Haru No Yurei - Volumen 3: 12. Pormenores a Tomar en Cuenta
Ayasara Sensei cerró la puerta tras de sí.
–Ve a la pared. –
Ordenó después. Luego fue a la sala sin mirarme. Yo obedecí, manteniendo la vista en el piso.
Después de todo lo que había pasado con Sanae, con Kurimo, e incluso con Mizore, costaría trabajo creer que sé hacer esto.
Sé dejar que ella domine la situación.
Sé cómo ser sumiso y agradar. Podríamos decir que, bueno, es el papel que mejor me sale en realidad.
También sé hacer el tonto.
Cielos, estaba sonriendo. Puede ser que, en realidad quería un poco esta situación también, hacía mucho que no estaba en este sitio, quiero decir… en el sitio en que Sanae y Mizore se ponían solas.
Primero, hay que hacer que sus nervios desaparezcan, pero como eres débil y estas a merced de los caprichos de ella, no puedes hacerlo muy obvio.
–¿Qué es gracioso? –
Preguntó ella.
–Lo siento Sensei… –
Fue mi respuesta, hablar en voz baja es importante, a no ser que ella te diga que alces la voz.
–Estás en detención, te lo recuerdo. –
No la mires a los ojos, mantener la cabeza abajo es importante. Si ella quiere que la mires, te lo dirá.
Primero tiene que establecer su posición, ignorarme es la mejor forma de hacerlo.
–Voy a subir por unas cosas que tengo que arreglar. Quédate aquí. –
Dijo y se dio la vuelta. Puedes hacer una sugerencia acerca de necesitarla, pero no puede ser muy obvio.
–Profesora… yo… bien… –
–¿Qué? –
Preguntó ella, fue muy obvio que estaba luciendo su cuerpo al darse la vuelta al subir las escaleras. Es la forma en como dicen: “Si te portas bien, será para ti”
–Es que… no quiero quedarme solo… –
–¿Qué eres? ¿Un niño pequeño? Sopórtalo, es solo un momento. –
Reclamó.
–Sí, Sensei, lo siento… –
Ella subió con un sonido de ¡Hmph! Y balanceando su cuerpo más de lo normal. Si hubiera un poco más de experiencia entre nosotros, es decir, si hubiéramos hecho esto más veces, ahora sería el momento de subir y hacer el mimado con ella. Pero no es el caso.
Ella necesitaba tiempo para tranquilizarse y aclarar su posición. Después de eso, ella tiene que encontrar la forma de acercarse. Ya no puede ser mala. Pero no puede ser muy obvio. Recordemos que ella está tratando con algo frágil aquí (Yo) y debería estar al tanto de que si se excede se arruinará.
Es el mismo miedo que yo tenía cuando empezaba en esto con Mizore y con Sanae.
Ahora bien. Ya se verá.
Ayasara Sensei bajó después de unos minutos, yo seguía parado con la cabeza agachada ahí en donde me había dejado, sin moverme un milímetro. Ella fue de aquí para allá fingiendo que tenía cosas que hacer.
No hablamos del “motivo” de mi detención. Ella podía haber usado eso, pero supongo que era demasiado pedir. Tampoco creo que ella en realidad haya hecho esto antes. Es una fantasía que ella quiere cumplir pero no sabe cómo.
Aun así, sé que la disfrutará.
Finalmente se paró frente a mí.
–¿Qué tienes que decir?–
Preguntó ella, todavía con voz enojada.
–Perdón… yo no quería causar problemas. –
Respondí, en voz baja, cosa sin importancia porque estábamos los dos solos, no había nada de ruido.
–No querías causar problemas, pero aquí estas… –
Ups, se excedió. Ese comentario es demasiado duro. Meh, no importa.
–Lo siento… –
Respondí, era una invitación a recomenzar.
–Faltaste a mi clase además. –
–Perdón… –
Ya debería haber establecido su posición. ¿Por qué dudaba?
–Lo siento Sensei. –
–Si de verdad lo sintieras, te disculparías apropiadamente, me hiciste preocupar. –
Ah, es eso. Necesitabas el motivo para cambiar de actitud, es difícil hacerlo sin razón. Por otro lado, esta era mi oportunidad.
En este punto, hay que demostrar que necesitas de ella, que dependes emocionalmente de su aprobación. Es difícil, hay que decirlo, pero sé hacerlo.
–Lo siento mucho… no quise preocuparla Sensei. No pensé en sus sentimientos y es mi culpa, Por favor, ya no se enfade… –
Decir eso, tranquilo, en voz baja, y suplicando. La cara de Ayasara Sensei se suavizó, ella suspiró.
Lo hizo parecer que era porque se le pasa el coraje, pero en realidad, suspiras porque esto está saliendo bien. Si ella dejaba de estar nerviosa, podía continuar.
–Bien, admito que eso basta, es decir, aún estas en detención, pero ya no estoy enojada. ¿Es eso lo que quieres? –
Ahora… uno tiene que actuar como si aquello fuera una especie de regalo maravilloso, como si su sola aprobación bastara para hacerte súper feliz.
Hablé emocionado y levantando un poco la voz:
–Muchísimas gracias Sensei, lo aprecio mucho, en verdad. Yo haría lo que fuera por usted. –
Esa última declaración, funciona como un modo de decir: acepto esto.
A partir de aquí, lo único que ella tiene que hacer, es comenzar a escalar las cosas, tal y como yo lo hice con Sanae la última vez que lo hicimos en la panadería de su padre. Incluso si ella siente que estoy siendo demasiado invasivo, todo lo que tiene que hacer es recordarme que soy su alumno y estoy detenido.
Ayasara Sensei encogió de hombros, luego tomó una silla y la puso frente a mí. Se sentó luego.
–No hay nada que tengas que hacer, pero quiero… Emm… hablar contigo… ¿está bien? –
–Sí, Sensei. –
–Últimamente te noto algo distraído. No pones atención a clases y van dos veces que te encuentro platicando con ese chico, Sushake. –
Explicó. Mentira, pero había que ir con la fantasía. Siendo así, tenía que aceptar el regaño.
–No volverá a pasar, Sensei. –
–Ese chico es una mala influencia en tus estudios, y me parece poco razonable de tu parte que no te hayas dado cuenta, o peor aún, que te niegues a darte cuenta solamente porque dice que es tu amigo. –
Se quejó ella.
¿Estaba aislándome?
Interesante.
Puedo hacer que se ponga mejor.
–Es una chica… –
Ella abrió los ojos, como si no pudiera creerlo.
–¿Una chica? –
Preguntó, ultrajada.
Así que de eso se trataba. Bueno, no puedes decir demasiado, no puedes ir muy lejos, tiene que ser lo suficientemente irrelevante para que ella no se enfade y lo suficientemente importante para que haya algo que decir.
Su cara fue magnifica, eso ni que decir tiene.
–Sí, ella… me habla a veces, me dice que quiere desayunar conmigo… también me mira mucho a veces, me pone nervioso… yo no sé si eso está mal… –
Expliqué, juntando mis dedos. Inocente y tonto.
Una buena combinación aquí. Más si tomamos en cuenta que, bueno, ella seguro que se enternece por algo así, es mujer.
Ayasara Sensei se hizo parecer preocupada.
–Claro que está muy mal. –
Respondió, escandalizada. Acercó su cara a mí. Podía notarse que estaba muy, muy excitada. Creo que le di en el clavo con esto.
–Las chicas son peligrosas. Pueden hacerte pedazos, pueden destruir tu futuro. ¿Quieres eso? ¿Acabar limpiando las calles? Te harán creer que les importas, eso no es verdad. Lo único que quieren es hacer cosas malas. –
Por supuesto, porque la única persona en todo el mundo a quien le interesa mi bienestar es Ayasara Mizuki. Nadie más.
Ahora tenía que hacerle saber que entendía eso.
Tenía que hacerle saber, que confiaba plenamente en ella.
–Una vez intentó tomar mi mano, dijo que no le dijera nada a nadie. Supongo que es porque sí tiene malas intenciones después de todo. –
Ayasara Sensei tocó mi cara.
–Claro que tiene malas intenciones. Todas las chicas tienen malas intenciones. Y tú eres un jovencito muy lindo y brillante como para caer en sus trucos. –
Me explicó, su mano estaba temblando. Aun así, yo fingí no darme cuenta y sonreí.
–Pero nada va a pasarme. Usted no va a permitir que me hagan nada malo. ¿Cierto? –
Me excedí con eso. Ella retiró su mano, avergonzada.
–Cla… claro que no… es decir, yo nunca dejaría que te hicieran nada malo… yo… ¿quieres té? –
Dijo. Y se puso de pie.
Ojalá pudiera llorar a propósito, eso le añadiría más emoción a esto, pero no se puede tenerlo todo. Ayasara Sensei se puso de pie y fue a su cocina.
Ella volvió con un vaso de té frio y me lo dio.
Luego tomó una blusa de no sé dónde.
–Está haciendo un poco de calor… date la vuelta. –
Ordenó.
Yo me di la vuelta, y escuché como ella se desabrochó el saco, luego se lo quitó y cayó al suelo. Luego la blusa, que también se quitó. Escuché como se puso la blusa luego. Era una prenda mucho más fresca que la anterior, aunque no tenía escote ni nada de eso, solo las mangas cortas.
–Listo… date la vuelta. –
Dijo.
Se había cambiado aquí por una razón. Podía haber volteado, pero preferí hacerlo así.
–No puedo… –
Le dije, haciéndome sonar nervioso.
–¿Cómo que no puedes? –
Preguntó ella, haciéndose pasar por confundida.
–Bueno… no puedo… –
–¿Estabas mirando? –
–No… –
Respondí.
–Los chicos que miran son desagradables ¿entiendes? –
Preguntó ella, molestándose.
–No miré, se lo juro, Sensei… no estaba mirando… –
–Entonces lo imaginaste… –
Se quejó ella.
Me quedé callado, anunciando mi respuesta positiva, Ayasara se sentó en la silla, permaneció en silencio por unos momentos.
–Eso que está pasando… ¿Ha pasado antes? –
Preguntó ella, haciéndose sonar comprensiva y amable. La clase de mujer en la que confiarías para decirle estas cosas.
–Algunas veces… –
Expliqué.
–Y ¿Pasa con las chicas que mencionabas? ¿Alguna en especial? –
Preguntó ella.
–No… no es que sea así… Sensei… –
Respondí. Demonios, tenía una erección de los mil diablos.
–Puedes decirlo, no me voy a enojar. –
Dijo ella. Parecía un buen momento para separar miedo de vergüenza. Quiero decir, que era un buen momento para hacer notar que mi… renuencia se debía a la vergüenza y no a que tuviera miedo de ella.
–Es solo en clase de Ayasara Sensei… –
Expliqué. Pude escuchar como eso le quitó el aliento, por toda respuesta, ella extendió su mano y comenzó a tocar mi trasero.
Aquello fue un poco extraño, pero supongo que las chicas también quieren tocar a veces. Me sobresalte por la sorpresa pero no niego que se sentía bien.
–¿Sensei? –
Pregunté.
–Esto… no te molesta ¿cierto? –
Preguntó ella. Cielos, era difícil no darse cuenta de que su respiración estaba acelerada. Yo voltee a verla, su cara estaba roja.
–No pero… –
–En detención… –
Respondió ella, al darse cuenta de que la miraba, volví a mirar a la pared. Y como obedecí inmediatamente, ella tomó más confianza y comenzó a acariciar y a apretar un poco.
–¿Te molesta esto? –
Volvió a preguntar.
–No… se siente… creo que bien… –
Expliqué. Ese “creo” podía malinterpretarse. Pero ahora ella estaba perdida en su fantasía para notar eso.
–Alguna vez… ¿Has hecho esto con alguien?–
Preguntó ella. Era una pregunta difícil en esta situación, porque yo no estaba haciendo nada. Supongo que para ella también fue difícil formular la pregunta en primer lugar. Negué con la cabeza.
–No… Sensei… –
–No me mientas… –
Replicó ella. Presionó una de mis nalgas con la mano. Yo salté.
–Lo juro… nunca… –
Aseguré, ella suspiró y me tomó de la mano.
–Ven… siéntate… –
Dijo, y me sentó sobre sus piernas. Yo evité mirarla.
No dejó de tocarme, por cierto. Ahora podía tocar mi trasero todo lo que quisiera, y ella aprovechó eso al máximo. Decidí que estaba bien ignorarlo por el momento.
–No hay nada de qué avergonzarse. ¿Entiendes? Estas cosas pasan a veces… –
Explicó ella. De algún modo, también estaba justificando lo que ella estaba haciendo. Fue muy incitante al decir eso.
–¿En verdad? No… no estoy siendo… extraño ¿cierto? –
Pregunté, ella me regaló una amplia sonrisa.
–Claro que no, eres un chico, estas cosas pasan. De esto es de lo que se aprovechan las chicas, de los chicos que no entienden por qué esto se siente así… –
Es decir, la retórica de “Si yo no estuviera aquí para ti… etc.”
Estaba aprendiendo mucho, por cierto. Sobre todo en el aspecto de Alumno–Sensei y cómo debe de verse.
–Dime, ¿hay algo que… debas decir? Algo que no me hayas dicho, por vergüenza o por miedo a que te castigue? –
–Lo hay pero… –
–Puedes decirlo ahora… yo prometo ser buena y no castigarte, lo prometo de verdad. –
Me dijo ella. Puso su otra mano en mi rodilla, yo usaba mis manos para cubrir mi entrepierna porque se supone que estaba avergonzado.
–Sí… yo… pienso que Ayasara Sensei es… bueno… muy bonita… –
Ella enrojeció y bajó la cara, hizo un esfuerzo por recomponerse, supongo que fui muy directo. Para ayudarla, agregué:
–Pero entiendo que yo no debo decir esas cosas… lo siento, Sensei… por favor, no se enoje conmigo… –
–Bueno, no es que no debas decirlo, es que… eres un poco demasiado honesto. Pero está bien. Yo… verás… también tengo, algunas cosas que decir. –
Explicó. Por fin se había decidido.
–Puede decirme cualquier cosa… yo seré buen chico y escucharé… –
Respondí, sonriéndole.
–Bueno, tú ya eres buen chico, pero. Lo que trato de decir, es que, bueno… yo me he dado cuenta, de que eres muy, muy lindo. ¿Entiendes? –
Era una declaración. Con todas las de la ley. Otra cosa es que una profesora no puede declararle esas cosas a un alumno. No estoy muy seguro de qué edad tenía yo en la mente de ella, pero era claro que más joven que ahora mismo sí era.
Lo que ella quería saber si entendía, es, que ella estaba diciendo eso en un sentido de gustar.
–Eso creo… –
Respondí. Era una respuesta… suficientemente positiva, yo creo.
Y creí bien, porque ella sonrió.
–Yo sé que una profesora no debe tener preferencia por nadie, pero la verdad, es que nunca me había encontrado con un jovencito tan lindo, y responsable, y bueno, admito que tengo ganas de abrazarte… tú… no te molestarías por eso ¿o sí? –
–Claro que no, al contrario… –
Más tardé en decirlo que en lo que ella haló de mí.
–Ven aquí… eres… una preciosura… –
Dijo, y sosteniéndome del trasero y del hombro, me abrazó, y me restregó contra su cuerpo con una obscenidad difícil de creer.
–Sensei… su pecho… es… suave… –
Dije. Ella se rio levemente.
–Eres un niño travieso. –
–No, se lo juro, Sensei… yo no lo decía por… –
Me interrumpió aprensándome levemente contra su cuerpo.
–Está bien, ser travieso. A mí no me molesta. –
Dijo. Yo sonreí y la miré.
Quien hubiera dicho que ella era ASÍ de perversa.
No estaba mal, de todos modos. Yo estaba disfrutando esto casi tanto como ella.
–Escucha, voy a decirte algo importante… esto… tiene que quedar entre nosotros. No puedes decirle a nadie que me has dicho esas cosas ¿entiendes? A nadie. –
–¿Por qué? –
–Bueno… porque, se enojarán conmigo y contigo… no queremos eso. –
–¿Está mal obedecer a tu Sensei? –
Pregunté, de algún modo aclarando que todo esto era su idea. Ella negó con la cabeza.
–No es que esté mal… pero ellos no lo van a entender… dirán cosas malas… –
También conocía esa retórica. Cielos, era buena con esto. ¿Cuántas veces había pensado ella estas cosas?
Se separó de mí un momento y me miró, su cara estaba roja.
–Dime… ¿Alguna vez has besado a alguien? –
¿Por qué tenía que preguntar? Si no he abrazado a nadie y apenas me hablo con las chicas. Supongo que todavía no hallaba la manera de pedirlo de otro modo.
–No… eso es algo que debe hacerse con tu persona favorita. –
Respondí. Es la manera en como lo diría un chico joven, de unos trece o catorce años y virgen, claro.
–¿Y quién es esa persona? –
Preguntó. Yo bajé la cabeza, como avergonzado.
–Ayasara Mizuki Sensei. –
Respondí.
–¿En verdad? Vaya… eso es muy bueno. Porque… verás… tú también… eres mi persona favorita. –
Explicó. Yo negué con la cabeza.
–No es verdad… seguro que Sensei tiene a más personas… mejores… más adultas… –
Ella hizo como que fingía que se enfadaba, por extraño que eso pueda sonar.
–Oye, dudar de una mujer es algo malo. No debes dudar de lo que te diga. –
Se quejó ella. Yo bajé la cabeza, haciéndome parecer desanimado. Era muy obvio que ella estaba ejerciendo una dominancia muy activa aquí.
Bien pensado, ella me había prohibido que hablara con otras personas, también acababa de dejarme en claro que tenía que creer a cada palabra que ella me dijera. ¿Quién lo diría? Ella podía ser mucho más posesiva de lo que yo lo era.
No diré que me desagradaba del todo, pero lo único que faltaba es que ella me pusiera una cadena al cuello.
Ella tocó mi cara. Se notaba a leguas que ella se moría por besarme.
–Perdón… Sensei… no quise hacerla enfadar. En verdad no quería… –
Ayasara Sensei suspiró. Ya no hallaba como pedir un beso. Yo sentía que era mejor si ella solo se desesperaba y lo pedía.
–No estoy enfadada. –
Respondió ella. Respirando pesadamente. Presioné un poco hacia atrás. Ella estaba siendo demasiado aprehensiva sin razón.
–Sensei… está tocándome… –
Le dije. Eso la descolocó. Ella quitó su mano inmediatamente.
–Discúlpame… en verdad, no quise hacer algo como eso. Es decir… Te desagrada ¿cierto? –
Preguntó ella, nerviosa. No porque realmente estuviera en problemas, al menos no como profesora, pero la fantasía podía derrumbarse si ella no actuaba con cuidado.
–No me desagrada… se siente extraño… –
Respondí. Ella suspiró. Eso le daba permiso para continuar desde donde lo dejó, solo tenía que ser más directa y menos aprehensiva.
Eso fue lo que hizo.
–Te diré qué haremos… puedes probar conmigo, un beso… y me dices si te gusta. –
–¿Haría eso por mí? –
Pregunté entusiasmado.
–Bueno, solo si tú quieres. –
Puso su dedo en mi pecho. Eran nervios para seducir, me refiero a que intentaba aparentar nervios para que yo la calmara y, por supuesto, le dejara hacer lo que quisiera.
–Está bien… si usted está bien conmigo… –
Ayasara Sensei me dio un beso en los labios. Comenzó un poco obsceno, hay que decirlo, pero cuando se percató de que yo dudaba en responder, bajó lentamente la intensidad, no usó su lengua ni nada por el estilo. Pero no se separó de mí. Pude sentir su mano recorrer mi espalda, suplicándome silenciosamente que le respondiera el beso de alguna forma.
Comencé muy lentamente.
Yo todavía recordaba cómo fue mi primer beso, así que eso fue lo que hice, suavemente, comencé a empujar con mi lengua sus labios, acariciándolos luego de arriba a abajo. Ayasara se dio cuenta y su respiración se aceleró. Me sostuvo del hombro y me separé de ella.
–¿Sensei? –
–Lo siento… lo siento… –
Respondió ella, con la respiración entrecortada.
–Es solo que… nunca había besado a un chico tan lindo… es eso… –
Me preguntaba ahora ¿Cuánto más podía resistir la excitación? Sus rodillas estaban temblando, aunque, por el bien de la fantasía, decidí que lo mejor, era ignorar ese detalle.
–Sensei… quiero… hacerlo de nuevo… –
Le dije. Ella me miró con los ojos llorosos.
–¿De verdad? Es decir… si estás jugando conmigo yo… –
¿Por qué tenía que pensar en eso ahora? Estábamos a la mitad de algo muy bueno y todavía estaba pensando en esas cosas.
–Usted es muy bonita… –
Le dije, para quitarle ese pensamiento de la cabeza. Eso la hizo suspirar. Me miró por un momento, yo solo sonreí. Ella paró de tocarme. Hice como que no me había dado cuenta.
–Dime… ¿en verdad te parezco bonita? –
Era momento de usar las palabras mágicas.
–Quiero casarme con Ayasara Sensei… –
Respondí, bajando la cabeza. Ayasara ahogó un grito, se llevó la mano a la boca y giró la cara.
–No digas esas cosas… es decir… no es que me moleste pero… –
–¿No se puede? –
Pregunté. Ella negó con la cabeza.
–No es que no se pueda. Claro que sí pero… ¿Has pensado en todo lo que tendrías que esperar? –
Preguntó Ayasara Sensei.
–¿Esperar? –
–Sí… pues… para hacer bebés… faltarían muchos años y… –
Explicó ella.
–No quiero esperar… –
Respondí. Era una invitación y ella lo sabía. Suspiró para recomponerse al tiempo que yo podía sentir su respiración acelerarse.
–¿Qué quieres decir? –
Preguntó ella. Me puse de pie y la miré.
–Tal vez todavía no soy como Sensei quiere que sea, pero haré mi mejor esfuerzo. –
–Es decir… ¿Ahora? –
Preguntó ella, acalorada y con la cara roja. Yo bajé la cabeza. No podía mostrarme muy seguro, de todos modos.
–¿No se puede? –
Pregunté, ella bajó la cabeza un momento y luego suspiró.
–¿Qué tal si… Ejem… vamos a mi recámara y… probamos? –
Preguntó ella. Yo asentí con la cabeza, luego me quedé mirando al suelo.
–No, no te desanimes, estoy segura de que… –
–No estoy desanimado… estoy nervioso… –
Respondí. Ayasara Sensei perdió el aliento de nuevo, tuvo que darse la vuelta y se llevó una mano al pecho. Luego se puso de pie.
–No hay de qué estar nervioso… como dije… tú eres un niño muy lindo… ven conmigo… –
Dijo, y extendió su mano, yo la tomé con algo de timidez, a pesar de que la que estaba temblando era ella, fingí que no me daba cuenta mientras me guiaba al subir las escaleras.
–Escucha… no puedes decirle a nadie de esto… ¿comprendes? será nuestro secreto… –
Me recordó ella, aunque no había necesidad de seguir recordándome eso. Abrió la puerta de su recámara después y se hizo a un lado.
–Muy bien… es aquí. Entra. No tengas miedo. –
Hice lo que me dijo y miré a todos lados, era exactamente el mismo lugar de siempre. Ayasara Sensei cerró la puerta detrás de ella y se recargó en la pared para recuperar el aliento, aunque era obvio que ella también estaba tratando de decir: no escaparás.
–Bueno, esta es mi recámara. Aquí duermo… y… –
Bajó la cabeza. Yo me acerqué a ella.
–¿Pasa algo? –
Eso la tomó por sorpresa. Ayasara Sensei batió la cabeza varias veces, como si intentara concentrarse, decidí darle una mano, porque quería que ella sintiera que esto me agradaba.
–Sensei… mi corazón está latiendo con mucha fuerza. –
Le dije, ella me miró con una sonrisa que demostraba ternura. Luego aproximó lentamente su mano a mi pecho, lo acarició por unos instantes.
–Es cierto… quizá está bien si nos sentamos en la cama un momento ¿no crees? Ven conmigo… –
Y me tomó de la mano de nuevo y me llevó hasta su cama, una vez allí, ella se sentó y me invitó a sentarme a su lado.
–¿Tienes miedo? –
Preguntó ella, sonriéndome, tratando de trasmitirme serenidad. Yo me senté junto a ella y asentí con la cabeza, ella puso su mano en mi rodilla, acariciándola.
Por alguna razón, Ayasara Sensei parecía obsesionada con tocarme esta vez. Tal vez era el único modo en que ella se sentía lo suficientemente segura para hacerlo.
–No tienes que sentir miedo… es algo que te va a gustar. Todos los adultos lo hacen. –
Dijo ella, subiendo su mano lentamente. Mi erección era dolorosa a este punto.
–¿Quieres probar ser un adulto? –
Preguntó ella, mimosa.
–No sé… –
Respondí, ella alcanzó mi entrepierna a este punto.
–Sensei… –
Me quejé… ella pasó su mano por encima una y otra vez, al parecer todavía insegura de querer tocarlo en realidad.
–¿Qué pasa? ¿Te molesta? –
Preguntó ella, yo negué con la cabeza.
–No es eso… Sensei… ¿puedo besarla? –
Ayasara Sensei retrocedió su cabeza un poco, como asombrada.
–Bien… supongo que puedo permitirlo, pero solo un poco ¿Está bien? Sé delicado… –
Fue lo que dijo, yo acerqué mis labios a los de ella y fue ella quien comenzó a besarme. Creí que había dicho que fuera delicado. Lo digo porque ella no estaba siéndolo para nada.
Cuando dejamos de besarnos, dos de sus botones estaban sueltos. Ella respiraba con dificultad.
–¿Y bien? ¿Qué ocurre? –
Preguntó ella, a media voz.
–Yo quiero a Ayasara Sensei… –
Respondí. Ella perdió de nuevo el aliento y trató de recomponerse.
–Ah… bien, verás… no deberías porque… yo… –
Dijo, y me miró con los ojos llenos de lágrimas.
–¿Qué pasa? –
Pregunté, incluso haciéndome sonar un poco desesperado.
Era obvio que ella estaba teniendo una racha de arrepentimiento justo ahora, pero es qué ambas cosas estaban mezclándose en su cabeza.
–No es nada… no es nada… escucha, si prometes ser bueno, haré algo muy lindo por ti… ¿está bien? –
Dijo ella nerviosa. Yo asentí con la cabeza y Ayasara Sensei se puso de pie, para luego hincarse frente a mí. Yo la miré sonreír mientras fijaba su vista en la tienda de campaña que tenía en el pantalón. Puso una mano sobre mi pene, por encima de la ropa y yo solo permanecí allí sentado.
–Sensei… me da vergüenza… –
Le dije, ella me miró sonriendo.
–No te preocupes, esto de aquí puede hacernos muy felices a los dos. Todo lo que debes hacer es dejar que tu Sensei se haga cargo, es todo… –
Respondió Ayasara Sensei.
–De acuerdo. –
Y para darle a entender que accedía, me acosté sobre la cama, ella no perdió el tiempo, bajó mi cierre y quitó mi ropa interior del camino, mi pene por fin podía respirar, aunque no fue por mucho porque ella lo metió en su boca inmediatamente.
Comenzó a mover su lengua alrededor de él al tiempo que succionaba. Creo que alguien había estado practicando un poco.
–¿Qué tal? ¿Te gusta? –
Preguntó ella, deteniéndose por unos momentos, luego continuó con su felación.
–Se siente bien… –
Respondí. Pero por todo el tiempo que había pasado en el estímulo de toda esta fantasía, en realidad no me faltaba mucho para terminar. Mucho menos cuando Ayasara Sensei lo tomó con una mano y comenzó a lamerlo de arriba abajo.
Yo puse una mano en su cabeza por puro instinto. Ella pareció complacida por ello.
–Muy bien… eres un niño muy bueno… y muy honesto además… –
–Sensei… yo… –
Quise decir. Ayasara Sensei comprendió al instante que no podía aguantar demasiado.
–Quieres soltarlo ¿no es cierto? Adelante… suéltalo. –
Dijo, y metió la punta de mi pene en su boca. Comencé a venirme en ese momento, ella usó su lengua para facilitar la eyaculación mientras yo arrojaba mi semen dentro de su boca.
Ella hizo un esfuerzo cuando soltó mi pene y tragó.
Respiraba con dificultad y sonreía, mirándome fijamente.
–Gracias por eso… –
Dijo ella, sonriendo, cuando pudo hablar.
–¿Lo bebió? –
Pregunté, algo sorprendido en realidad. Ayasara Sensei se subió a la cama, hincándose al lado de mí. Tengo que haber puesto una cara graciosa, porque ella soltó una risita.
–No tienes que parecer tan asustado, es algo normal… –
Respondió Ayasara Sensei, aunque ni siquiera ella parecía segura de que fuera del todo normal. Lo único que estaba intentando era hacer algo de tiempo para poder tener una erección de nuevo, así que hice lo que cualquier hubiera hecho en mi lugar:
Extendí mi mano y toqué sus pechos.
–Oh… ¿estás interesado en ellos? –
Preguntó ella, poniendo sus manos sobre sus rodillas, dejándome tocarla.
Los presioné y los apreté levemente. Ayasara Sensei se inclinó hacia adelante, fue entonces que usé mis dos manos sobre su pecho. Podía sentir su corazón latir con fuerza y su cara enrojeció contra su voluntad.
–Eres un niño travieso… –
Fue lo que dijo, lo interpreté como que podía continuar, así que comencé a usar más fuerza, la respiración se volvió más y más acelerada, aunque no podría decir que estaba gimiendo. Se llevó un dedo a la boca y lo mordió con desesperación.
Comencé a desabotonarle la blusa. Ayasara Sensei se sorprendió un poco, pero no dijo nada. En lugar de eso, lentamente se fue acostando sobre la cama y lentamente fui quedando sobre ella. Cuando pudo reaccionar, yo estaba sobre ella,
–Espera… espera… –
Pidió.
–¿Qué pasa? –
Pregunté. Ayasara Sensei se acomodó para quitarse la blusa.
–Ahora está bien. –
Dijo ella, y volví a atacar sus pechos, esta vez usando mi lengua sobre sus pezones.
–Pareces un bebé… –
Dijo ella. No sé si las chicas encuentran decir eso sexy o algo así, pero sinceramente, a mí no me lo parece. De modo que hice lo que un bebe no haría. Metí una mano en medio de sus piernas. Ella saltó por la impresión y puso la mano inmediatamente, evitando que la tocara.
Yo me detuve por completo y la miré.
–¿No se puede, Sensei? –
Pregunté. Ella me miró por un momento, sin saber exactamente qué decir. Creo que porque no es así como reaccionaría una profesora. Por unos momentos, se vio como una joven inexperta. Ella trató de recuperar su posición con una advertencia.
–No es que no se pueda ¿Comprendes? es decir… es muy delicado… No puedes ser muy brusco… ¿está bien? –
Asentí con la cabeza y Ayasara Sensei separó sus piernas. Comencé a tocarla… y de algún modo, eso destruyó la fantasía.
Qué difícil es. ¡Con un carajo!
Me explico.
Ayasara Sensei comenzó a gemir un poco alto, quiso besarme para poder callarse sin quedar en ridículo. Pero como yo estaba ocupando mi boca para besar sus pechos, no pudo hacerlo. Con todo el tiempo que llevaba fantaseando sobre esto (básicamente desde que subimos al auto) estaba demasiado excitada para pensar con claridad, así que comenzó a desesperarse.
–Basta… basta… –
Fue lo que dijo, pero como muchas chicas dicen eso sin querer, y como además, yo estaba demasiado ocupado con lo que estaba haciendo, porque estaba concentrado en hacerlo bien, en realidad no la escuché.
No hubiera importado mucho si ella hubiera estado feliz con lo que estaba pasando, pero no lo estaba, de hecho, no lo había estado desde hace mucho. Ella comenzó a llorar.
–No podemos hacer eso… –
Se quejó ella, y retomando un poco el control de sí misma, se alejó de mí para no empujarme. Pegándose a la pared.
–¿Sensei? –
Pregunté. Porque todavía no sabía qué estaba pasando o por qué ella estaba llorando.
–Se terminó… –
Dijo. Yo todavía dentro del juego, me atreví a quejarme.
–No es justo… –
–¡Lo que tú haces tampoco es justo! –
Gritó ella.
Y luego, dándose cuenta de que había terminado con lo que quedaba de nuestro juego, me echó de allí.
–Solo… vete ahora… –
Dijo.
Hubiera jurado que ella quiso envolver sus piernas alrededor de mi cintura en cuanto comencé a tocar allí abajo, pero no quiso hacerlo.
Ni siquiera pensé que tuviera el derecho de replicar, ni que eso fuera a resultar positivamente de cualquier modo. Mi situación es un desastre a estas alturas.
Me acerqué a la cama y ella me miró como si fuera yo un desconocido, así que solo tomé mi ropa
–Lo siento. –
Dije, y salí del cuarto.
Bajé las escaleras bastante pensativo. Siendo muy optimistas, no salió tan mal. Aprendí algunas cosas de ese momento, pero quizá la más importante, es que estas cosas solamente funcionan mientras ambas partes así lo quieran.
Esta sería la segunda vez que algo así se arruina porque no están ambos consientes de TODO lo que está pasando.
Tal vez…yo lo hacía tan mal después de todo. Ahora que lo pensaba, creo que tenía mucha suerte. Hablo de que Mizore lo llevó hasta el final. Tal vez ella tenía razón, tal vez nuestra relación sí era excepcionalmente buena y yo no lo había notado.
Ahora entendía por qué ella estaba aferrada a mí de ese modo. Ella tenía miedo de que “esto” pasara si ella intentaba conseguirse otro novio.
Y no está loca.
Sí se siente uno muy mal por esta clase de cosas. Me vestí entonces en la sala de la casa, escuché llanto en la habitación, pero no quise subir de nuevo.
No estaba seguro de que entrar fuera una buena idea ahora mismo, en más de un sentido.