Haru No Yurei - Volumen 2: 16. Explorando Corazones
No, no, no. Estas pensándolo mal, Toshikane.
Ella dijo que quería. ¿Lo dijo?
No… nunca dijo algo como eso. De hecho, fue bastante todo lo contrario. Fui yo quien insistió, diciéndole cosas sucias y eso pero, ella jamás dijo que estaba bien. Dijo que le gustaba ¿No?
Bueno… ¿A quién no le gusta el sexo? Pero… eso no se traducía en querer hacerlo.
¿Fui un extraño? Es decir… no le importó. No le importaba antes, cuando se acercó un sujeto con esas intenciones. Yo asumí que por tratarse de mi era diferente pero… Demonios.
Le dije “muéstrame tus pantis” y lo hizo, pero… recordando bien, en ese momento, ella lo habría hecho con cualquiera, solo por estar enojada. Además, ella nunca dice “no” a nada. Parecía contenta cuando terminamos pero… quizá solo estaba feliz de poder decirle a su madre “tengo un novio.”
O tal vez destruí la poca seguridad que había construido con el sexo unos días después, cuando respondí “ahora no puedo” o algo así. No sé qué fue, pero realmente se sentía como si hubiera hecho algo muy, muy malo.
Quizá lo que tenía que haber hecho era hablar con ella primero, no tener sexo.
Ojalá me hubiera importado menos. Ojalá hubiera podido decir “No es problema mío” y marcharme de allí. Pero… No, no podía hacer eso.
Me gustaba Kurimo. Bastante a decir verdad. Era tranquila, bonita, y siempre se sentía bien estar cerca de ella. Me gustaba su tono de voz cuando estaba feliz, y me gustaba que bajaba la cara cuando le decías algo que ella consideraba especial. Me gustaba que era valiente y atrevida solamente cuando había que serlo.
Y no quería esto. No quería dejarla solo así, sería cruel de mi parte, es decir, por algo le mandé ese mensaje en primer lugar. Me gustaba estar seguro de que, podía apostar mi vida, a que ella estaba justo allí, detrás de la puerta, temerosa de no escuchar el timbre.
Suspiré. Si no lo hice con Mizore, que me rechazó abiertamente, mucho menos con Kurimo, de quien siempre supe que sus sentimientos eran sinceros.
Y no aposté en vano, porque en cuanto toqué el timbre, ella abrió la puerta, con lágrimas en los ojos.
–Tenías que tardar más… –
Se quejó ella, limpiándose las lágrimas como podía.
Le di un beso en los labios que ella no se esperaba. Kurimo lo recibió poniendo sus manos atrás. No me acerqué más, solo le di el beso, y nos separamos.
–Perdón, no pude esperar… –
Respondí. Kurimo sonrió y se dio la vuelta.
–Pasa… le diré a mi madre que has venido ¿de acuerdo? –
Con todo lo que Kurimo me había dicho nada más llegar, olvidé por un momento a que había venido. Le tomé por el hombro antes de que se fuera.
–Kurimo… –
Llamé. Ella se detuvo.
–Tengo que hacerte esta pregunta. Admito que es una gran parte de lo que me hizo tocar el timbre tan de pronto, pero, estoy un poco asustado. –
Expliqué.
–¿Qué es? ¿Es algo malo? –
–No lo sé… es decir… ese día, que estuvimos aquí… tu… no querías ¿cierto? –
Ella bajó la cabeza, un tanto avergonzada, pero también triste. Pude sentir como algo me golpeaba.
–Si quería… pero… eso no arregló nada. Volví a sentirme igual al día siguiente, y tu seguiste igual. Y quiero que me quieras a mí, no solo mi cuerpo… –
Explicó… su voz se fue apagando.
–Lo entiendo ahora… también… me di cuenta del error en mi forma de hacer las cosas. Lo siento. –
–No… el hecho de que digas que te asusta, prueba que no era tu intención hacerme sentir así… me basta con ello. Si estás aquí, es porque quieres que seamos algo especial. Entiendo si no quieres decirlo claramente, si te da vergüenza o algo. Pero tampoco dije mentiras… quiero decir… –
Y se acercó, rodeándome el cuello con los brazos.
–Si te vas realmente estaré sola, y fui irracional…porque me daba miedo. Pero recientemente entendí, que estar en medio de ambos, es todavía peor y… Eres el único que me escucha. ¿Recuerdas? No te niegues a hacerlo… Eso es lo que quiero… –
Volví a besarla. Me ocupe en todo momento de mantener mis manos detrás de mi espalda, es decir, por supuesto que la deseaba pero, no quería hacer más grande este problema. Aparte de que no era un buen momento y alguien más se encargó de recordarlo
–Ejem… –
Kurimo se separó de mi inmediatamente. Volteamos a ver al pasillo. Una señora estaba allí.
–¿Qué se supone que está pasando aquí?–
Preguntó, ella, se notaba que estaba enfadada, pero algo más se notaba. Quiero decir, que su vientre estaba hinchado, bastante. La señora estaba encinta.
–Okaa–sama. –
–Y…. ¿Quién es este chico? –
–Mi… mi novio… –
Respondió.
–Otagane Toshikane, señora… disculpe eso, sinceramente, me deje llevar yo… –
–Silencio… –
Ordenó la señora, sin siquiera levantar la voz. Luego se volvió a su hija.
–Tú… a la sala. –
–Si… Okaa–sama. –
–Y tu… –
Y se volvió hacia mí.
–Debería echarte a palos de aquí ahora… –
No creo que estuviera enfadada por lo del beso. Si mal no recuerdo, ella sabía lo que había entre Kurimo y yo. Quizá no era lo mismo saberlo a que sucediera frente a tus ojos.
–No… madre… –
–Cállate… ve a poner té… –
Vaya, esta era la madre más estricta con la que yo me hubiera encontrado. Se volvió hacia mí.
–Entonces… tu eres el famoso Toshikane… no contento con todo el daño que has causado ya, te atreves a venir a pararte aquí de nuevo. Imagino que le has dicho cosas como “No volverá a ocurrir” porque es lo que todos los hombres malos dicen… ¿Me equivoco? –
Preguntó ella.
–Señora… –
–Ah, me llamas simplemente señora. Si de verdad eres quien ella dice, entonces el título es otro ¿O no? –
Una señora criada a la antigua por lo que veía. Incluso llevaba una yukata, aunque pienso que también tenía que ver con el hecho de que estaba encinta.
–Si… Okaa–sama. –
Le di por su lado. No quería que se enfadara más conmigo.
–Ve a la sala. Y espera allí. Tienes mucho que explicar ahora… –
Me ordenó la señora, y se dio la vuelta.
Fui a la sala, donde encontré a Kurimo temblando y sirviendo te. Yo suspiré y me senté.
–Perdón por eso… mi madre es… –
–Estricta… está bien, de todos modos. Todavía quiero tener esa cita contigo. –
Respondí en voz baja. La señora entró luego y se sentó. Kurimo sirvió te para su madre y para mí, pero no para ella. Entendí por qué cuando su madre habló de nuevo.
–Tu… sigues castigada, ve a estudiar. No creas que no me di cuenta de que llegaste más tarde. –
Kurimo hizo una reverencia y se fue a un rincón, tomando su mochila y sacando los cuadernos.
–Y tu… ¿Cómo puedes simplemente venir hasta aquí? Luego de todo lo que has causado. Tienes una idea del daño que hiciste… esa pobre tonta ha pasado todas las noches llorando desde la semana pasada. –
Se quejó la señora. Kurimo volteó a vernos.
–Okaa–sama… –
Reclamó ella, avergonzada, su madre fue implacable.
–Cállate tú. –
Respondió la señora, acallándola al instante, luego volteó a verme.
–Está atrasada con sus notas, sus maestros han pedido visitas domiciliarias, todo por un chiquillo irresponsable que no puede valorar los sentimientos de una mujer. Has venido hasta aquí, has deshonrado a mi familia, has hecho llorar a mi hija, y has causado todo tipo de problemas en su vida. ¿Se supone que debería ser condescendiente contigo? Si mi marido estuviera vivo te habría golpeado hasta el cansancio, y luego me habría echado a mí de la casa por permitir que esto llegara tan lejos. –
¿El padre de Kurimo también estaba muerto? Es decir, el padre de Kamine, lo sabía, su madre lo mencionó una vez. Pero… Kurimo… rayos.
–Lo lamento mucho… –
Respondí, bajé la cabeza hasta que tocara el suelo, haciendo una inclinación. Su madre permaneció fría.
–No me importa que lo lamentes, quiero saber cómo vas a arreglarlo. –
–Bueno… puedo ayudarle a estudiar, conocí a Kurimo siendo tutor para otra de sus compañeras y… –
Su madre se enfadó más.
–Kurimo no es tonta… la mandé a estudiar porque está castigada, no porque haga falta. Falló en la escuela porque está enamorada de ti… y tú has hecho con ello lo que te ha venido en gana. Eso ha provocado que deje de dormir, que deje de comer, que se duerma en clase. Su maestro de educación física ha dicho que ella se la pasa lloriqueando aparentemente por nada. Ese es el problema. –
No quise voltear a ver a Kurimo, que seguramente estaría tan avergonzada que no querría levantar la cabeza.
–La haré feliz… –
–Vaya, eso es nuevo… ¿Ya escuchaste? –
Preguntó, volviéndose a su hija, yo voltee a verla, ella tenía la cara cubierta con el libro, y negó con la cabeza.
–Adelante entonces… –
Me urgió la señora.
–¿Ahora?–
–Bueno, ya comprobaron que no pueden estar sin supervisión. Así que, si… ahora. –
Me puse de pie, Kurimo también. Ella se quejó con su madre.
–Okaa–sama, yo… ya había hablado esto con él. –
–A mí no me consta, y por como siempre eres, no me extrañaría si bastaban unas cuantas palabras bonitas y una que otra excusa del manual. –
Respondió la señora, girando la cara. Me acerqué a Kurimo y ella me abrazó y metió su cara en mis hombros. Yo lo dudé un momento, pero la abracé después. La señora suspiró.
Creo que lo único que quería es que su hija dejara de llorar.
–Así es como debe verse… es todo lo que pido. Trata bien a mi hija, es tímida pero es muy valiosa, vale mucho para que esté llorando porque un chico tonto no puede entender que el corazón de una dama es algo frágil. –
Se puso de pie luego.
–Bien, puedes salir… supongo que está bien si dejas de estudiar ahora. No descuides más tus notas… iré a recostarme. Nada de cosas indecentes ahora… –
Advirtió, supongo que le era agotador permanecer sentada en el estado en que estaba.
–No sabía que ibas a tener un hermano. –
Comenté, en voz muy baja. Seguíamos abrazados. Kurimo se rio levemente,
–No es mi hermano, es mi medio hermano. Mi padre falleció hace ya varios años. Yo era muy pequeña, desde hace algún tiempo, mi madre tiene un amante, pero no quiere decirnos quien es… –
–¿Un amante? –
Pregunté.
–No quiere casarse de nuevo. La vez que nos encontró… después de eso, venía con él, pero él arrancó luego de que ella bajó del carro. –
Explicó Kurimo.
–Bueno… supongo que es normal… es decir… –
Comencé a decir. Me parecía un poco raro que una señora así no quisiera volver a casarse me refiero a que, vaya, la mujer era una versión en grande de Kurimo. Por otro lado, yo no era quien para cuestionar.
Kurimo mudó el tema.
–Todavía no me dices a dónde quieres llevarme… ¿De verdad va a ser una cita? –
Preguntó ella ilusionada.
–Ven… vamos por helado. ¿Quieres helado? –
Pregunté, ella asintió y salimos de la casa.
Hablábamos en el camino.
–A decir verdad, no sé si deba contar como una cita. Es un festival y no quiero ir solo. –
Expliqué. Hatami–chan pareció pensarlo por unos momentos.
–Puede acompañarte alguien más… –
Se quejó.
–No, quiero que seas tú… –
Finalmente ella sonrió.
Caminamos hasta el puesto de helados, había otra pareja romántica aparte de nosotros, así que sentí que estaba bien si la tomaba de la mano, pero antes de poder tomarla de la mano, ella se giró y comenzó a disculparse.
–Perdón por hacerte pasar por todo eso el día de hoy. –
Comentó. Yo suspiré. Me volví hacia ella, y la miré a los ojos.
–Tu eres una chica muy callada. –
Le dije. Eso no era una sorpresa, por eso, creo que ella no supo que decir. Puse un dedo en su frente.
–Pero esa cabecita tuya no deja de trabajar ¿No es cierto? –
Ella se quedó perpleja. Kurimo siempre fue una chica a la que hay que poner mucha atención. Como de costumbre, ella nunca decía nada. Todo era lenguaje corporal, indirectas, o sencillamente adivinar. Para tener contenta a una chica como ella, hay que interpretar todo, y a decir verdad, me olvidé de darme tiempo de ello.
–Puede ser… –
Respondió Kurimo, bajando la cabeza.
Pedimos el helado después de eso. Kurimo tuvo problemas para continuar hablando mientras caminábamos.
–Entonces… bien… ¿quieres que vaya contigo? –
Preguntó, parecía insegura de querer oír la respuesta.
–Sí, eso quiero. ¿Quieres tú? –
Pregunté. Kurimo asintió con la cabeza.
–Sí. –
–Está decidido entonces. –
Respondí, y finalmente Kurimo sonrió.
–¿Qué día sería? –
–El sábado… ¿estas libre? –
Pregunté, ella asintió.
–Nuestro festival empieza todavía en dos semanas. No sé qué es lo que haremos todavía, y no sé si participaré, con las notas que tengo. –
Explicó.
–No descuides tus notas, es lo más importante ahora mismo. –
–Pero me llevarás… –
Se quejó ella.
–Bueno, sí, un día no estaría mal. Pero tienes que prometer que te esforzarás después ¿Se acuerdo? –
–Sí. –
Respondió ella, con una sonrisa mientras comíamos helado. Le acompañé a casa luego de eso. Dudó antes de decir cualquier cosa.
–Yo… bien… verás… –
–¿Pasa algo? –
A mi parecer, ella había estado pensando en esto desde que salimos hace media hora.
–Bien, es que… no puedo invitarte a pasar… –
Eso era. Estaba… ¿rechazándome?… algo así. Encogí de hombros.
–No es como que quiera algo como eso ahora. –
Expliqué. Yo tengo la culpa de ello de cualquier modo. Kurimo hizo un gesto de desagrado.
–No es que no quiera, es que… bueno… ahora mismo es… –
–No pasa nada, estaré bien. ¿Estarás bien tú? –
–Si… es decir, no… bueno yo… –
Suspiré. Seguro que no estaba para nada bien así como estaba.
–¿Qué ocurre? –
Pregunté.
–Tengo miedo… –
Respondió, con lágrimas en los ojos de nuevo.
Miedo. Podían ser miedo a muchas cosas, pero creo que ella pensó que si no lo hacía conmigo, me enojaría y sería frio con ella después. Eso y que, tampoco podíamos estar juntos ahora mismo. Su madre había dicho explícitamente que no, y creo que tuvo razón.
Por nuestro bien, ahora mismo no era una buena idea.
Entiendo que tenga una mala imagen de mí, de todos modos.
Me acerqué a ella, y le di un beso rápido en los labios. Ella se quedó estática.
–Te quiero. –
Le dije. Nunca le había dicho nada como eso. Pude ver como sus ojos brillaron cuando ella escuchó eso.
–Ahora debo irme, o llegaré tarde a casa. –
Dije. Kurimo asintió. Y me fui de allí, iba caminando hacia mi casa cuando llegó un mensaje de ella. Evidentemente, estaba tratando de comprobar algo.
“Mi madre ha dicho que debí hacerte pasar para seguir regañándote, pero le dije que no hacía falta. Eso que dijiste… ¿era en serio?”
Ese fue su mensaje. Yo suspire. No quería enviarle un mensaje frio, pero tampoco estaba seguro de que seguir disculpándome por ello tuviera algún sentido. Es decir, dije que la haría feliz, no que le pediría perdón. Ella no quiere mis disculpas, quiere atención.
Bien, habrá que dársela.
“Claro que era verdad, nada de lo que dije el día de hoy era mentira, y nunca lo ha sido, en realidad, me gustaría que ya no lo dudaras.”
Eso fue lo que le puse, tratando por todos los medios de que no pareciera una disculpa.
En ese momento, me di cuenta de que tenía un mensaje de Mizore también. Quizá estaba allí desde ayer, cuando me concentré en estar con Akane, en algún momento escuché el teléfono.
“Eres un tonto, mira que mandar esas cosas así. Como quiera que sea, le dije que vendrías pronto. ¿Crees que puedas?”
Preguntó. Mañana tenía trabajo, pero no tenía nada que hacer luego de eso. Si planeaba esto bien, podía ver a Mizore el jueves, salir en el festival con Akane el viernes, e incluso llevar a Hatami–chan el sábado. Sería un fin de semana agitado, porque el domingo tendría que trabajar también.
Así es esto.
–––––
Llegué a mi casa después de las seis de la tarde, y no faltaba mucho para que el sol se pusiera. Pero cuando entré, no vi a nadie, a pesar de que los zapatos de Akane estaban allí.
Como no se me hizo raro, fui a husmear en la cocina, la cena estaba puesta, pero ella no estaba allí. La encontré en el patio de atrás, tendiendo ropa. Me miró sorprendida de que hubiera llegado relativamente temprano. Hay que ver que he estado llegando algo tarde últimamente.
–Hola… no sabía que estabas aquí… ahora mismo término… –
Aseguró, tomando una prenda de la canasta y colocándola en el tendedero. Verla estirarse ligeramente para alcanzarlo me hizo sentir extraño por dentro.
Ella dijo que podía tomarla cuando quisiera.
Creo que quería probar ahora.
Me acerqué a ella sin decir nada.
Akane se agachó para coger otra prenda y toqué su trasero. Ella saltó.
–Oye… –
Dijo, riéndose. Volteó a verme y sonrió complacida.
–Espera a que termine… –
Dijo.
–No quiero esperar. –
Respondí y la empujé… ella cayó al suelo y se golpeó la cabeza ligeramente.
–Auch… –
Aproveché que ella estaba aturdida para separar sus piernas, hincándome frente a ella.
–Oye… ya se lo que dije pero… –
Me bajé el cierre, mi pene saltó del pantalón en cuanto pudo, ella lo miró con un asombro extraño de alguien que ya lo ha visto tantas veces.
–¿Es en serio? –
Preguntó ella, quité sus pantis del camino, levantando la falda que llevaba, y así como estaban entré en ella, sin avisar. Estaba seca, y fue difícil. Akane hizo una mueca de dolor.
–Pero… aquí… estamos… al descubierto… –
Se quejó mientras luchaba por entrar. Su vagina comenzó a lubricar a marchas forzadas.
–Duele… –
Se quejó, empujé más fuerte, ella ahogó un grito para que no se escuchara.
–Me van a escuchar… –
Se quejó.
–No me importa. –
–Al menos abrázame… –
Hice lo que me pidió, y la levanté un poco para abrazarla. Akane se abrazó de mí y permitió que mi pene entrara completo en su vagina. Una vez estando así, y cuando ella pudo tomar aire, así, ella se acercó a mi oído y me susurró.
–Bienvenido a casa, cariño. –
Me dijo, y luego me ofreció su boca para que la besara, comenzó a mover sus caderas sentada sobre mí, yo la besé y acaricié su cabello.
–¿Esto es lo que quieres? –
Pregunté, ella asintió con la cabeza, todavía con lágrimas en los ojos, pero siguió besándome luego.
–Dime por qué… –
Respondió ella a media voz. Yo comprendí del todo en ese momento. Así que le pregunté:
–¿Qué quieres decir? –
Pregunté, era difícil entender cuando ella estaba empujando hacia arriba. Ella malinterpretó mi pregunta.
–¡Dímelo! –
Chilló, a punto de las lágrimas. Fue entonces cuando recordé la conversación que había tenido con ella la noche anterior.
–Pues, no pude resistirme… te vi ahí y… –
–Y me tomaste… –
Respondió ella, podía sentir como su vagina comenzaba a lubricar, ahora demasiado.
–Pues si… eres mi esposa… –
Ella echó los hombros hacia atrás, yo besé su pecho, incluso por encima de la ropa, porque al estarla abrazando, no podía quitarle la ropa.
–Si lo soy… y tu comida también… y… tu casa… –
Oh, por eso es que ella dijo “bienvenido” una vez que estuve dentro de ella. De pronto se me ocurrió algo que debería ser importante.
–Qué bonita eres, Akane. –
Escuchar eso hizo que sus paredes se contrajeran. Ella se llevó un dedo a la boca, mirando hacia arriba.
–No… no es justo que lo digas ahora…. –
Se quejó ella.
–Pero lo pienso de verdad…. Siempre lo he pensado. –
Sabía que si continuaba empujando en ese detalle, ella no podría soportarlo, y no pudo.
–La cabeza me da vueltas. –
Se quejó.
–Tu interior también va a dar vueltas. –
Respondí, y comencé a empujar como si no hubiera un mañana, sus gemidos se hicieron frenéticos, a pesar de que ella estaba tratando de cubrir su cara. Como no podíamos permanecer más en esa posición, caímos al suelo. Yo continué empujando.
–Toshikane… no… espera…. –
No hice caso. Todos sabrían que en este momento lo mejor que podía hacer era empujar con todo lo que tenía. Eso era lo que ella estaba esperando en realidad. Se soltó del abrazo para tratar de tapar su boca y con eso ahogar el ruido de su voz pero no lo consiguió.
Después de unos momentos, Akane terminó, viniéndose con bastante violencia a decir verdad, espero que estuviera tomando más líquidos. Ahora estaba tratando de recuperar aire, yo la miraba, es decir, yo no había terminado. No estaba ni cerca.
Iba a continuar cuando ella me puso una mano en la cara.
–Espera… el pasto… me pica… –
Se quejó. Yo suspiré. Realmente no quería dejar de hacerlo.
Que esposa tan delicada tengo.
Me levanté de mala gana. Akane se dio cuenta y me sostuvo de la manga del suéter.
–No te enojes… –
Pidió. Yo tomé su mano, y jalándola, hice que ella cayera de bruces sobre el pastó. Tomé sus caderas y las acerqué. Al menos así no debería picarle el pasto.
–Que problemática eres… –
Respondí. Y acomodando su falda para hacerme espacio, metí mi pene dentro de ella de nuevo. Su cuerpo me recibió muy bien, sin perder un momento, comencé a empujar.
–Perdón… perdón… no me volveré a quejar… lo siento… –
Respondió Akane, aumenté el ritmo y la fuerza de mis embestidas.
–No me importa si te quejas… –
Respondí, halando su falda con fuerza para obligarla a levantar las caderas.
–Mi ropa… se romperá… –
–Si quieres puedo detenerme… ya no lo haré más, pero conservarás tu linda falda. –
Su vagina se contrajo, expulsando más de su néctar. Su ropa interior estaba tan mojada que podría haberla exprimido a este punto.
–No… así está bien… –
–No escuché. –
–Sigue… –
Chilló Akane, la sostuve ahora de las caderas. No era mi intención romper su falda de todos modos. Era su uniforme escolar.
–No puedo parar… –
Me quejé. No es como que ella tuviera que decírmelo de todos modos. Y me di cuenta de que ambos estábamos hablando sin sentidos ahora porque Akane me respondió llorando.
–Pues no lo hagas… –
Gimió y su vagina se contrajo de nuevo, esta vez, por la posición en la que estábamos, se sintió mucho más que antes. Yo luchaba por no venirme mientras continuaba sosteniéndola. Akane se olvidó de mantener su voz baja y comenzó a chillar de nuevo.
–¿Te gusto? Mi cuerpo, es… para ti… ¿Te gusta mi cuerpo? –
Preguntó. De acuerdo, era la primera vez que ella hacía esa clase de preguntas en voz tan alta. De algún modo sonó indecente. Quizá ella estaba tratando de serlo.
–Es genial… –
Respondí, empujando, nuevamente, con más fuerza.
–A mí me gusta… lo que haces… todo… –
Aseguró. Yo tomé uno de sus brazos y lo traje hacia mí. Ella se quedó recargada con un brazo y tuvo que doblarlo para sostenerse, pegó su rostro al pasto, mirando a un lado.
–Estás siendo muy rudo… –
Me dijo, pero movió la mano que tenía atrás, para sostener la mía con fuerza.
–Es tu culpa… No es cosa mía que seas tan linda… ni tan deseable… –
–De…¿Deseable? Eso no… es cierto… Yo…–
Akane trataba de tomar aire para responder, incluso, entre chillidos y algunos gritos, porque comenzó a venirse después. Yo estaba también a punto de venirme, así que lo saqué y arrojé mi semen sobre ella. Su falda, sus piernas y calcetas, quedaron embarrados.
Akane no dijo nada al respecto, solo permaneció allí, donde estaba. Esperé por unos momentos sentado al lado de ella. Trató de ponerse de pie, pero se rindió casi inmediatamente.
–Toshikane… acomódame la falda. –
Pidió. Me acerqué a ella para acomodar su falda, su trasero respingó al más ligero contacto con mi mano.
–¿Quieres más? –
Pregunté, Akane hizo un esfuerzo por voltear a verme.
–No es voluntario… –
Se quejó.
–Perdón por lo de tu falda. –
Respondí, ella negó con la cabeza, e intentó poner de pie de nuevo.
–No me importa la falda… hazlo así… más veces… –
Respondió ella. Ambos estábamos tratando de recuperar el aliento.
Estaba oscuro ahora, ni siquiera me di cuenta cuanto tiempo habíamos estado allí. Finalmente Akane se puso de pie, y tambaleándose, se acercó a mí y se tumbó, abrazándose con mis brazos.
–Toshikane… –
Llamó ella. Su cara estaba escondida, como casi siempre que terminábamos de hacerlo.
–Creo que te amo… –
Me quedé callado. ¿Qué se decía en estos casos? Es cierto que Mizore lo había dicho antes, pero yo nunca respondía, en parte porque Mizore lo decía durante el acto, no después.
Hasta en eso fue Akane diferente. Solo lo dijo, así.
Además, que yo supiera, para alguien como Akane, aquello tenía un significado completamente distinto.
O era muy general (como en su expresión de “yo amo a todo el mundo”) o muy personal. Tanto que nunca me lo había dicho a mí.
Cambió el tema casi inmediatamente.
–Así parece como si lo hubiéramos hecho en la calle… –
Dijo ella, con una risita vergonzosa. No me dejó responderle, y en cierto modo lo agradezco porque no sabía que responder. Pero quería decirle algo importante, aunque no estaba seguro de qué era, o como debería decirlo.
Solo… se me fue el momento, ella se puso después de pie, y me extendió la mano sonriéndome radiante.
–Ven… vamos a cenar. –
Ofreció. Asentí con la cabeza y entré a la casa detrás de ella, en silencio.
Akane puso la cena en la mesa momentos después. Estaba lleno de cebolla, huevo, ajo, y verduras. Es decir, todos, alimentos que deberían aumentar tu capacidad sexual. Akane miró hacia otro lado cuando la miré.
–Akane… –
–¿Qué? –
Preguntó ella, girando la cara y mirando a otro lado.
–Lo haces aposta ¿No es cierto? –
Pregunté.
–No… –
Respondió ella, nuevamente haciéndose la inocente.
–Pero esto… –
–La cena ya estaba lista cuando llegaste… no puedes culparme… –
Me puse de pie. Estaba tratando de no reír.
–¿Qué es lo que tratas de decir? ¿Que no le pongo suficiente atención a mi esposa? ¿Es eso? –
Creo que, me estaba acostumbrando a hablar de esas cosas con ella usando las mismas palabras que ella usaría. Akane junto sus dedos y me miró.
–Más bien… yo… pensaba que… me gustó la atención que me pusiste anoche… –
Explicó ella, completamente roja de la cara.
–Pensé que… si cocinaba algo delicioso… podías… pues… hacerlo esta noche también… –
Explicó, sentándose. Yo me senté de nuevo y comencé a comer.
–Tal vez… –
Respondí, ahora tenía de nuevo una erección. Akane sonrió y siguió comiendo, ya no dijo nada después de eso. Cuando terminó, solo subió las escaleras.
Terminé de comer mientras ella volvía.
–El baño está listo… ¿Quieres que… lave tu espalda? –
¿Estaba tratando de comprarme? Eso era nuevo en ella. Sobre todo por lo que ofreció.
–¿Vas a lavar mi espalda? –
Pregunté. Ella nunca había ofrecido algo así.
–Si… bueno… lo intentaré… –
Explicó.
–No es que piense que no puedes pero… –
–Si no quieres está bien… yo… puedo hacerlo después… puede esperar si ahora mismo no estas de humor… quiero decir… –
–No, no… por toda razón, hazlo, es decir, me encantaría. –
Expliqué. Akane bajó la cara y sonrió.
Estos cambios de comportamiento se estaban volviendo difíciles de seguir, pero al menos pude entender una parte de ello. Akane se había liberado.
No sé qué ocurrió, pero ya no parecía atada a un juicio de algo. Quizá fue lo de su padre, quizá fue algo que escuchó en su escuela, no lo sé. No perdió la vergüenza, ni se volvió indecente, vamos, ni siquiera podía decir malas palabras… pero ya no estaba tratando de mantener una imagen.
Podía ser honesta ahora.
Eso estaba bien, Al menos así podía entender más su corazón.
Confieso que me sentí especial por estar allí con ella en aquel momento. No sé, era mucho más atractiva para mí de ese modo.