucharan afuera, en parte para continuar excitándola. Admito que una parte de mi quería ver hasta dónde podía llegar.
–Di la verdad… –
Respondí.
Pero nuevamente, eso tomó una dirección inesperada para mí. No es que fuera mala, pero lo que yo quería, era que me dijera que quería hacerlo. No lo que me dijo.
–¿Eh? Pero… pero…promete que no me odiarás… –
Se quejó ella, a punto del llanto.
–¿Cómo voy a odiar a una niña tan linda? –
Pregunté, y lamí su oreja, ella lo permitió, y lanzó un suspiro.
–Fui yo… –
Dijo.
¿Qué? ¿Qué paso?
Bueno. No podía detenerme, así que continué tocándola y besándola, insistiendo. Ella miró hacia atrás para mirarme.
–Me gustaste desde la primera vez que te vi… el aire no tenía nada… fui yo… –
Explicó ella, apresurada.
–¿eh? –
Pregunté, perplejo. Me detuve por un momento. Como dije, no era lo que esperaba. Sanae puso su mano sobre la mía, que estaba tocando su pecho, como para asegurarse de que no me iba a alejar.
–Perdón… no soy tan valiente para tomar la iniciativa… y me gustabas mucho y… dije cosas tontas… y estaba celosa de Minase. Nunca creí que te gustaría de vuelta y por eso lo hice… el aire no tenía nada, fui yo quien dijo que si… perdón…–
Estaba hablándome del día en que nos quedamos en la panadería y ella se metió “revisar el aire.” Nunca estuvo atascada en realidad. Estaba fingiendo.
Admito que en alguna parte de mi subconsciente, todavía guardaba un poco de culpa por hacerlo contra su voluntad. Pero ¿Qué tan contra–su–voluntad fue en realidad? Nunca tuve el valor de preguntar.
Ahora lo sabía: Nada.
–Es la verdad… –
Dijo, porque me había quedado callado. Pero en realidad me agradó saber eso, y quería que ella entendiera las ventajas de decir lo que realmente pensaba. Era importante ahora.
Porque la deseaba con una extraña afección ahora mismo.
–No me dejes… –
Dijo Sanae finalmente, por toda respuesta, la empujé contra la pared, esta vez de frente, y comencé a besarla con locura. Sanae se dejó besar todo lo que yo quise. Metía mi lengua dentro de su boca, presionado la suya y levantándola para sentirla por completo.
–Que honesta eres… ser tan honesta merece una recompensa… –
Le dije, y bajé sus pantis hasta las rodillas. Sus piernas temblaron. Luego llevé mi mano hasta su cara y metí dos dedos en su boca.
–Lámelos… –
Sanae comenzó a succionar y a lamer dócilmente como le había dicho. Los saqué de su boca después, y los llevé hasta su entrepierna. Sanae me miró por un momento con la cara roja y la respiración acelerada.
–Quiero saber lo que realmente piensas… –
Le dije.
–Me da vergüenza… –
Pasé mis dedos cerca de su vagina, ella empujó su cadera hacia adelante, esperando no perder el contacto. Miró hacia abajo, a mis dedos. Yo nunca había visto esa mirada en Sanae, pero en este momento, ella era una completa esclava de sus deseos.
–Dilo… –
Le dije, volviendo a rozar su piel con mis dedos. Su vulva palpitó cuando lo sintió, y ella dejó escapar un suspiro.
–Me gustas… –
Declaró ella, separando sus piernas todo lo que su ropa interior lo permitió y aferrándose a mi cuello. Puse mis dedos en su entrada, y le di un beso.
–¿Es todo? –
Pregunté.
Sanae negó con la cabeza, luego volvió a aferrarse a mi cuello.
–Te amo, te amo con locura… estoy loca por ti… en verdad… –
Confesó ella, asegurándose de que no pudiera ver su cara, pero no hizo falta, lo siguiente que hice fue meter mis dedos dentro de ella, de un solo golpe.
–Awawa… –
Sanae hizo ese sonido, yo solo acomodé mi mano, y comencé a hacer círculos pequeños dentro de ella. Cosa que imagino que esperaba, porque comenzó a venirse en ese momento. Tuvo que hacer un esfuerzo para permanecer callada.
Le ayudé tapándole la boca.
–Shhh… no hagas ruido… ¿comprendes? –
Pregunté, con mis dedos dentro de ella. Sanae puso su espalda en la pared, y asintió con la cabeza.
–Buena niña… –
Respondí. Y cuando ella sonrió, comencé a moverlos lentamente. Como tenía buen rato estimulándola a este punto, ella estaba bastante mojada como para no sentir dolor, así que lo hice bastante rápido. Un poco violento también.
Sanae no pudo mantenerse callada después de eso.
Así que por supuesto que tocaron la puerta.
–¿Sanae? No puedo creer que en verdad estas… tú… –
Se quejaron afuera, Sanae no hizo caso, no estaba en condiciones de hacer caso de todos modos.
–¡Por todos los cielos! ¡Sanae! Sal de allí ahora… –
Gritaron desde afuera.
Comencé a mover mis dedos más y más en el interior de su vagina, Sanae tenía problemas para mantenerse de pie mientras trataba en vano de mantenerse callada. Ni siquiera le importó que su madre golpeara la puerta una segunda vez.
Sanae me chilló.
–Tus dedos… estas siendo muy rudo… –
Chilló ella, con el poco aliento que tenía. Sanae se rebatía entre guardar silencio, tomar aire, y disfrutar lo que estaba pasando.
–Claro que estoy siendo rudo… estoy abusando de ti ¿recuerdas? –
Pregunté, aumentando el ritmo. Sanae se tapó la boca por un momento, empujando sus caderas hacia mi todo lo que podía.
–Si… abusa de mi… abusa de mi… –
Aumenté el ritmo un poco más. A este punto, el ruido que producía su néctar al revolverse dentro de ella podía escucharse muy claramente. Sanae no prestó atención a eso tampoco.
Poco a poco, Sanae fue dejándose caer hasta que se sentó en el piso, yo me hinqué frente a ella para continuar haciendo lo mismo, y como ahora quedaba más abajo, la tensión en mis dedos aumentó.
–Abrázame… –
Pidió ella.
–No puedo abrazarte si… –
–Por favor… –
Se quejó de nuevo, haciendo el menos ruido posible, ni que hacerle, acomodé sus piernas sobre las mías y la abracé, ella se sostuvo de mis hombros y comenzó a besarme una y otra vez en donde cayera. Fue lindo a su manera.
–¿Te puedo mojar? –
Preguntó ella, con un chillido.
Fue extraño que lo preguntara.
–¿Segura? –
Ella comenzó a respirar pesadamente de nuevo. Me habló al oído.
–Es que… no puedo detenerlo… quiero hacerlo… pero me da miedo que te de asco… –
Explicó ella, apenas juntando aliento para decir esas cosas.
–De acuerdo… –
Y como ella había estado deteniéndolo, lo dejó salir con una serie de contracciones. Ahora ella estaba prácticamente encima de mí, y ya fuera por lo que estaba pasando o por su excitación o lo que fuera, ella empujaba cada vez más su entrepierna a mí.
Y me mojó por completo. Entiendo que dijera que tenía miedo, porque fue mucho más de lo que normalmente sería.
–Eso es… déjalo salir… que niña tan buena eres, Sanae. –
Le dije. Sanae se abrazó a mí. Estaba temblando.
–No es mi culpa ¿cierto? Tu… no vas a decir nada feo… –
Preguntó Sanae, todavía tratando de tomar aire y temblando.
–Claro que no… esto era lo que quería. Eres una niña buena. –
–Te mojé… –
Se quejó ella.
–Está bien… –
–Me siento rara… debería avergonzarme de mi misma por eso… pero… me hace feliz… creo que me gusta… –
Hasta yo podía darme cuenta de que ella no era como normalmente sería en ese momento. Lo digo porque su respiración comenzó a acelerarse al tiempo que ella comenzaba a abrazarme con más y más fuerza.
No dije nada y ella se enfadó.
–¡Haz algo! –
–Tienes que decirme que quieres que haga… –
–Ya sabes… haz eso… abusa de mi… –
–¿Solo así? –
Pregunté. Molestándola un poco. Puse mis dedos en su entrada de nuevo. Ella apretó mi hombro.
–No… usa tu… tu… –
Y allí se detuvo.
–Si lo dices completo entonces lo haré… –
Respondí, ella bajó la voz todavía más, quitó mi cabello para hablarme al oído.
–Usa tu… pene… para violarme… –
Dijo. Había que concederle eso, estaba siendo muy difícil para ella, aun en este momento, decir esas cosas. Así que bajé mi cierre. Ella me detuvo, y se hizo hacia atrás un poco.
–No… espera… espera… así no… yo… verás… –
¿Una petición? ¿Con esa voz y esa cara? Claro que sí.
–Desde atrás… como la primera vez… –
Dijo Sanae, su cara estaba tan roja que podría freír un atún en su frente. Aun así, no sentí que sería bueno hacérselo notar ahora, así que lo ignoré. Acaricié su cara.
–¿Te gusta así? –
Pregunté.
–Shi… –
Ella dijo eso a punto del llanto. Yo me separé de ella después, y bajé mi cierre. Cuando ella se dio cuenta de que lo haría como ella quería, sonrió levemente y se dio la vuelta, exponiendo su trasero. Como mi pene y yo, no queríamos dilatar más este asunto (Cada uno por sus razones) decidí que era una buena idea ir con todo lo que tenía.
Cuando lo metí, ella lanzó un chillido, luego se tapó la boca. Por puro instinto voltee a ver a la puerta. Me preguntaba si su madre aún estaba allí. Espero que no esté espiando.
–No hagas ruido… –
Le dije a Sanae.
–Perdón… –
Respondió ella, y volvió a taparse la boca.
Comencé a empujar lentamente, más que nada porque no quería hacer mucho ruido, pero eso tuvo el efecto contrario en Sanae, quien al parecer lo disfrutaba especialmente a este ritmo. Sentí que era una buena idea mantener su garganta (y su mente) ocupada.
–Agradéceme… –
Le dije. Ella asintió con la cabeza y trató de juntar aire para responder.
–Gracias… señor… –
Fue lo que dijo, al menos eso mantenía su cabeza ocupada.
–¿Por qué? –
Pregunté.
–Por… abusar de mi… –
–Muy bien, eres una niña buena… –
Pude sentir como sus paredes se contrajeron cuando ella escuchó eso. Parece ser que lo que me dijeron al respecto era cierto.
En ese momento, alguien más entró a la casa. Pude escuchar la puerta abrirse. Jalé a Sanae porque ella estaba a punto de gritar y le tapé la boca, todo sin dejar de empujar.
Tenía que haberlo sabido. Kurimo había vuelto, y alguien más venía con ella. Escuché voces afuera.
–Okaa–san. ¿Todavía estas aquí? –
Preguntó Minase.
–Si… aquí estoy… ¿Qué haces tú aquí? –
Preguntó la señora.
–Vine a ver a Onee–chan. ¿Dónde está? –
Preguntó. Después de unos momentos, se escuchó un suspiro.
–Ah… están en eso… bien, esto va para largo. Vamos arriba, Hatami–chan… –
Así que Kurimo estaba con ella.
–¿Qué quieres decir? –
Preguntó la señora Akiyama.
–Bueno… cuando empiezan con esas cosas, no se detienen pronto. ¿Sabes? Pueden seguir por horas y horas… es muy molesto. –
–Minase. ¿Cómo puedes decir esas cosas? Y lo que es peor… en presencia de visitas. –
Se quejó la señora.
–Oh, a ella no le molesta… –
Respondió Minase.
–Mi madre va a tener un bebé… sé cómo se hacen los bebés. –
Respondió Kurimo.
–Que molesto debe ser tener que hacer esas cosas… –
Comentó Minase. Hipócrita. Pero como de costumbre, sus palabras siempre tenían un significado especial. Lo sé por lo que la señora respondió.
–No Minase… molesto es no tener que hacerlo… –
Respondió la señora afuera. Aquello fue raro, y fue más raro aun, porque la señora volvió a tocar la puerta. Yo no había dejado de empujar en Sanae y ahora ella estaba a punto del orgasmo.
–Sanae… me voy a casa… –
Dijeron afuera.
Evidentemente nadie respondió. Pero seguro que desde donde ella estaba, podría escucharse perfectamente que estaba pasando. Hablo del sonido de nuestros cuerpos chocando el uno contra el otro.
–Disfrútalo ¿Comprendes? Disfrútalo porque… estas cosas… no están destinadas a durar… –
Dijo la señora.
Al menos al final fue honesta.
No es como que Sanae pudiera prestar atención de todos modos. Ni yo tampoco a decir verdad, estaba demasiado concentrado en Sanae y en la sensación que me daba golpear su cuerpo con el mío. Era obsceno considerando que ella no estaba siendo nada silenciosa a este punto.
Sin pensarlo demasiado, le di una pequeña nalgada. Ella se giró y reclamó:
–Oye… no hagas eso… –
Me enfadé un poco, me acerqué a su oído…
–Pero estoy abusando de ti ¿No es cierto? –
Pregunté. Ella me miró lloriqueando.
–Si pero… estoy siendo buena… me estoy dejando… –
Respondió ella con voz infantil. Eso hizo que mi pene comenzara a tener problemas para contenerse. Me incliné para hablarle a Sanae y rodeándola con un brazo, tomé uno de sus pechos.
–Claro que te estas dejando. Eres mía. –
Le susurré.
–Si… soy suya… soy suya… –
Respondió ella. Sus paredes comenzaron a contraerse. Supuse que era una buena idea sincronizarnos. No podía hacer esto a menudo.
–Me vengo… –
Gimoteó Sanae.
–No… espera… –
Respondí, no porque yo no estuviera listo, sino porque quería escucharla decir lo que seguía.
–¿Qué? ¡No! No puedo… –
Sanae realmente lo intentó. Con lágrimas en los ojos y tratando de detener también su voz, contrajo sus piernas para no venirse. Sobra decir, que fue en vano. No importó de todos modos porque segundos después, comencé a expulsar mi semen dentro de ella, mientras acariciaba su cara.
–Eres una niña muy buena Sanae… –
–Perdón… no pude evitarlo… –
Respondió ella, con la respiración entrecortada.
–Está bien así… –
Respondí, y sin darle tiempo a volverse a quejar, le di un beso en los labios. Sanae sonrió y se dejó caer al piso.