Haru No Yurei - Volumen 2: 18. La diferencia está en el dolor
Al día siguiente, cuando desperté, Akane dormía plácidamente con su cara recargada sobre mi brazo. Voltee a verla por unos momentos.
¿Cómo es que una chica linda resulta aún más encantadora cuando duerme? No lo sé.
Voltee a mirar el reloj. Akane había traído un reloj de Hello Kitty cuando vino para acá. Hay que recordar que ella siempre ha estado encantada con esta clase de cosas. También tenía imágenes de Kuma–san en sus cuadernos, porque era tierno. Era todavía un poco temprano para levantarse, así que no lo hice, me quedé acostado como estaba.
Recapitulando lo que pasó la noche anterior, Akane y yo tuvimos relaciones anoche, una y otra vez, tallé su espalda y sus pechos contra las sabanas y el colchón mientras ella gritaba mi nombre y lloraba. Ya no dijo más cosas indecentes.
Luego de eso, y como no había entrado a su cuarto para tener sexo, tomé sus piernas y la coloqué en mis hombros, llevando mi lengua a su vagina de nuevo. Akane, sobrecogida por el placer y la excitación, comenzó a chillar como una niña pequeña y a remover las cobijas.
Fue tanto lo que le gustó que me aseguró que rompería conmigo si dejaba de hacerlo en ese momento. Lo tomé como un cumplido y continué, luego de que terminó se retractó.
Incluso creo que sintió un poco mal por ello.
Pude darme cuenta de que Akane se vuelve una niña híper–consentida cuando está excitada. Llora, hace pataletas, se vuelve impaciente hasta un punto que toca el ridículo, también muy demandante, actúa de una forma muy infantil, excepto que claro, lo que sucede es bastante maduro, pero se siente como si su mente no le permitiera pensar como una mujer adulta.
Pensaba en esas cosas cuando Akane se movió un poco, y eso la hizo despertar. Se talló los ojos con delicadeza.
–Hola… –
Dijo ella, por unos momentos, poco consiente de sí misma. Quiso levantarse y cayó sobre mi pecho después. Se movió levemente, para poder mirarme.
–No puedo moverme… me duele todo… –
–Si bueno… lo hicimos hasta muy tarde anoche. –
Expliqué, Akane me miró a los ojos y sonrió.
–Fui muy feliz… –
Dijo ella, y comenzó a mover su dedo en mi pecho.
–¿Fuiste feliz tú?–
Preguntó ella después, mirándome complacida.
–Claro. Estoy despertando en una cama con una mujer hermosa ¿Cómo alguien podría ser más feliz que eso? –
Pregunté, Akane se levantó, buscando su ropa interior, yo contemplaba su trasero y su espalda
–Hoy va a ser un día largo… ¿Me echarás de menos? –
Preguntó ella, volteando a verme.
–Sí. –
Respondí. Akane se giró de nuevo y se colocó las pantis. El elástico hizo un sonido característico cuando lo soltó sobre su cadera.
–Mentiroso. –
Respondió ella, riendo levemente.
–Te irás con otra. –
Agregó después. Yo me senté en la cama mientras ella se acomodaba el sostén.
–¿No puedo? –
Pregunté. Tal vez dispuesto a hacer lo que ella dijera, si lo decía en ese momento. Akane se ruborizó.
–Bueno, no es como que no me hayas dado suficiente atención últimamente, supongo que no puedo quejarme si quieres algo diferente ahora. –
–Algo diferente… –
Comenté, a nadie en especial. Akane volteó a verme.
–¿Estás pensando en alguien? –
Preguntó Akane, sonreía.
–Tal vez. –
Respondí.
–Puedes decirme si quieres… también lo que vas a hacerle… no me molesta. –
–Todo lo contrario. –
Respondí, Akane bajó la cara.
–Un… Un poco… –
–¿Quieres ver? –
Pregunté. Akane perdió el aliento con una risa culposa, luego volteó a mirarme con la cara roja.
–Bien… verás… –
–Di la verdad. –
Respondí, porque ella estaba evadiendo el tema.
–Si no te molesta… –
Ya no iba a preguntarle porque le parecía interesante ver. Quizá ni siquiera lo sabría, yo creo. Sonreí y me acerqué a ella, tocando su trasero por encima de la ropa. Akane saltó.
–¡Oye! –
Gritó, por la sorpresa, pero no se quitó de allí. Al contrario, comenzó a restregar su trasero contra mi mano, tratando de que mis dedos alcanzaran su vagina desde atrás.
–¿Qué pasa? –
Pregunté.
–Nada. –
Respondió Akane, mirando hacia arriba, con una sonrisa en el rostro.
–Tócalo… tócalo… –
Comenzó a decir, pude tocar su entrada con uno de mis dedos, al instante, su entrepierna se comprimió por el contacto, empujando mi dedo hacia adentro de ella. Akane movía las caderas hacia un lado y hacia otro.
De pronto, se separó de mí, respirando pesadamente.
–Pensaré en eso todo el día… –
Aseguró ella, llevándose la mano a la cara.
–Pues eso me hace feliz, así cuando vuelvas, puedo hacerte feliz a ti. –
–Me daré un baño. –
Respondió ella, riendo culposamente y saliendo de la habitación. Yo me vestí y salí también. Mientras ella se bañaba, entré a lavarme la cara. Iba a interrumpir, pero, en vista de que tenía que estar en la escuela temprano, pensé que sería de mal gusto de mi parte insistir en eso.
Así que no lo hice. Con el pequeño toqueteo de recién despertar bastaba por ahora.
Mientras Akane terminaba de bañarse, envié un mensaje a Mizore.
“Podemos vernos el domingo, después del trabajo. ¿Estas libre? Hoy tengo trabajo también, pero el domingo entro temprano, y puedo salir a las tres de la tarde. Podríamos ir a algún lado juntos. ¿No crees? Y si tu padre quiere que vaya podemos ir después.”
Akane salió del baño apresurada y vistiéndose aprisa. Me miró sonriendo.
–Llegaré tarde, hoy es mi primer día. ¿Estarás esperando aquí? Tienes que comer algo. –
Se quejó ella. Su primer día del festival.
Ah, rayos, Realmente quería ver ese uniforme del que me había hablado antes, pero ella estaba poniéndose su uniforme de la escuela. Parece ser que sería una sorpresa, al final de cuentas.
–No tienes que preocuparte por mí. Esfuérzate hoy ¿de acuerdo? Sé que les irá bien. –
–¿Irás conmigo mañana al festival? –
Preguntó Akane. Yo asentí. Ya se lo había dicho.
–Si visitamos la preparación de mi clase, puedes ver el uniforme mañana. –
Comentó.
–Bueno, estoy seguro de que será lindo, pero creo que prefería esperar hasta poder verte a ti con el puesto. De todo modo no creo que sea tan lindo. –
Comenté, Akane me miró con los ojos entrecerrados.
–¿Sabes? Estoy empezando a pensar que no te importa realmente lo que lleve puesto. –
Se quejó ella, haciendo un puchero.
–Bien… eso es cierto. –
Respondí, encogiendo los hombros. Akane era linda de todos modos.
–No vale. Todas trabajamos mucho en ello. Es especial. –
¿Le ofendía? Puede ser que ella esperaba ser reconocida por si esfuerzo aquí, no por su belleza. Akane era complicada a veces.
–Puede ser porque yo realmente no lo he visto. Puedo ver el uniforme en otro momento también… Tal vez si lo veo cambiaré de opinión. Eso no quita que piense que eres linda.–
Akane se acercó y pellizcó mi mejilla.
–Los halagos no te van a salvar… mujeriego. Ya te lo dije, no puedes ir solo de todas formas. –
Se quejó.
–De acuerdo, de acuerdo. De todos modos ya tengo a quien llevar el sábado. –
–¿Y me lo frotas en la cara? –
Preguntó Akane, ahora peinándose con prisa mirándome a través del espejo frente al que estaba sentada.
–Te agradará. –
Respondí.
–Ah… sabe que estoy aquí, sabe que eres casado. –
–Si bueno… pensé que podrían conocerse. –
Akane me miró entrecerrando los ojos.
–Es increíble como esa lengua puede hacerme enojar tanto por la mañana y hacerme tan feliz por la noche.–
Reclamó. Luego se puso de pie, y tomó sus cosas.
–¿Por eso es que lo aceptas? –
Pregunté sonriendo, pero ella se puso seria. Se acercó a mí, y me dio un beso en la mejilla.
–No he olvidado, que aun con todo, te has hecho responsable de mí. Y te amo por ello. –
Y diciendo eso, se dio la vuelta y se fue. Se despidió con un grito desde las escaleras. Yo me quedé allí parado, nuevamente, sin poder decir nada.
Sabía lo que quería decir, pero también sabía que no tenía el tiempo de decirlo.
––––––––––
Me fui a la escuela pensando en ello. Había caminado dos calles cuando me encontré con Kamine que estaba comprando algo en la tienda. Estaba rara.
–Auch… Auch… Auch… –
Caminaba extraño, e iba diciendo eso.
–¿Estas bien? –
Pregunté.
–Si… bueno, más o menos… –
Respondió ella.
–¿Te caíste? –
Pregunté.
–Para nada. Fue el idiota de tu amigo. –
Aquello me dejó extrañado.
–¿Sushake te hizo algo? –
Pregunté, aquello no era normal para nada.
–Bueno… no sé si debería decírtelo a ti, ya que eres su amigo, pero es un perfecto idiota. –
–Creo que no estoy entendiéndote. –
Kamine quiso caminar más rápido, pero algo se lo impidió.
–Bueno… fui al hotel de amor con él anoche… y estábamos teniendo una magnifica noche, cuando el idiota, sin decir nada, lo mete por donde no se debe. –
Reclamó ella.
–Baja la voz… –
Respondí, porque estaba hablando muy alto. No es como que nadie estuviera escuchando de todos modos.
–Eso me dolió. –
Se quejó Kamine, caminaba raro.
–Le dije ¿Que se supone que te pasa? Y él me respondió. “Lo siento, me equivoqué…” idiota.
Kamine hizo una imitación ridícula de la voz de Sushake cuando dijo eso, luego siguió quejándose.
–¿Cómo es que confundes una cosa con la otra? Y por más que le dije “para, me duele” siguió y siguió… ahora ni siquiera puedo caminar bien. –
Tuve que aguantar las ganas de reírme, porque no quería que ella se enojara conmigo.
–Bueno, sobre eso… creo que soy yo quien te debe una disculpa, él me comentó antes que quería hacerlo, pero no sabía cómo decirlo. Fui yo el que le dije que eso era una buena idea. –
Expliqué, Kamine negó con la cabeza.
–¡Pues conmigo no! ¿Te parece que mi cuerpo está para soportar algo así? NO… sentí que me iba a partir en dos, y no de la forma bonita. –
–¿Qué pasó luego? –
Pregunté.
–Pues ¿Qué va a pasar? Acabé dolorida, llorando, y sintiéndome horrible. Tomé mis cosas y me fui. No quiero volver a verlo. ¡Le dije que parara! Y no le importó… o más bien ni siquiera se dio cuenta de que estaba lastimándome. Pensó que mi llanto era por placer. Idiota. –
–Bueno, en tal caso no tienes más que olvidarte de él. Yo hablaré con él para que ya no te moleste. –
Kamine enjugó una lagrima.
Aquello fue raro.
–Justo cuando pensé que había encontrado un sujeto agradable para estas cosas… –
–Oye… –
El comentario me ofendió un poco.
–No es eso… es que… es tan lindo cuando lo hace normalmente, tan cálido. Ahora no puedo quitarme esa sensación de la cabeza… el dolor, la humillación… ¡Ahhh!–
Kamine gritó, llevándose las manos a la cabeza. Luego se arrepintió.
–No debería hacerte cargar con esto. ¿Verdad? –
Preguntó ella.
–No hay problema… al contrario. Pienso que es mejor si se lo dices a alguien. –
–Bueno, no hay mucha gente con quien pueda hablar de esto. ¿Cómo hago para dejar de sentirme así? –
Preguntó.
–Creo que tienes que hablarlo con él. –
Respondí. Kamine negó con la cabeza.
–No quiero verlo… –
Y nuevamente, una lagrima resbaló por su mejilla.
Llegamos a la escuela luego de eso y como si fuera una mala pasada del destino, Sushake apareció.
–Hola. Llegaron juntos. –
Él parecía bien. Creo que este estúpido ni siquiera se enteró de que Kamine estaba enfadada. Kamine, en un gesto que no tenía, bajó la cara y se escondió detrás de mí.
–¿Pasa algo? –
Preguntó Sushake, sin comprender muy bien de que se trataba. Yo suspiré.
–Ve a tu salón, Kamine, yo le explicaré ¿de acuerdo? –
Kamine se fue, Sushake iba a decir algo, pero le puse una mano en el hombro.
–Tu y yo… tenemos que hablar, tengo algo que decirte. –
Me alejé con Sushake hacia donde estaban los salones. Antes de llegar a los casilleros, me detuve.
–Ella venía contándome lo que pasó anoche, contigo. –
Expliqué. Sushake se llevó las manos a la cabeza.
–Lo sabía… algo está mal ¿No es cierto? Sentí que algo estaba mal pero… –
–Sushake… si la chica te dice que pares, tienes que parar. –
Expliqué. No era su culpa, de todos modos. Es que si era medio lento. Y en ese momento uno no siempre piensa con claridad.
–¡Ah! ¡Lo sabía! Sabía que algo había salido mal. –
Se quejó.
–Si lo sabías ¿Por qué seguiste? –
–Se sentía demasiado bien… y en las películas siempre dicen “detente” y nunca se detienen. –
Ah… cielos. Esas cosas nunca son buenas para aprender sobre esto. La diferencia entre la vida real y las películas, es que, en las películas actúan como si les doliera, porque en realidad si duele.
Esa es la diferencia entre la fantasía y la realidad.
La realidad duele.
Se lo dije.
–Las películas son actuadas. Consiguen que las chicas digan “detente” aunque no quieren que te detengas porque así va el guion. Pero déjame decirte algo, si a alguna de las actrices realmente le duele y quiere parar, detienen la filmación. –
Expliqué.
–¿En serio? –
Preguntó él.
–Claro que sí, es una película, como todas las películas del mundo. ¿Crees que si le cortan el brazo a un tipo y éste grita en la película, realmente le cortaron un brazo? No. Todos están actuando. En el porno es lo mismo. –
–¿Y ahora qué hago? –
Preguntó él. Si no se hubiera visto tan desesperado, no le habría respondido como le respondí
–Tienes que disculparte, y yo también lo haré, fui yo el que te dio un mal consejo, en realidad. –
–No… es decir, era un buen consejo, lo hice con Sakyomi y funcionó… –
Comentó él.
–No… era un mal consejo. Sakyomi también quería eso, por eso funcionó. –
Respondí.
–Pensé que siempre sería igual… –
Respondió Sushake.
–Solo… solo hazlo con Sakyomi. –
Respondí, batiendo la cabeza con pena.
–Sobre eso… creo que ya no va a ser posible. –
Respondió Sushake.
–¿Por qué? –
–Bueno, hace un par de días, estaba en casa de ella, y estábamos… pues haciendo cosas. Y su madre nos encontró y amenazó con llamar a la policía si volvía a verme. Sakyomi dijo que lo mejor era que dejáramos de vernos por un tiempo. –
–No sabía nada de eso. –
Respondí.
–Fue después de la escuela, el día antes de ayer. –
Explicó Sushake, la campana sonó y fuimos hasta los casilleros.
El día de antier. Ese era el mismo día en que yo me había encontrado con Sakyomi. Así que ese mismo día rompieron. Eso explicaba porque no la había visto. Quizá ella también estaba triste, aun así, resultaba sorprendente que una palabra de su madre bastara para que ella decidiera dejar a su novio.
Hay chicas que son mejores hijas que novias, sin duda.
–Y bueno, Kamine accedió a verme, pero… supongo que lo hice mal ¿verdad? –
Preguntó él.
Yo le puse una mano en el hombro.
–No queda más que disculparnos de corazón. Te acompañaré a la hora del receso ¿Esta bien? Así no tendrás que ir solo. Luego les dejaré a solas para que puedas hablar correctamente. –
–Eres un gran amigo. –
Respondió Sushake.
Un gran amigo ¿De quién? Me preguntaba yo, pero eso no se lo dije.
Después de eso empezaron las clases. Comenzamos con historia y luego artes. Y luego la hora del descanso. Envié un mensaje a Kamine mientras guardábamos nuestras cosas en las mochilas.
“Kamine ¿Crees que puedas escuchar lo que tenemos que decirte?”
Eso era todo lo que decía el mensaje. Sushake parecía seriamente arrepentido, quiero decir que no creo que el realmente deseara lastimar a Kamine, pero alguna posibilidad cabía de que ella aun estuviera enfadada.
“Pues ya que no puedo caminar, comeré en mi salón”
Respondió ella. Yo fui hasta donde Sushake y le mostré el mensaje para no tener que hablar. Él asintió con la cabeza. Compramos un par de jugos en la máquina de afuera de la sala de maestros. Luego fuimos al salón de Kamine. Ella estaba allí, sentada sola junto a la ventana. Su obento estaba en la mesa, aun así, ella no había comenzado.
El asiento junto a ella estaba vacío.
Me acerqué y escuché como Sushake me seguía.
Comencé yo.
–Kamine, lo siento, fui yo quien le dijo que eso era una buena idea. Fue un grave error de mi parte. –
Expliqué, hice una inclinación.
–Tu no hiciste nada. –
Respondió Kamine, mirando a la ventana.
–Perdón Kamine… no quise portarme así anoche. Lamento no haberte escuchado. –
Vaya, pero si podía ser inteligente. Kamine volteó a verlo, visiblemente enfadada.
–Te perdono… ahora vete. –
Respondió ella. Sushake y yo inclinamos la cabeza, pero no nos movimos de allí.
–Si hubieras considerado mis sentimientos… –
Comenzó a decir ella. Sushake se adelantó e hizo una amplia reverencia.
–Lo sé… y lo siento… en verdad, yo sabía que algo había salido mal, muy mal… pero no pude ver que fue. Por favor. Sé que hice mal, dame únicamente una oportunidad de enmendarme. –
Este tipo iba con todo. Yo sonreí interiormente.
Desde aquel día en el laboratorio, supe que en realidad, Sushake había quedado prendido de Kamine. No lo culpaba, es cierto que el cuerpo de Kamine era más bien delicado, pero al ser como ella era, sabía cómo comportarse en privado con un hombre.
Quiero decir que sabía lo que hacía.
Kamine suspiró, y puso una nueva caja de obento en la mesa.
–Lo hice para ti. –
Dijo. E hizo una señal para Sushake se sentara al lado de ella.
–A ti, te lo cobraré luego. –
Respondió Kamine, era una invitación a marcharme, yo asentí. Y me di la vuelta. Todavía los escuché decir:
–Perdón por lastimarte. –
–Perdón por irme sin decir nada. –
No quise interrumpir más. Tenía la impresión de que algo importante se estaba cocinando allí. Yo nunca había visto a Kamine así. Ella estaba deteniendo sus lágrimas en la mañana y era la primera vez, que yo la veía preparar obento para alguien.
Creo que ella estaba pensando en Sushake con seriedad.
Salí del laboratorio con una duda en la cabeza. ¿Fue culpa de Kamine que Sakyomi rompiera con él?
Pensando en esto como estaba, no me di cuenta de que choqué con alguien. Ayasara–Sensei dejó caer un montón de papeles al piso.
–Mira por donde… –
Comenzó a reclamar, y se quedó en silencio, mirándome.
–Lo siento mucho, Sensei, ahora mismo los levanto. –
Y comencé a levantarlos apresurado. Ella intervino.
–No… no es necesario yo… bueno… si quieres ayudarme… –
–Aquí tiene. –
Recogí todos los papeles y los puse en sus manos. Pude sentir electricidad corriendo a través de sus manos cuando puse los papeles en ellas. Ayasara Sensei sonrió levemente.
–Gracias. –
Dijo.
–Tenga un buen día. –
Respondí, e hice una reverencia, ella siguió su camino, bastante alegre, diría yo. Su asistente la siguió y yo fui en dirección opuesta.
Nada más pasó en la escuela ese día. Cuando salí, simplemente fui a la estación del tren, para poder ir a trabajar.
Mientras esperaba, pude ver a alguien que evidentemente no era de mi escuela, buscando por todos lados algo. Era Akizuki Tenri y no hizo falta mucho, para entender que “yo” era eso que ella estaba buscando. En cuanto me encontró se paró al lado de mi para entrar al tren, sin decir nada.
Era extraña.
Iba a hablarle, pero no estaba seguro de que decir algo fuera una buena idea. Apenas habíamos cambiado palabras, ni siquiera creo que recordara mi nombre.
Llegó el tren. Nos subimos.
¿Por qué será que las chicas que usan un peinado usan el mismo por meses? Me preguntaba. Lo digo porque tenía dos trenzas como la última vez que la vi, y como la vez anterior.
Estaba vacío. Me senté en una de las bancas y ella se sentó al lado mío. Hice como que no me di cuenta de nada.
Colocó su mochila sobre sus piernas, todo esto, sin decir una palabra. Pasó su mano sobre sus trenzas una y otra vez, esperando a que el tren comenzara a avanzar, volteando a verme fugazmente. Por unos momentos, hice como que ella no estaba allí.
Cuando sonó la alarma de cierre de puerta, ella volteó a verme, y levantó su falda levemente, y separó sus piernas para juntar su rodilla con la mía. Volvió a voltear a verme, y luego miró al cristal. Coloqué una mano en mi rodilla.
Eso era suficiente señal por el momento. Akizuki–chan que era como se llamaba esta chica de trenzas color rojo, puso su propia mano en su propia rodilla, y usando su dedo menique, enredó el mío muy discretamente, mientras miraba hacia arriba. Una vez que se dio cuenta de que estaba yo de acuerdo, haló mi mano con la suya, colocándola “accidentalmente” sobre su rodilla.
Sonrió mientras hacía la tonta, mirando hacia arriba. Hice un movimiento con mi mano para quitar su mano de la mía, pero ya no quité mi mano de su rodilla.
Discretamente, ella echó lentamente su cuerpo hacia adelante, para que la mochila poco a poco cubriera mi mano y nadie pudiera ver lo que estaba pasando. Finalmente el tren comenzó a avanzar, y mientras avanzaba, yo subí lentamente mi mano por en medio de sus muslos, hasta que quedó por completo debajo de su mochila, que ella se apresuró a acomodar.
Se hizo la inocente cerrando los ojos y pareciendo dormir, mientras apretaba mi mano con sus muslos (que por cierto eran muy suaves) y se balanceaba muy lentamente, para que no se notara. Pasaría por movimiento del tren. Traté de subir mi mano un poco, sentí su mano debajo de su mochila, deteniéndome.
¿No podía ir allí todavía?
Pero si la última vez no se negó. Suspiré. Continúe acariciando sus piernas de manera lasciva, oprimiendo un poco sus muslos a momentos, mientras el tren avanzaba. Cuando el tren paró luego de la primera estación, ella quitó su mano y separó levemente sus piernas, como indicándome que era un buen momento.
Pude notar que ella estaba sudando en su frente y su cuello. Al parecer disfrutaba mucho esto. No soy quien para juzgar, pero no tenía todo el día. Haló mi manga discretamente para mostrarme que había abierto el cierre de su falda, que estaba del lado donde estaba yo, y como ahora estaba abierto, podía ver un poco de su ropa interior. Morada, y algo indecente.
Sonó la alarma de que el tren cerraría la puerta.
–Me las puse para ti. –
Dijo ella en ese momento, aprovechando que el sonido del tren no dejaría que nadie más la escuchara.
¿Por qué para mí? me preguntaba, pero también pensé que no era momento de hacer esas preguntas.
Moví mi mano con prisa hasta alcanzar los encajes de sus pantis por en medio de sus piernas, que conveniente se separaron mientras el tren se movía para volver a avanzar. Había un listón allí, al que no presté mucha atención, solo comencé a acariciarla lo más discretamente posible. Ella colocó su mano sobre la mía, aprisionándola contra su vulva, sin dejar de sonreír.
Me miraba a momentos y volvía a mirar al frente. Voltee hacia los lados, nadie parecía haberse dado cuenta de ello.
Con mucha habilidad, ella tomó lentamente el listón por dentro de su falda, y haló de él para que se deshiciera el nudo. Sus pantis se aflojaron con ello y se soltaron. Y así sin más, estaba tocándola directamente, empujó sus caderas ligeramente hacia adelante. Parecía que era el punto de las pantis que había escogido, yo no me quejé, utilicé uno de mis dedos para acariciar su clítoris, que ya podía sentirse, mientras que otro de la misma mano comenzó a hacer círculos en la entrada.
Ella no debe haber podido resistirlo porque se recargó en mi ligeramente, y su mano izquierda me sostuvo del brazo con fuerza.
Contra su voluntad, su garganta emitió un sonido:
–Auh… –
Temblaba ahora mientras su vagina comenzaba a palpitar, y lentamente, mis dedos comenzaron a abrirse paso hacia su interior. Yo sabía lo que estaba haciendo, y sabía, que cuando comienza a pasar eso, es porque está a punto de venirse.
Me detuve, y saqué la mano.
Ella me miró con desconcierto. Yo encogí de hombros y me puse de pie.
–Tengo que bajar. –
Dije en voz baja. El tren llegó a mi estación. Ella me miró con una mezcla extraña entre tristeza, desconcierto y rabia. Bajó la cabeza después y se pasó a mi asiento, que estaba junto a la ventana. No dijo nada, mantuvo la cabeza agachada mientras yo bajaba del tren.
Voltee a ver la ventana donde ella estaba una vez que bajé. Ella volteó a verme también, tenía lágrimas en los ojos. Y sacando algo de su mochila, arrojó un papel por la ventana, luego, en un gesto desesperado, puso un beso en su mano y lo pegó a la ventana mientras el tren cerraba la puerta y se iba.
Me acerqué a recoger el papel.
Era su número telefónico.
No la vi más ese día.